26 de noviembre de 2011

Escondidos en las enaguas de Elba Esther

Escondidos en las enaguas de Elba Esther:

DUDA RAZONABLECarlos Puig


Ante la crisis en educación, lo que hoy propone Peña Nieto es caminar la misma ruta que los panistas en los últimos 11 años. Una larga y complicada negociación con la representación laboral de los maestros para tal vez, quién sabe cuándo, lograr pequeños cambios de mínimo impacto. Eso es lo que ha significado “tener al lado a los maestros y las maestras del país”.
De la mano. Noviembre de 2011.


El Partido Acción Nacional, sus presidentes y secretarios de Educación han sostenido esta idea de origen priista: cualquier reforma educativa en el país debe ir de mano de los maestros.
Con una distorsión.
Confunden a “los maestros” con su organización sindical.
Nadie puede estar en desacuerdo con que cualquier cambio radical de nuestro sistema educativo involucra a los maestros, pero la verdad es que también involucra a los alumnos y a los padres de familia, y a quienes preparan y editan libros de texto y a las autoridades educativas estatales y federales...
Lo que no está claro es si toda reforma se tiene que hacer con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
Es más, se podría argumentar que los que han sido resistentes frente a cambios necesarios han sido los líderes de la organización gremial.
Como lo escribí aquí hace unos meses, es una confusión que sucede en otros países y que las verdaderas reformas educativas pasan siempre por aclararla.
La clave está en entender y actuar en consecuencia de la frase de aquel líder sindical de los maestros neoyorquinos: “Cuando los estudiantes paguen cuotas a mi organización, entonces defenderé sus derechos”.
Para que quede claro, sobre todo a las autoridades, no es el trabajo de Elba Esther Gordillo hacer que mejore la educación pública en México.
Es responsabilidad de las autoridades. De los gobiernos federal y estatales.
Es responsabilidad de la señora Gordillo que sus agremiados tengan buenas, cada vez mejores condiciones de trabajo, lo que a veces implica, sí, menos trabajo y mejor paga. Como cualquier otro trabajador mexicano.
Y muchas veces, es natural, los objetivos de política pública del Estado mexicano para mejorar la educación estarán enfrentados con la ambición laboral de los maestros, y su organización tendrá que defenderlos y pelear contra dicha política pública. Es así. No hay desdoro. Entiendo la idílica imagen de la vocación del maestro cual vocación sacerdotal. Pero no funciona.
Está claro después de 12 años que el PAN, quién sabe por qué, sí piensa que la política educativa debe ser construida con el sindicato. Así lo ha hecho y así estamos. Vaya: el primer secretario de Educación del panismo es diputado por el partido del sindicato del magisterio. Así o más claro.
Por todo esto, no es poca cosa lo muy poco concreto que dijo Enrique Peña Nieto en dos apariciones públicas de la semana: en la presentación de su libro y en el programa de Leo Zuckerman.
Ante el planteamiento de Héctor Aguilar Camín sobre la aparente contradicción de querer una profunda reforma educativa y al mismo tiempo ir aliado a las elecciones con el partido del magisterio, el aspirante priista dio en la televisión y en la Casa del Lago la misma respuesta.
Primero calificó de injustas las críticas al magisterio organizado: “Debo decir que se ha abusado al pretextar que son los maestros quienes se han opuesto a estas reformas. Me parece que se ha abusado, más en razón de querer pretextar la ineficacia e suficiencia de las políticas trazadas para lograr una mejora educativa”.
Y luego reveló que carga la misma confusión que tanto daño ha hecho a nuestra educación: “Una reforma en este propósito sólo puede transitar cuando se tiene al lado a maestras y maestros de todo el país”. Y que nadie se equivoque, cuando Peña Nieto dice maestros y maestras de todo el país, dice el SNTE de Elba Esther.
El intercambio que han hecho priistas del pasado, panistas contemporáneos y ahora Peña Nieto con el magisterio organizado tiene una lógica electoral innegable. Es un ejército de mexicanos formados, respetadosy organizados; ubicados a lo largo y ancho de todo el país. Y que desde hace décadas fueron instruidos para hacer —además de sus tareas educativas— tareas políticas, a cambio de conquistas laborales. Todo bien.
Pero hoy por hoy, todas las mediciones del estado de nuestros estudiantes de todos los niveles nos revelan una crisis mayor. Un estado de emergencia. Un atraso considerable frente a países ya no digamos con mayor o igual desarrollo, sino menor al nuestro. En educación no sólo no avanzamos, sino que vamos para atrás.
Ante esta crisis, lo que hoy propone Peña Nieto es caminar la misma ruta que los panistas en los últimos 11 años. Una larga y complicada negociación con la representación laboral de los maestros para tal vez, quién sabe cuándo, lograr pequeños cambios de mínimo o al menos tardado impacto.
Eso es lo que ha significado “tener al lado a los maestros y las maestras del país”.
Hay en el mundo suficientes ejemplos de países que han avanzado a pasos de gigante, surgido de situaciones similares a las nuestras. Pero se necesitan cambios radicales en las formas y los fondos. El statu quo y sus beneficiarios saldrían raspados.
La responsabilidad es de quien es elegido para hacer políticas públicas. Ahí se toman decisiones. Habría que poner al sindicato en su justa dimensión: la de una organización que defiende trabajadores, y aprender a perder los beneficios políticos que éste otorga. Ya basta de esconderse en las enaguas de Elba.


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