6 de octubre de 2011

DEL CORREO: Los enredijos de un país sin ciudadanos

Los enredijos de un país sin ciudadanos
 
Héroes muertos,
muertos sin revolución
son todo lo que nos quedó
 
En las noches se escuchan las sirenas, las ambulancias, las patrullas van y vienen, ¿de dónde, a dónde?, recorren las calles con ese lúgubre sonido que advierte su presencia… ¿o augura un temible sino por una adictiva autodestrucción en un mundo sin paz? Las y los jóvenes pasan desapercibidos. Han desaparecido. Cuando desaparecen los hijos, los padres son los únicos que los buscan. Los paneles del Metro de casi todas las líneas están tapizados de nombres que dejan una amarga incertidumbre. Una semana, están pegadas las fotos esperando que alguien pueda decir: “yo lo vi”. El teléfono no suena, no se escucha el ring ring, los demás estamos muy ocupados escribiendo para el Premio Nobel de la Paz o estamos trabajando para un sistema que ya no funciona. Sin preguntarnos nada dejamos que el sistema como carcacha oxidada ruede hediendo a podrido; al sistema lo pudrió la corrupción, los años pasaron y ¿cambiamos? La corrupción sigue incrustada en nuestros cuerpos, en la sangre, en nuestra Historia. Ahora, ¿qué es o qué entendemos por esa palabra que a diario padecemos y reproducimos?, ¿cómo se reproduce?, ¿quién y quiénes la reproducimos? Decimos: “Nos vemos obligados a entrar al sistema de corrupción”, a ese tejido de corruptelas, de compadrazgos de pulque, tequila y champagne… las justificaciones son innumerables, siempre hay inventiva ynecesidades para crearlas. Las necesidades, nuestrasnecesidades ¿justifican que nos corrompamos?  Si no le entras, entonces no te entregan lo que es tuyo-nuestro, sólo hay color azul, verde, rojo, amarillo; sólo hay educación que te enseña a obedecer o mandar con un poder que pisotea y discrimina.
 
Lugares comunes
 
Gobierno, sociedad, religión, academia: para el cambio que se busca no sólo se comienza haciendo evidente un problema cuando éste ya es palpable. La marcha del 6 de abril encabezada por Javier Sicilia dio indicio de que algo iba a pasar, el camino es largo y las llamas comienzan a quemar muy cerquita los pocos árboles que quedan en la ciudad de México. La violencia que nace, que construimos, que dejamos que se nos incruste y que no dejamos que se nos salga, mata. Como ciudadanos evadimos la pregunta de hasta qué punto somos responsables de lo que está sucediendo. Nosotros al establecer un pacto con aquellos que nos “representarían y que administrarían los ingresos obtenidos de nuestros impuestos para luego distribuirlos en forma de educación, salud, vivienda, equidad, etcétera”, depositamos en sus manos nuestra confianza y abusaron; se crearon reglas, leyes, mecanismos que debían cumplir, lo cual no han hecho a nuestro favor. Los ciudadanos tenemos que estar pendientes cuando las reglas no son aplicables para el contexto en el que nos desenvolvemos como individuos y colectivos, reglas que hablan de nuestras relaciones, de cómo nos relacionamos sin llegar a la violencia.
Nos hace falta hablar de aquello que consideramoscultura ciudadana, eso que pareciera que todos entendemos y que sólo unos cuantos la han definido según sus intereses. En México la “cultura ciudadana” ha sido la del mexicano que vota y no conoce quién lo representa y qué obligaciones tiene, en México la religión interioriza la salvación individual a través de la conversión “obligada”, porque si no te conviertes entonces tu familia se ve fracturada; tienes que tomar una decisión “comulgar con ellos aunque no creas o te alejan de ellos”. En México, después de más de cinco siglos de historia, la Historia no nos ha enseñando nada, porque la Historia ha sido secuestrada por la academia amordazada por los estímulos, la academia tiene un brillo que no merece y que se ha opacado con el tiempo -están envejecidos los engranajes-. Las pruebas son claras: tenemos un país analfabeto, en su mayoría sólo dominan un vocabulario de cien palabras y cada vez escuchamos menos. Esa academia que mira los acontecimientos desde su caja de cristal no sirve para mucho.
Como país, como caminantes en la trayectoria de la vida tenemos que recuperar valores de respeto, solidaridad, amor y ese interés por lo que nos rodea, tenemos que educarnos sin desvincularnos de la política, de la toma de decisiones y transmitir las herramientas que nos permitan una nueva relación entre ciudadanos, entre el Estado y la sociedad, entre la tierra y el humano. Pero cómo hacerlo cuando no hay espacios para la expresión, el intercambio y la conversación, accesibles, con una perspectiva de género, abiertos y sin discriminación de ningún tipo; cómo hacerlo cuando perdimos nuestra capacidad de comunicarnos; cómo hacerlo cuando los recursos han sido despilfarrados por los funcionarios que viven de la política, cuando estamos endeudados y ahora con las crisis tenemos el riesgo de que nos cobren más pronto de lo que pensamos (Estados Unidos ha comenzado la carrera electoral y no pinta nada bien); cómo hacerlo cuando se destinan recursos para rituales absurdos que ya nada le dicen al mexicano, que ya no le dan identidad.Izar la bandera, para qué cuando la desconfianza ya se nos incrustó. ¡Traición, traicioneros!, traicioneros ellos, los políticos, los científicos-académicos, los artistas, los “ciudadanos y las ciudadanas” que no les mueve nada; el miedo, la pereza y la mezquindad son las características que identifican a este país que va a la deriva.
 
Mentes obtusas, oídos sordos, ojos ciegos, corazones mezquinos, manos vacías. Los niños no consumen cocaína, mariguana u otras drogas caras, estamos en crisis. Los niños consumen thinner y cemento, por barato, porque se consigue fácilmente y porque con eso el cuerpo les resiste para mal pasarla y vivir mucho menos. Mentes obtusas, oídos sordos, ojos ciegos, corazones mezquinos, manos vacías que nada les importa. México un país sin ciudadanos.
 
Norma Páez
11.09.2011

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