29 de junio de 2011

Las Crónicas de Spectator: Agendas ocultas

Las Crónicas de Spectator: Agendas ocultas


Agendas ocultas
Empezaremos por afirmar aquí categóricamente sin temor a incurrir en error alguno que la guerra en contra de las drogas emprendida por Felipe Calderón a los pocos días de haber asumido la Presidencia de México metiendo al Ejército en esa loca aventura jamás fue una guerra ni de México ni de los mexicanos, desde un principio fue una guerra iniciada desde los Estados Unidos 40 años atrás con la intención de que otros países como México y Colombia pagaran con su cuota de sangre y su economía los costos humanos de dicha guerra.

La “guerra contra las drogas” empezó, para ser precisos, el 17 de junio de 1971, o sea exactamente hace 40 años, a partir de una proclama emitida por el entonces Presidente Richard Nixon emanado del derechista Partido Republicano:





Y de hecho, fueron dos guerras las que se desenvolvieron bajo Richard Nixon, ambas igualmente desastrosas para los norteamericanos: la guerra de Vietnam y la“guerra contra las drogas”. La primera terminó en una senda derrota que sepultó el mito de la invincibilidad militar norteamericana, y la segunda también resultó ser no solo una guerra perdida sino una verdadera pesadilla que terminó por alcanzar a los vecinos del Sur, a los mexicanos.

De Richard Nixon lo menos que se puede decir es que fue quizá el Presidente más corrupto en toda la historia de la Unión Americana (es el único que ha renunciado a su cargo). Aunque su renuncia -forzada por las circunstancias- se debió a causa del escándalo de Watergate, existe la sospecha generalizada de que Nixon incurrió en otros crímenes que nunca fueron investigados. Y nunca fueron investigados porque su sucesor, el también Republicano Gerald Ford, lo primero que hizo en cuanto tomó posesión de su cargo tras la salida de su defenestrado antecesor fue extenderle un perdón por cualquier delito que hubiera cometido mientras fue Presidente. No sólo lo perdonó por los actos ilegales en que incurrió en el asunto de Watergate, lo perdonó por cualquier delito que hubiera cometido mientras fue Presidente, extendiéndole un cheque en blanco. La aceptación Nixoniana del perdón presidencial concedido por Gerald Ford conlleva una admisión implícita de culpabilidad (aquél que es realmente inocente no tiene necesidad de andar aceptando indultos ni perdones de nadie a sabiendas de que no habrá pruebas ni testimonios en su contra y que el paso del tiempo terminará por reivindicarlo). Y nadie sabe hasta la fecha de que otras cosas se le perdonó porque se trató precisamente de un cheque en blanco. De cualquier modo, haciendo gala de cinismo e hipocresía hasta el final de su existencia, Nixon negó haber tenido algo que ver en el asunto que acabó con su Presidencia, pese a su aceptación del indulto presidencial concedido por Gerald Ford (en 1915, la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos en un caso célebre decidió que la aceptación de un perdón equivalía a una admisión implícita de culpabilidad). Esta era la calidad moral del defenestrado ex-Presidente que hace 40 años inició la “guerra contra las drogas” que Felipe Calderón hizo suya a costillas de la sangre y las vidas de 40 mil mexicanos. (El pueblo norteamericano le cobró la factura a Gerald Ford por el indulto presidencial que le otorgó a Nixon votando en su contra en las siguientes elecciones presidenciales, instalando a Jimmy Carter en su lugar en la silla presidencial.)

Lo peor del caso es que, en la proclama de su “guerra contra las drogas”, muchos analistas han llegado a la firme conclusión de que Richard Nixon tenía otras intenciones ocultas que no tenían absolutamente nada que ver con “salvar a la juventud norteamericana de las drogas”. Uno de tales analistas es el irlandés Fintan O'Toole, el cual en un artículo elaborado el 13 de agosto de 1999 bajo el título “Drug war invented by Nixon to extend his power” (Guerra contra las drogas inventada por Nixon para aumentar su poder), señala lo siguiente:

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¡AMLO 2012!

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