7 de marzo de 2011

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Revista Contralínea | » Más allá de la censura: el alcoholismo de Calderón
Más allá de la censura: el alcoholismo de Calderón
Autor: Edgar González Ruiz *
Sección: Opinión

6 Marzo 2011

Por haber hecho alusión al “supuesto” alcoholismo de Felipe Calderón, por atreverse a sugerir que la Presidencia (espuria) debería aclarar ese asunto, que desde hace seis años es tema de conversaciones populares y desde mucho antes se ha ventilado en círculos panistas, la valiente y brillante periodista Carmen Aristegui fue despedida de la cadena MVS.

La rabieta de Calderón no se hizo esperar, a pesar de que la comunicadora no había afirmado que él fuera alcohólico, sino que sólo planteó la interrogante, de manera muy pertinente, con motivo de la protesta de varios diputados de oposición que en una manta sí lo afirmaban y cuestionaban por ello la capacidad de Calderón para gobernar el país.

Ciertamente, como señalaban esos políticos, un alcohólico, como en alguna medida puede serlo Calderón, no es el más indicado para gobernar el país, y cabe añadir que tampoco para encabezar una lucha contra las “drogas”, como pretende hacerlo él. Sobre todo, cuando ni siquiera tiene legitimidad, pues en 2006 llegó al poder mediante el fraude y la imposición.

Pero eso bastó para desencadenar la ira del “presidente” y de su jauría mediática, por lo que Aristegui fue acusada por MVS de violar normas éticas y fue implacablemente criticada, e incluso insultada, por una legión de periodistas y de medios incondicionales del poder.

Sin embargo, la única ética que parece regir en muchos espacios de radio, televisión y prensa es el elogio desmesurado, apabullante, ridículo, de Calderón y su gobierno, así como el ataque sistemático, artero, bajo, contra la oposición, como viene sucediendo desde la época de las campañas de 2006, cuando muchos medios, que representan intereses económicos, se unieron para defender a Calderón y para desencadenar la guerra sucia, plagada de insultos y calumnias, contra López Obrador.

Calderón quiere imponer en los hechos una especie de ley de lesa majestad, como las que hace siglos permitían a los monarcas aplicar los castigos más severos a quienes se atrevieran a incomodarlos de cualquier manera. Ahora resulta que concebir siquiera que Calderón pueda ser alcohólico debe considerarse como una gravísima falta a la moral.

Antes de que Felipe I, el Católico, llegara al trono –lo hizo con el apoyo de empresarios, obispos y militares–, había más libertad para referirse a su persona, de tal suerte que reporteros y políticos se referían en sus conversaciones a la afición de Calderón por los vinos y otras bebidas, como el tequila, pues nunca ha tenido fama de abstemio.

Durante su campaña presidencial, en 2006, el propio Calderón reconoció su gusto por la bebida en una entrevista que le hizo Víctor Trujillo, Brozo, y que todavía puede verse en la web (www.youtube.com/watch?v=WGf8qo3RCBo).

Uno de los testimonios acerca de su alcoholismo proviene nada menos que de Carlos Castillo Peraza, su amigo y mentor, quien el 30 de octubre de 1997 se dirigía en estos términos a Calderón, quien entonces fungía como presidente del Partido Acción Nacional: “…me pareció desconsiderado de tu parte no haber acudido a la cita de anoche, sin siquiera haber avisado, y me dolió y preocupó haberme enterado por boca de subalternos menores que el presidente del partido salió de la oficina ‘muy bien servido’” (es decir, borracho). Castillo Peraza también le decía en su carta: “… llamó asimismo mi atención un tema reiterado de conversación (en una junta que se había celebrado unos días antes): el de las aventuras más que frecuentes –etílicas y demás– de algunos de tus colaboradores” (el documento fue publicado en Proceso el 19 de octubre de 2009).

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