Felipe Calderón, ¿alcohólico? No sé. ¿Enemigo de la libertad de expresión? Seguro que sí.
Todo hombre y Gobierno que responde con represión ante la legítima crítica y el cuestionamiento, se convierte en padrino de sus defectos y en dador de la razón a sus críticos.
A Felipe Calderón, le molesta en demasía, que la opinión prevaleciente en los temas de relevancia pública no sea la suya ni la que el Gobierno federal nos trata de hacer creer a diario de manera pertinaz y sistemática a través, principalmente, de los medios masivos. Por cierto, propaganda multimillonaria pagada con tus impuestos.
Felipe Calderón se ha evidenciado como el que más, con una de sus peores facetas, aunque quizá la más autentica: la de un autócrata. La de un déspota que no tolera la disidencia y que opta por atajarla a como dé lugar. Un aprendiz de dictador, que decide socavar un elemento esencial de toda democracia plena, como la libertad de expresión, utilizando la censura vil cual vía para alcanzar sus objetivos de tinte totalitario. El ejemplo más ilustrativo también es el más reciente: el artero y descarado atropello en contra de la comunicadora Carmen Aristegui. Periodista a quien se exigió una disculpa pública por parte de la empresa MVS, en la que laboraba, a consecuencia de una pregunta abierta (porque al fin es eso, una simple pregunta, muy a pesar de los innumerables alcahuetes que le buscan tres pies al gato) hecha a Presidencia de la República, sobre la condición de salud del titular del Ejecutivo federal, en relación a un posible problema de alcoholismo. Pregunta hecha haciendo eco de un secreto a voces, de un rumor extendido en la opinión pública, que resulto por demás oportuna, perfecta y ventajosa para decretar su salida forzada del lugar preeminente que ocupaba en la radio, en la que devino en referente por méritos propios. Lugar del que no pocos deseaban a rabiar que fuera echada; lo lograron. Y que no vengan con la bufonada de que la decisión fue tomada de manera unilateral por la empresa, porque si así paso, ¿cómo se explica la posterior notificación enviada por parte de esta a Presidencia, de que Aristegui estaba por fin fuera? ¡Por favor!, que no nos chupamos el dedo, carajo.
Carmen optó por no claudicar ante los términos de tamaña desfachatez antes que transfigurarse en una pusilánime de la labor periodística. Como pusilánimes, ciertos hombrecillos entecos y vulgares, de consciencia barata y con una estatura moral (y no moral) mínima, que nomás cambiado el patrón, les es revelado como por efecto del embrujo de un chamán una realidad política diametralmente opuesta a su “renovado” criterio. En este tenor, las fieles voces que tratan de justificar el atropello a libertad de información no se hacen esperar.
Henchidos de alegría, ahora que una vez más una voz discrepante es borrada del escenario, ya que, digámoslo, no es la primera ocasión que así sucede en el actual sexenio, los asiduos gobiernistas se explayan en innumerables peroratas seguros de hacernos creer en lo lícito y bien intencionado del accionar de MVS y Los Pinos. Mientras tanto, la verdadera vocación de los gobiernos panistas sigue dejando huella, yaciendo protagónico, el ensañamiento calderonista en contra de las libertades democráticas que hoy toma por objetivo a la libre expresión.
A todo esto, cual en tiempos del priísmo más rancio y recio, diría Felipe de Jesús Calderón Hinojosa:”Haiga sido como haiga sido”.
Estamos de luto. ¡Hazme el chingado favor!
Cortesía de Abogado
¡AMLO 2012!
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