19 de enero de 2011

José Alfonso Suárez del Real: Cuando los cines se van…

Cuando los cines se van…

“La televisión es el espejo donde se refleja
la derrota de todo nuestro sistema cultural”
Federico Fellini

Por: José Alfonso Suárez del Real y Aguilera
Siempre que me llega la noticia del cierre, transformación o demolición de alguna sala de cine de antaño, como es el caso del Cine Teresa, viene a mi memoria --no sé por qué--  la desolada imagen de La Familia Rosales, encarnada por Don Fernando Soler, Doña Sara García y Joaquín Pardavé,  en aquella extraordinaria película de Juan Bustillo Oro, Cuando los hijos se  van, en donde viejos y acabados se quedan solos, y es que con el cierre o desaparición de aquellas magníficas y sólidas construcciones, se va desvaneciendo la etapa de esperanza y de confianza de la sociedad de nuestros padres y abuelos, que veían un promisorio futuro en donde ahora sólo hay violencia, sangre, miseria y corrupción.
A principio de esta década, al igual que muchas otras salas, el Cine Teresa fue víctima de la entrada en vigor la leonina cláusula del TLCAN que avasalla a nuestras industrias culturales mexicanas y que sumió a la industria cinematográfica mexicana y a las salas de cine de antaño al ostracismo por parte de las compañías extranjeras que se apoderaron de los canales de distribución y de exhibición, excluyendo de estrenos taquilleros a éste y otras grandes salas de cine, como a la producción de cine nacional.
Es injusta situación sumió al Teresa en el abandono y en la equívoca decisión de aferrarse a subsistir con la exhibición de pornografía, con toda la carga marginal que ello le conllevó, y que tras enésimas clausuras cedió a la presión inmobiliaria para desembocar al final de su vida en ese híbrido autorizado por el INBA que los transformará en “Mall” con multicinémas.
Atrás quedó el enorme orgullo y aprecio estético que el propietario de la empresa sentía  por aquel portento arquitectónico, que una noche templada de junio de 1942 abrió sus puertas al selecto público capitalino con la película El Hijo de la Furia en donde Tyrone Power, George Saudels y John Carradine llenaron las expectativas del público femenino, en la que además del extraordinario homenaje estético a la feminidad,  todas y cada una de sus facilidades fueron pensadas para hacer sentir a cada espectadora el centro de la sala de exhibición.
Y así lo atestiguan tanto la ornamentación Decó, como la funcionalidad de la escalera monumental, los salones fumadores, los baños para damas, las musas en relieve de la pantalla, la copia de la Venus de Canova del vestíbulo y el mural representando a las divas de la cinematografía mundial.
La devoción del propietario a la mujer le llevó no sólo a exigir al arquitecto Francisco Serrano cuidar esos detalles en el diseño y construcción de la sala, lo que, por ese simple motivo la hace única al ser la primera en adoptar una arquitectura de género, tan ausente en esa disciplina constructiva. Aunado a ello, fue en este cine en donde se inició la estrategia comercial de brindar a las “damas metropolitanas” una tarifa preferencial.
Hasta los años setenta del pasado siglo, el Cine Teresa cumplió la función para la que fue concebido y administrado, un espacio aglutinante de la sociedad, que, - al igual que el resto de las salas cinematográficas de su época-  rescató el espíritu colectivo del teatro griego, al propiciar la catarsis colectiva en oleadas de 2 mil a 7 mil espectadores por función - según el aforo de la sala-, en quienes compartimos emociones, romances, suspensos, aventuras e intrigas, que dieron pauta a la convivencia familiar, a la generacional, a la charla durante semanas y por tanto a la construcción de un imaginario colectivo, que hoy compite contra la individualización de sensaciones y sentimientos que nos distancian de las generaciones más jóvenes, cuyo aislacionismo sólo cede a compartir percepciones inconexas, al tiempo que rechaza la colectivización de sentimientos.
Esa nueva realidad social es contradictoria consecuencia de un proceso de expansión tecnológica que a la vez que nos globaliza, nos aísla de las emociones colectivas, y cuyo paradigma es, - como afirmó el genial director de cine Federico Fellini-,  la derrota de todo un sistema cultural que se sustentó en la catarsis y que fue avasallado al constreñir la visión de la vida a una pantalla que domestica libertades, que provoca frustraciones, egoísmos, que exacerba el consumismo - como reafirmación del ser banal-,  e induce a la ignorancia como instrumento de sujeción de sus televidentes, sobre todo en nuestro país.


¡AMLO 2012!

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