17 de enero de 2011

DOLIA ESTÉVEZ: EXPLOSIVO CÓCTEL

EXPLOSIVO CÓCTEL, El Semanario
EXPLOSIVO CÓCTEL


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Dolia Estévez
Perfil
Corresponsal en Washington y especialista en temas internacionales

La retórica incendiaria y las armas de fuego, mezcladas, pueden producir un cóctel catastrófico. Es difícil segregar la masacre en Arizona, que dejó seis personas muertas y 14 heridas, entre ellas a la congresista demócrata Gabrielle Giffords, del violento discurso político del movimiento de extrema derecha Tea Party. Aunque no se ha determinado si Jared Loughner, el presunto asesino de lo que Barack Obama describió de “abominable tragedia”, tuvo motivaciones políticas, las palabras tienen consecuencias y afectan el estado anímico de la gente, mas aún en lugares donde la intolerancia ha polarizado a la sociedad como Arizona.

Los escritos de Loughner delatan a un joven bipolar, resentido con la autoridad y socialmente hostil. Pero también a un individuo frágil y susceptible a las metáforas violentas de Sarah Palin, el “cerebro intelectual” del Tea Party, y de sus comparsas mediáticas como Glen Beck de la cadena FOX. En 2010, Palin publicó un mapa, con los 20 distritos demócratas a ser derrotados, identificados con la mira de un rifle. Giffords respondió advirtiendo contra las “consecuencias” de señalar a su distrito bajo la mirilla de un fusil. El sábado, después de la masacre, Palin retiró el mapa de su página web oficial, pero no de su Facebook.

Durante la campaña electoral de noviembre, Palin, a quienes los medios consideran mediáticamente atractiva debido a su profunda ignorancia y comentarios provocadores, exhortó a “no retroceder, sino a recargar”, analogía con cargar un arma. Candidatos del Tea Party han instado a sus seguidores a levantarse en armas y a aplicar el “remedio de la Segunda Enmienda” (derecho a portar armas) contra sus enemigos. A Obama lo tachan de tirano, socialista, nazi y hasta terrorista. El blanco central de este intoxicado discurso es la reforma de salud de Obama, calumniada de intervencionista y promotora de la eutanasia. En 2010, Giffords votó por dicha reforma lo que provocó el bandidaje de su sede en Tucson y amenazas de muerte en su contra.

El atentado contra su vida cimbró a la clase política en Washington. Se escucharon promesas de bajarle el volumen a la virulencia demagógica. Pero, dada la intransigencia particularmente de la derecha radical, las buenas intenciones pueden resultar efímeras. El tiempo dirá si Tucson es la tragedia que la hará recular o la primera de muchas por venir.

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