DESAFORTUNADO SECUESTRO DE DIEGO** Luis K. fong
Publicado el 26 Diciembre 2010
El secuestro —independientemente de si fue eso u otra cosa— de Diego Fernández de Ceballos R., así como su posterior liberación fueron sucesos desafortunados para quienes estamos combatiendo al régimen de Calderón, tanto por no ser claramente legítimo, como por la atroz manera en que se ha concretado este gobierno, potenciando la violencia, dificultando la convivencia y amenazando siempre con la represión a quienes disentimos.
Con los datos que tenemos hasta ahora, no podemos definir si el secuestro fue auténtico, o como han afirmado diversas fuerzas políticas y comentaristas en lo particular, fue un acto simulado para ganar lo que urge al régimen, legitimidad a través de la lástima. Aunque encontramos muchas incongruencias en lo informado oficialmente, no creemos tener suficientes datos para calificar así el suceso.
Sin embargo, independientemente de que fuera un grupo guerrillero que lo privó de su libertad para hacer avanzar sus intereses ideológicos-políticos, como dice el estado, o bien un golpe mediático que se gesta ante la posibilidad del derrumbe electoral del partido en el poder, sigue con una conveniente ausencia más o menos salpicada de noticias esporádicas y culminada con una liberación, precisamente cuando ha estallado un ducto de Pémex y en Chihuahua es asesinada nuestra compañera Maricela Escobedo, decimos independientemente de ello, el acontecimiento resulta ser muy conveniente para el poder.
El comunicado de los presuntos secuestradores tiene elementos, demandas, giros del lenguaje y posiciones que compartimos en mayor o menor grado quienes resistimos desde la izquierda, consecuente o no, al régimen panpriísta. Especialmente en la parte donde dice que el actual gobierno ya es incapaz de dar salida a la situación catastrófica en que se metió y que el pueblo organizado tendrá que darse no sólo un nuevo gobierno, sino nuevas formas de conducir la colectividad que somos la república mexicana.
Por otro lado y desde antes, pero principalmente durante los siete meses que duró el presunto cautiverio, la derecha, su gobierno y quienes han querido hacerle el juego, han labrado meticulosamente una trinchera que ahora ocupan y desde la que piensan lanzar una ofensiva total: han designado a tres delitos patrimoniales como el flagelo al que atribuyen todos los males, principalmente el de su fracaso o limitación como garantes de la seguridad. Se trata del robo, la extorsión y el secuestro. Principalmente estos dos últimos.
Y esto no puede extrañarnos. Son delitos que generalmente afectan a las clases poderosas, pero con el deterioro acelerado de las instituciones burguesas han comenzado a perjudicar también a capas cada vez más amplias de las llamadas clases medias, es decir, la pequeña burguesía.
La barbarie, como todos sabemos, comenzó con una supuesta guerra al narcotráfico. Cuando las limitaciones lógicas —ya no militares o de otra índole— se hicieron patentes, Calderón viró; declaró expresamente que su blanco ya no era tanto las organizaciones que delinquen contra la salud, sino contra la seguridad y enumeró claramente los delitos de que hablamos: el robo, el secuestro y la extorsión.
Con ello ganó un poco de oxígeno, pues quienes desde arriba comenzaban a criticarlo primero y luego a separársele, como la señora Wallace y quienes desde la resistencia blanca le increpaban, o bien los sectores burgueses de ciudad Juárez que en las mesas de aquel foro inenarrable “todos somos Juárez” lo tundieron, ahora regresan paulatinamente, la Wallace con un premio como defensora de derechos humanos, los capitalistas juaritos de una u otra forma, desde llamadas a hablar con el diablo, hasta declaraciones francamente de rendición ante la necesidad de traer más y más tropas.
Con estos dos elementos, la trampa está puesta: ahora quien hable de reivindicaciones políticas populares, quien señale a Calderón en lo federal y a Duarte en lo local como dos gobiernos obsoletos, quedará en el campo de los captores de Diego, no sólo como críticos, sino como secuestradores y extorsionadores. Por lo tanto, reos de represión inmediata.
Estamos entonces ante una ofensiva preventiva. Algo similar a lo que hizo George W. Bush y todavía usufructúan Obama y Hillary Clinton: se declara terrorismo el ataque a las torres del Word Trade Center; se generaliza: se tipifica toda protesta, ataque, dicho o actividad contra el gobierno como terrorismo y se equiparan estos actos con el del once de septiembre. Luego todas las organizaciones que mínimamente sean críticas, pasan a ser terroristas.
Así aquí, si decimos algo similar o concordante con el manifiesto de los presuntos captores de Diego, seremos secuestradores y extorsionadores, es decir, lo peor de la sociedad, el blanco de las políticas públicas de seguridad, los responsables, según Calderón, de la barbarie que él mismo propició y alentó durante cuatro años.
¿Qué hacer ante esto?
Defensa preventiva. Primero se denuncia el plan para que no sorprenda a nadie. Ello, por sí mismo, restará filo a las acusaciones que puedan levantarse posteriormente. Segundo, se documentan todos los dichos y hechos que vayan concordando con la teoría e inmediatamente se denuncian ante la gente, no como hechos aislados, sino como parte de la estrategia que prevenimos. Y tercero, pero no por ello menos importante, explicamos muy pacientemente que el hecho de coincidir en muchos de los puntos del manifiesto de estos presuntos captores o de muchos otros grupos, no quiere decir necesariamente que compartamos sus métodos o la oportunidad de sus actos, que nosotros todavía creemos que cuando la mayoría se una, se organice y se movilice, no tendrá necesidad de utilizar la violencia, somos tantos que organizados es imposible que se atente contra nosotros de cualquier manera.
Con lucha y conciencia, así se va formando la Doble Resistencia/La gota que con otras formará el torrente
Chihuahua, diciembre de 2010.
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