15 de noviembre de 2010

RENE DELGADO: LA OCUPACIÓN

Grupo Reforma
René Delgado
OPINIÓN
Sábado 13 de noviembre 2010


Ante el agotamiento de la fuerza policial municipal, estatal y federal, así
como de la fuerza militar nacional frente a la creciente violencia, dominio
y presencia criminal en distintas regiones del país, no hay por qué darle
muchas vueltas a la pregunta: ¿qué puede, ahora, ocurrir?

La secuencia lógica es ineludible: viene la ocupación amable -es un decir-
del país por una fuerza militar extranjera, con o sin uniforme, que en este
caso no es ni puede ser otra que la estadounidense. En esta historia es casi
imposible pensar en los cascos azules.

¿Resulta escandalosa tal afirmación? De entrada lo es; de salida, no. Hay
manifiestos indicios históricos, geopolíticos, diplomáticos y políticos que
en esa dirección apuntan. Por lo demás, el sentido común hacia allá hace
voltear.



Uno. El indicio histórico continental es claro. El Estado que tanto admira
el gobierno mexicano pero con el cual, absurdamente, le irrita que se le
compare, Colombia, tuvo ese curso.

Bajo la sombra de la cooperación, ese país vivió y vive -dice vivió y vive,
no sufrió y sufre- esa ocupación militar. De la creciente presencia
estadounidense en Colombia se pasó a la instalación de bases militares.

Si los colaboradores presidenciales mexicanos, en verdad, ven en Colombia el
modelo a seguir, no pueden ocultar esta parte de la realidad a su jefe, el
presidente Felipe Calderón.



Dos. La Iniciativa Mérida, que así se denomina porque al gobierno mexicano
le provocaba urticaria que se llamara Plan Mérida, dada su homologación con
el Plan Colombia, toma sus fondos de una partida destinada a Estados
fallidos.

La propina de mil 400 millones de dólares trianuales con que Estados Unidos
recompensa el esfuerzo mexicano contra los cárteles de la droga -vamos, la
guerra contra el crimen-, que le cuesta a México 10 mil millones de dólares
anuales, proviene de la Ley de Gastos Suplementarios.

¿Qué otros países están en esa bolsa de Gastos Suplementarios? Pues nada más
que Afganistán e Iraq. Pensar que es una mera coincidencia que, ahí, estén
los fondos de la Iniciativa Mérida es una inocentada. Están ahí porque
conceptualmente Estados Unidos ahí ubica el motivo del gasto que les
representa, así sea reducido, la ayuda destinada a la guerra de México
contra la droga.

Cuando se comparan las partidas destinadas a Afganistán e Iraq frente a la
que se otorga a México, se va uno de espaldas, la diferencia es abismal.
Pero no puede ignorarse un detalle: en Afganistán e Iraq la presencia o
intervención estadounidense es directa y militar. Hay, pues, un control
directo sobre los recursos que a aquellos dos Estados fallidos se destinan.



Tres. El nombramiento del embajador Carlos Pascual asombró, en su momento,
por su especialidad académica, diplomática y política en Estados fallidos.

Puede creerse que tal especialidad y experiencia nada tuvieron que ver con
su designación como embajador de Estados Unidos en México. Puede pretenderse
eso, pero, con todas las críticas que se puedan hacer al Departamento de
Estado en el nombramiento de sus embajadores, no puede ignorarse que
responden a la circunstancia específica de la realidad donde esos
embajadores habrán de representar los intereses de Estados Unidos o incidir.

Es una tontería pensar que es una mera coincidencia que el embajador Pascual
sepa de reestabilización y reconstrucción de sociedades en transición por
conflictos o desacuerdo civil. Es mejor reconocer que, justamente, por esa
especialidad y experiencia está aquí.



Cuatro. La afirmación hecha a principios de septiembre por la jefa del
Departamento de Estado, Hillary Clinton, comparando a México con Colombia,
que tanta irritación causó aquí y llevó al presidente Barack Obama a entrar
al quite, quizá pecó de falta de delicadeza frente a la susceptibilidad
mexicana pero, sin duda, respondió a los informes que la embajada
estadounidense envía a su canciller.

Clinton dijo que México "se está pareciendo más y más a (sic) como se veía
Colombia hace veinte años, donde los narcotraficantes controlaban ciertas
partes del país". Y agregó: "enfrentamos una creciente amenaza de una bien
organizada red de tráfico de drogas que está, en algunos casos,
transformándose o haciendo causa común con lo que nosotros consideraríamos
una insurgencia en México y América Central".

Sin duda no fueron producto de la imaginación las afirmaciones de la señora
Clinton. A los servicios diplomáticos y de inteligencia estadounidenses se
les puede atribuir errores de interpretación de la información, pero no en
la recolección y provisión información.

Desde luego, el presidente Obama y el subsecretario Arturo Valenzuela
trataron de suavizar el dicho de Clinton. La diplomacia corrió por cuenta de
ellos, el dato político duro por cuenta de la canciller.



Cinco. Los daños colaterales de la guerra, que dicen que es lucha, no sólo
alcanzan a víctimas civiles nacionales, ya tienen un derrame continental o
transfronterizo.

La matanza, explotación y tráfico de indocumentados centroamericanos por
parte del crimen organizado mexicano, el frecuente cierre de puentes
internacionales con Estados Unidos, los sobrecostos que la inseguridad
provoca a la inversión extranjera (y nacional), la imposición de tributos
paralelos a los oficiales son fenómenos que hablan de un derrame del
conflicto mucho más allá de lo que un Estado sólido puede tolerar.

Aunado a ello, el surgimiento de fenómenos como el éxodo o el surgimiento de
"desplazados" por la guerra en territorio nacional advierte que, con o sin
aspiración política, el crimen está tomando control o gobierno de distintas
regiones del país. No se han recuperado territorios, se han perdido.



La lógica y los indicios apuntan en la dirección de la ocupación del país
por una fuerza militar estadounidense, oficial o no, que intente hacer lo
que durante cuatro años no ha conseguido la fuerza policial y militar
nacional: replegar y someter al crimen que, en la diversificación de su
actividad y dominio, disputa al Estado mexicano facultades y funciones
exclusivas.

No hay brizna de deseo en lo que aquí se escribe, pero tampoco ceguera para
negar la realidad.

Quizá el desinterés del gobierno estadounidense por apoyar y ayudar
comprometidamente al gobierno en la guerra contra el crimen, derive de un
cálculo frío: dejar madurar la crisis que vive el país y evitar, así, que la
ocupación militar se tome como invasión o intervención inaceptable.

Cuanto está ocurriendo hacia allá apunta, que nadie se asombre si sucede lo
que los indicios anticipan.

¡AMLO 2012!

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