24 de septiembre de 2010

Revista Contralínea | El grito de 3 mil millones de pesos

Revista Contral�nea | � El grito de 3 mil millones de pesos


El grito de 3 mil millones de pesos
Autor: Álvaro Cepeda Neri
Sección: Conjeturas

22 SEPTEMBER 2010

Mientras Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y su séquito e invitados se entregaban a su fiesta para celebrar el inicio de la revolución de 1810 (pero no sus consecuencias contra los malos gobernantes, que ahora mismo los panistas representan con sus amigos-enemigos del perredismo chuchista de Ebrard), las desgracias continuaban en varias entidades del país: Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Quintana Roo, Chiapas, etcétera, a causa de las enfurecidas tormentas que han dejando casi 1 millón de mexicanos en condiciones de hambre, sin hogar, incomunicados, y todo su entorno devastado. Y a los cuales les hubiera venido muy bien que 3 mil millones de pesos se hubieran invertido en socorrerlos y que la nación hubiera comprendido que, en lugar de circo y PAN, las fiestas del grito hubieran transcurrido en la más austera conducta republicana.


Pero no. Calderón y su secretario (¿y heredero, no ya para la Presidencia de la Republica, sino únicamente para la candidatura panista?) de Educación –cada vez menos pública y desapareciendo cada vez más– decidieron festinar el 15 y 16 de este septiembre con cenas, comidas y desayunos para sus invitados; el viaje a Guanajuato, y “estrenando” aviones usados en el genocidio de Afganistán; mientras él, Calderón, permaneció mudo durante varios minutos al ofrecer una de las comilonas, porque sus empleados no le llevaban el escrito de su discurso para volver a echarles porras a sus militares y el buen camino que sigue su gobierno, mintiéndole a sus convidados y creyendo que nos tomaba el pelo.

La ciudad de México fue sitiada policiaca y militarmente. Los que se arriesgaron a ir al desfile la noche del 15 fueron sometidos a toda clase de vejaciones: esculcados los hombres, los niños y las mujeres. Y en un momento dado, ya no permitieron el acceso, para que con más presencia los cuerpos de seguridad no se dieran abasto y poder controlar a los pocos: no fuera a ser que se atrevieran a gritar “¡Muera el mal gobierno!”. Parecía la capital del país víctima de un golpe de Estado militar. Los mantuvieron atrás de las vallas, como mirones que recodaron sus días cuando fueron presidentes del montón. Zedillo despreció la invitación; Echeverría y De la Madrid, antes que asistir como momias, declinaron desde sus tumbas-casas donde se esconden.

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¡Es un Honor Estar con Obrador!

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