3 de septiembre de 2010

LUIS K´FONG FIERRO: Silencio y ruido incómodos

Silencio y ruido incómodos
Luis K’Fong
Esto de plano debe ser mala suerte:
Ahora que prendí la Tv para que me hiciera ruido mientras imprimía unas invitaciones a la Octava Kaminata contra la Muerte, trampé al chapo declarando.
Bueno, en realidad se trataba de Calderón dando su informe. No a la representación nacional que se supone es el Congreso de la Unión como antes, sino a un nutrido grupo de notables que seguramente garantizaban de algún modo que no harían aracles mientras se lucía el chaparrito.
Estaba en el mero punto de lo que él llama “seguridad”. Y como si nunca se fuera a cansar, nos repitió la misma de hace uno, de hace dos y de hace tres años: “admito —decía— que el asunto más importante de mi gestión ha sido el de la inseguridad. Ésta se debe a la incesante lucha entre los cárteles por el mercado…” o algo así, porque ni modo de grabarlo, ¿para qué?, si casi me lo traigo de memoria.
Según esto —y ahora lo confirman las declaraciones de la obesa Barbie—, los narcos, díscolos como son, “comenzaron a mirarse mal entre ellos” —esto sí es textual y lo aportó el lugarteniente que en capilla espera su deportación o el más cómodo cefereso—. Violentos, como también son, les dio por darse de tiros y todavía no terminan.
Luego, intervino el estado con sus inmensos recursos: policías de todos los colores y sabores, ejército y la muchas veces heroica armada mexicana que se ha venido a tierra firme todavía no sabemos por qué y, confesión expresa, complicó las cosas.
Les metió una preocupación inaguantable que aumentaron sus tiros, sus levantones, sus ejecuciones extrajudiciales, sus colgados en los puentes… hasta llegar casi a treinta mil bajas inexplicadas cabalmente todavía.
Me dio coraje, la verdad. Porque esa explicación —ya lo he dicho y escrito muchas veces— no da cuenta de la masacre de Tamaulipas, de las razias contra indigentes, de los asesinatos en fiestas o escuelas de jóvenes, ni siquiera de muchos de los llamados “ejecutados” que jamás meten las manos para defenderse. Tomé el control, oprimí le gatillo y fui a dar con alivio supremo a “Ellas con las estrellas”, a quienes dejé que parlotearan como estruendo de fondo.
Mientras, en esta sufrida capitalita de provincia se estrenaba un nuevo estilo de horrorizar, ocho calcinados en un vehículo fueron encontrados al norte de la ciudad; otros dos, con las manos atadas “debajo de la espalda” (sic) fueron primero abandonados y luego encontrados en los ganes de las Quintas Carolinas; un policía municipal, coordinador de Betas —con B, no con Z— y ejecutor del arresto de cinco extorsionadores, es baleado al estilo antiguo en un crucero donde apenas hace un mes distribuimos nuestra propaganda contra la guerra, la muerte y la inoperancia estatal; uno que está a menos de cincuenta metros de la escuela donde trabajan dos de nuestros camaradas, a las ocho y treinta AM, cuando apenas han terminado de entrar sus “enanos”.
Todo esto me lo dicen los “diarios” digitales que alcanzo a revisar en los ratitos que me da la goteadora —la impresora donde estoy haciendo las invitaciones—. Entonces me siento frívolo, porque mis vecinos del Infona deben estar oyendo a las mujeres de la Tv que se escandalizan con el divorcio de no sé cuál “famosa”.
Retomo el control remoto. Vuelvo a disparar y regreso al informe: “ganaremos cuando la ciudadanía se percate de que los culpables son los delincuentes organizados, no el estado que intenta protegerlos de ellos, cuando consigamos la unidad por encima de las diferencias partidarias, por legítimas que sean…” Cuatro años y la “unidad” ausente, con tanto que la necesitamos para parar la muerte, me digo con ironía incontenida y suelto un ¡carajo!, que nadie oye, por el ruido de la goteadora, por el de la tele…
Tercer disparo del invisible rayo de control remoto y reusado por hoy. La Tv calla y el silencio pesado vuelve a apoderarse de mi estudio. Las invitaciones casi están listas, son para hoy, viernes 3 de septiembre de 2010 a las 18:30 horas, en el cruce de las calles 37 y Carlos Fuero del barrio de Londres, vamos a kaminar de ahí al semáforo de la 20 de noviembre y Pacheco. ¿Qué más podemos hacer? Tal vez cuando seamos más los que nos atrevamos a salirle, porque los que hemos dejado de creer en los informes y la tele somos ya legión.
A lo lejos, como a tres cuadras, en la inefable Izalco, se rompe el silencio autoimpuesto, son tiros, cohetes o el martillo de un albañil, ya no sé, y nunca me voy a enterar, porque tal vez nadie lo “cubra”, últimamente pasan muchas cosas en mi ciudad que la prensa no recoge… y la telera menos.


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