¿QUÉ SIGUE?¿CARROS-BOMBA?
02/07/2010 - 06:00
Por: Francisco Rodríguez
SIEMPRE ACUCIOSO, EL lector Emilio Treviño se pregunta si ¿el asesinato del candidato priísta a gobernador en Tamaulipas es un augurio de mayor descomposición en el país? ¿Se incrementará la violencia que domina a México desde que Felipe Calderón asumió –“haiga sido como haiga sido”-- la presidencia en 2006? Él mismo responde que todo apunta a que así ocurrirá.
Para Treviño, el asesinato de políticos ya prendió la alarma de la clase en el poder, porque ya los están tocando a ellos (además, según Calderón, el 90% de muertos en su guerra provienen de combates entre los propios delincuentes; ergo, la gente de bien nada tendríamos qué temer), por lo que augura un escalamiento en la violencia por parte de los delincuentes, quienes sentirían en este momento que los acuerdos, tratados o pactos signados con los representantes de la Administración han sido traicionados.
“En ese sentido –me escribe en comunicación electrónica don Emilio--, en el terreno del ejercicio de la violencia, quizá no estemos lejos de la aparición gradual y creciente de los ataques con carros-bomba, una tecnología de guerra que no se ha empleado de modo masivo en el país, pero quizá estaríamos en los umbrales.”
Recurre mi corresponsal al libro Buda´s Wagon, a Brief History of the Car Bomb, de Mike Davis, que narra la evolución de esta arma, desde la carreta tirada por caballo y cargada con explosivos, que explotó en la esquina de Broadway y Wall Street, en Manhattan, causando 40 muertos y 200 heridos en septiembre de 1920… hasta nuestros días.
El autor indica que entre 1992 y 1999, unos 25 grandes ataques con carros bomba en 22 ciudades distintas del mundo produjeron mil 337 muertes e hirieron a doce mil personas, cuando se popularizó su uso en áreas urbanas cual táctica terrorista.
La experiencia más cercana (en lo geográfico) para Latinoamérica en lo referente a carros bomba sucedió en Colombia, con el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria. A fines de los 80´s, cuando el gobierno cedió a las presiones gringas para extraditar narcos a Estados Unidos, Pablo Escobar desató una oleada de terror cuyo eje fue atacar casi indiscriminadamente en las ciudades con carros bomba.
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