APOCALIPSTICK
Así se llama el más reciente libro de Carlos Monsiváis, noviembre 2009, Ed. Debate. Son las crónicas que resumen el surgimiento de una nueva especie: el Hommo Shilangus (se pensó nombrarla shilangus erectus, pero recién se descubrió al Legionarius Erectus, y en eso, en lo erectus, nadie compite con los legionarius).
En la aparición del Hommo Shilangus tienen una importancia fundamental dos luchadores y un ring. Los luchadores son el Pecado y la Culpa, el ring es el sexo. “La carne es débil y nada la debilita tanto como el sinfín de trampas de la urbe”. Así traduce Monsiváis las admoniciones decimonónicas que pretenden alejar a los pecadores del pecado. Después, el libro resume las décadas del siglo veinte, en las que, como dijera algún procurador panista, la guerra la gana la Culpa, aunque parezca que ganó el Pecado.
San Agustín, José Alfredo (¿hay otro?), López Velarde, Leduc, Paquita la del Barrio, el Tata Cárdenas, Raúl Velasco, Díaz Ordaz, la Familia Burrón y muchos más asisten a la Ciudad de México, en los párrafos de Monsi, para darle razones al surgimiento de la nueva especie. Los individuos que la integran viajan en el Metro, o en el Micro, o se embotellan; deciden marchar hasta cansarse, ¡pero no se cansan!; acuden con taparrabo al gran supermercado que fue la Plaza Mayor de la gran Tenochtitlán, siglos antes de que el concepto resurgiera en la sociedad de consumo estadounidense, para dar pie a la construcción del indiscutible templo de la sociedad moderna: el Mall, que empequeñece catedrales y palacios.
Es ahí, en el Mall, que para el caso de la Cd. De México es el de Santa Fe, donde la sociedad moderna pone a cada quien en su lugar: los pudientes que pueden comprar al chas, los mediopudientes que compran a plazos, y los nopudientes que, ante la imposibilidad adquisitiva, acuden en masa al Mall a vivir la experiencia de ver los bienes que tal vez consumirán en su otra vida. Generosamente, esos bienes también se dejan oler.
La portada de APOCALIPSTICK es el Acta de Nacimiento de la nueva especie. Expedida por Spencer Tunik, es la fotografía de veinte mil almas que se muestran vichis, como Dios manda, en pose de adoración, ante tres símbolos fundamentales: la Catedral Metropolitana, el tubo-tubo totémico (el asta bandera del Zócalo) y el edificio del Nacional Monte de Piedad (por lo que se ofrezca). Ese documento, esa foto, es representativa de las victorias culturales de la actual Ciudad de México, nunca tan grande: el aborto sin cárcel, sin vientres desgarrados; las sociedades de convivencia que culminan en el matrimonio para todos (las y los que quieran); y el desnudo masivo del Hommo Shilangus que muestra toda su fuerza, y sus miserias, ante el signo primario de la burocracia que esconde las llaves del cielo.
Los últimos capítulos del libro atienden eventos a los que Monsiváis les atribuye una línea de contigüidad histórica. Las campañas de 1988, con todo y fraude salinista; el ingreso del llamado Zapatour (2001) a la metrópoli, en el que Monsi advierte el relevo generacional de la izquierda, al tiempo que pregunta “¿Qué tan lejos estamos del Rollo Popular Prolongado?”; y la marcha contra el desafuero de López Obrador (2005), en la que percibe la metamorfosis de esa misma izquierda: “lo político (la participación individual y colectiva) se desentiende de la política (la ronda maltrecha de las apetencias y la demagogia)…”
Los requisitos de ingreso al Cielo se han endurecido, según el anuncio de Lozano Barragán, cardenal mexicano. Los amantes de los gatos ya no tienen acceso. Si los pecados de Monsi no son suficientemente meritorios, tampoco tendrá cabida en los infiernos. Por eso, su lugar está en el más acá y no en el más allá. Tal vez a ello se deba que Carlos Monsiváis ha abandonado la sala de terapia intensiva y, ¡Gloria a Dios en las alturas!, regresa con nosotros, los mortales.
Bienvenido, ¡Oh, Gran Gurú!
Martín Vélez¡Es un Honor Estar con Obrador!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
#Dontriananews gracias por escribirnos