La guerra que llegó para quedarse
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Epigmenio Carlos Ibarra
2010-04-09•Acentos
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Cuando apenas faltaban unos días para la comparecencia del general secretario Guillermo Galván ante la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados, soltó el gobierno federal, por conducto del propio Felipe Calderón Hinojosa, uno más de sus ya característicos golpes de efecto.
Ante la inminencia de que el jefe militar anunciara que la guerra llegó para quedarse y el Ejército “salvo orden contraria del Ejecutivo —dijo el general— o decreto del Congreso” permanecerá en la calles por cinco o diez años más, Felipe Calderón intentó, de nuevo, con una maniobra de distracción, curarse en salud.
Colgado en el perchero dejó por unos días Felipe Calderón su uniforme verde oliva de comandante en jefe y se puso ese otro que tanto le gusta; el del reformador económico. El del hombre que intenta —pese a la incomprensión de los partidos y las maniobras de los diputados y senadores— “modernizar” el país.
Con bombo y platillo, ante los medios pero sin preocuparse, otra vez, en construir los consensos necesarios para hacerla realidad, anunció el envío al Congreso de la República, tomado de nuevo por sorpresa, de su iniciativa antimonopólica pasando así de las arengas bélicas —que tanto han desgastado su “imagen pública”— a la predica de la competitividad.
No aguantaba más Calderón la discusión abierta y cada vez más crítica de su doctrina de seguridad, de la estrategia de la guerra contra el narco y de los ayunos resultados que en la misma presenta un Ejército que, entre los civiles, se comporta como “chivo en cristalería” y cuya escasa, por decir lo menos, disciplina de fuego produce cada vez más “bajas colaterales”.
Había que redireccionar, con urgencia, el debate público; hacer que, en la agenda nacional, el omnipresente asunto de la violencia pasara, aunque fuera por unos días, a un segundo plano.
Para lograr su objetivo buscó Calderón una causa que pudiera resultar atractiva y rentable. Que concitara de inmediato simpatías y apoyos de propios y extraños y apostó así al “efecto piñata”.
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