12 de abril de 2010

:.: COSA PUBLICA :.: En la fracasada guerra contra el narcotráfico

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En la fracasada guerra contra el narcotráfico
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REVISTA SIEMPRE! / 2010-04-12

La marcha de la locura es el título de un libro escrito en 1984 por Bárbara W. Tuchman, miembro del grupo de intelectuales progresistas encabezado por Truman Capote que tuvo su sede en el bellísimo Cosmos Club de la ciudad de Washington. No se trata de una obra propiamente literaria, sino de una profunda y hechizante investigación sobre la insensatez de los gobernantes puesta de relieve en cuatro casos emblemáticos: la guerra de Troya, la reforma protestante, la independencia de las trece colonias del Atlántico y la guerra de Vietnam.

Al revisar la historia que subyace en esos notables acontecimientos, la escritora encuentra asombrosos paralelismos que le permiten postular una teoría en torno a la estupidez que tiende a envolver a quienes detentan el poder. En el caso de Troya, el pensamiento racional claramente indicaba que sus dirigentes debían sospechar de la posible existencia de un ardid cuando, al despertar, vieron que el ejército griego se había retirado en su totalidad, dejando solamente un enorme caballo en cuyo interior se ocultaban los enemigos.

La reforma protestante emergió cuando los papas de la época fueron incapaces de advertir los síntomas de una insatisfacción que como reguero de pólvora se estaba extendiendo por el centro de Europa. En su origen, la separación de las colonias no estuvo en la mente de los padres fundadores de esa nación, sino que fue la consecuencia de una larga cadena de imperdonables errores políticos cometidos por el rey Jorge III de Inglaterra, a quien en el cuerpo mismo de la declaración de independencia del 4 de julio de 1776 se le imputaron 18 cargos y al final se le tildó de mediocre, inepto e indigno de gobernar a los norteamericanos. El desastre en el que acabó la intervención de Estados Unidos en Vietnam estuvo precedido de abundantes síntomas para los cuales sólo hubo oídos sordos tanto en la Casa Blanca como en el Pentágono.

Tuchman se pregunta a qué suerte de patología podrían obedecer esas trágicas experiencias. La hipótesis por ella apuntada es sugerente en todos sentidos. Al respecto nos dice lo siguiente: I) la clave estriba en la insensatez de la clase dirigente y ésta tiene como puntal la inercia o el estancamiento mental, es decir, los gobernantes mantienen intactas las mismas ideas con las que llegaron al poder y se niegan a ejercer la facultad de aprender a través de la experiencia; II) en su primera etapa, la rigidez en las percepciones fija los principios y los límites en los que encuadran los problemas políticos; III) más tarde, cuando empiezan a aparecer las disonancias y las fallas, esas percepciones se vuelven duras, casi inexpugnables, arribándose así a un estado de anquilosamiento mental que conduce a un aumento de la inversión en juego y a la necesidad de proteger el ego; la política fundada en el error se multiplica, nunca retrocede; IV) cuanto mayor es la inversión y más se ha comprometido el ego, más inaceptable resulta la retirada; V) en la fase final, la prosecución de las fallas aumenta los daños hasta que llega la debacle; reconocer el error, reducir las pérdidas, alterar el rumbo es la opción que más repugna a quienes ejercen el oficio de gobernar; desdeñan las enseñanzas de Maquiavelo, para quien el príncipe debe ser siempre un gran interrogador, un paciente auditor de la verdad y debe enfurecerse si descubre que alguien siente escrúpulos en decirle las cosas tal como son.



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