Succar Kuri, Ignacio del Valle
Miguel Ángel Granados Chapa
Periodista | 29-03-2010 | 22:40 | Opinión
Distrito Federal— Desde anteanoche, Jean Succar Kuri duerme en la relativa comodidad de la cárcel municipal de Cancún, a la que retornó después de 40 meses en el penal de alta seguridad del Altiplano (antes La Palma) en el estado de México. El 16 de febrero pasado un juez ordenó su traslado a fin de que estuviera cerca de su familia y de que pudieran tramitarse expeditamente los procesos del fuero común que se le siguen junto con otros de carácter federal. En rudo contraste con ese beneficio, tres antiguos compañeros suyos en aquella penitenciaría federal de Almoloya de Juárez siguen a la espera de que se les reubique en una prisión próxima a su domicilio. Están en aquel presunto centro de readaptación social federal desde mayo de 2006, o sea que han permanecido allí medio año más que el empresario nacido en Líbano y naturalizado mexicano.
A diferencia de Succar Kuri, declarado expresamente reo de alta peligrosidad (tipo para el cual fue construido el penal de Almoloya), a Ignacio del Valle Medina, Felipe Álvarez Hernández y Héctor Galindo Gochicoa se les ha mantenido ese reclusorio de alta seguridad pese a que no les cuadra, y no ha sido determinado oficialmente, su pertenencia al perfil de alta peligrosidad que explicaría en parte el que se les haya aprisionado en ese lugar. El motivo de ese trato discriminatorio es que estos últimos reos sufren represalias políticas, en tanto que Succar Kuri se beneficia de sus nexos políticos.
Succar Kuri ha sido procesado a partir de 2003 por abuso sexual a menores. Su nombre surgió a la luz pública, más allá de Cancún donde cometió su ruin delito, merced a la investigación realizada por Lydia Cacho, que recogió testimonios de víctimas y los engarzó en un relato al mismo tiempo terrible y formidable en el libro Los demonios del edén.
Quedó claro a partir de entonces que Succar Kuri era mucho más que un viejecito enloquecido por las niñas a las que atacaba o seducía. Se sabe hoy que figura entre los capitanes de un negocio multimillonario de pornografía infantil y pederastia, una red tejida a lo largo y ancho del mundo que cuenta con el apoyo político que, en México, es condición indispensable para que operaciones mercantiles sucias como las de Succar Kuri prosperen.
En la obra de Lydia Cacho (primera de una serie que la ha colocado en un sitio de gran autoridad en la materia, centro de distinciones y reconocimientos en el nuestro y en otros países, pero también la ponen en riesgo permanente), figuran los nombres de algunos de los amigos del delincuente que está de vuelta en el balneario caribeño, donde quedará sometido a un régimen carcelario mucho menos riguroso que en el Altiplano. Dos de esas personas proyectan notorio poder político actualmente: uno, Miguel Ángel Yunes, es candidato presidencial al gobierno de Veracruz (es decir, con el apoyo de Felipe Calderón obtuvo la postulación panista a ese cargo). El otro, Emilio Gamboa, asumirá de un momento a otro el liderazgo del sector popular del PRI, en preparación a su ascenso a la presidencia nacional de ese partido cuando concluya el mandato de Beatriz Paredes.
Otro amigo poderoso de Succar Kuri, su protector Kamel Naciff, dio ya sobrada muestra de sus dilatadas influencias.
Merced a ellas Lydia Cacho fue víctima de una persecución con apariencia legal encabezada por el gobernador Mario Marín, de Puebla, a donde la periodista y escritora fue llevada en diciembre de 2005 a fin de ser procesada por delitos que le fueron montados para infamarla y acaso causarle un daño mayor, como castigo a las revelaciones de su libro.
No hay exceso en suponer que esas u otras amistades facilitaron el traslado del pederasta y pornógrafo a la cárcel cancunense, como paso previo a su liberación por las buenas o por las malas. Sus procesos locales se desarrollarán en un ambiente favorable a sus intereses, por lo que podría salir absuelto, mientras que, en caso contrario, podría generar las condiciones para una fuga (en ese penal no son infrecuentes) debido a la frágil condición del establecimiento, junto con las capacidades económicas del delincuente.
No debería ser necesario insistir en la suma gravedad de los delitos que se le imputan. El abuso carnal contra menores, así como la pornografía infantil y el comercio sexual de niños son crímenes abominables, que lesionan directa e inmediatamente a sus víctimas y les dejan secuelas imborrables así como contribuyen a envilecer al género humano para la ruin satisfacción de intereses mercantiles.
Muy de otra naturaleza es el delito por el cual han sido sentenciados Del Valle Medina, Álvarez Hernández y Galindo Gochicoa, los reclusos del Altiplano que estérilmente ha solicitado su traslado, en espera de que la revisión de sus casos conduzca a la invalidación de los bárbaros fallos que los condenaron a penas de prisión inusuales, que no se aplican a los verdaderos secuestradores que causan dolor en sus víctimas inmediatas y para siempre trastornan a las familias moral y financieramente.
Ellos, en san Salvador Atenco, lo más que hicieron fue retener a funcionarios estatales para forzar el cumplimiento de compromisos u obligaciones cuya deficiencia causaba agravios a las comunidades. En una suerte de venganza tardía por la movilización que en 2001 impidió la construcción del aeropuerto en Texcoco, fueron aprehendidos en mayo de 2006, en una redada emprendida con otro motivo.
Ofende comprobar que la justicia deformada por el poder político usa dos varas y dos medidas.
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