29 de marzo de 2010

De mafias, pactos, traiciones, desvergüenzas… | Revista Contralínea |

De mafias, pactos, traiciones, desverg�enzas… | Revista Contral�nea |


De mafias, pactos, traiciones, desvergüenzas…
Autor: Marcos Chávez
Sección: Opinión

28 MARZO 2010

Sólo máscaras grotescas y grasientas de un poder mediocre y corrupto

Giorgio V Bocca, escritor y periodista italiano


La mafia no es sólo una organización criminal. No es sólo gente con pistolas. Es un sistema de poder [que] se convirtió en el sistema político y legal


Leoluca Orlando, político italiano y alcalde de Palermo (1985-1990 y 1993-2000)



La manera tan inescrupulosamente escatológica en que el capo Felipe Calderón y sus dominus canis, los caciques de los partidos y los llamados poderes fácticos, los verdaderos capo di tutti capi, han develado sus impúdicos acuerdos y desarreglos palaciegos, pasados, actuales y subsecuentes, no sólo evidencia hasta dónde están dispuestos a envilecer la vida política de la nación con tal de mantenerse en el poder, compartirlo o arrebatárselo, sin reparar en los métodos que se vean obligados a emplear.


Desde luego que no se les puede acusar que con sus lujuriosos pactos, traiciones y procacidades hayan corrompido el imperio de las leyes, puesto que, llanamente, éste no existe. Tampoco que hayan degradado a la sociedad y, en particular, a los electores, que ingenuamente, en su minoría de edad política, aún creen que los procesos electorales, con su presente naturaleza y esas elites dominantes que supuestamente los representan, son los espacios adecuados a través de los cuales se lograrán los cambios que construyan pacíficamente un Estado político y socioeconómico democrático, participativo, incluyente y más equitativo. Para los grupos de poder, la mayoría no es ciudadano. En el mundo de lobos, para decirlo con las palabras de Maquiavelo, sólo son ovejas; futuras víctimas mientras existan; puros despojos con sabor a sangre, grasa y carne, una vez que han sido sacrificados; un simple recuerdo de balidos en el paladar y oídos de un victimario somnoliento y aburrido. Sobre esos súbditos, excretan sus ambiciones, rencores, egoísmos. El México actual, agonizantemente neoporfirista y cristero panista, es tan bananero como la orientalmente república despótica e igualmente neoporfirista heredada por los priistas. La alternancia no parió la anhelada democracia ni el estado de derecho, únicamente acentuó los rasgos autoritarios del longevo y cada vez más descompuesto sistema presidencialista engendrado hace casi 82 años y metamorfoseado en el Partido Nacional Revolucionario-Partido de la Revolución Mexicana-Partido Revolucionario Institucional (PRI)-Partido Acción Nacional (PAN)-¿PRI?


La alternancia: ¿qué fue sino devaneo?
Es cierto que los arreglos y las coaliciones, bajo ciertas reglas legalmente fijadas, son moneda corriente en los procesos electorales y propician la formación de gobiernos coligados. Sus fisuras provocan su inestabilidad; sus divorcios obligan al partido de mayoría relativa a buscar nuevos pactos con otras fuerzas para tratar de mantenerse en la administración, y cuando no lo logran, se ven obligados a dimitir y convocar nuevas elecciones. Asimismo, es conocido que tales negociaciones no son realizadas por santos. Los apetitos carnales de la plaga de pederastas que pueblan las iglesias nos han demostrado que ni en esas sacrosantas cavernas existen esos hombres puros y castos (¡sus ficticios dioses salven a sus inocentes corderos de los criminales violadores de efebos, bajo la divisa: “Dejad que los niños se acerquen a mí”, y trasquiladores de su lana monetaria!); son tan peligrosos como el sistema político del cual forman parte como una facción de los poderes fácticos.


También se sabe que la afrodisiaca ambición por el poder lleva a menudo a la criminal degeneración de esos conciertos. Un ejemplo paradigmático es Italia. Como se recuerda, la democracia cristiana gobernó a ese país durante casi toda la segunda mitad del siglo XX. Sus mandatos fueron camaleónicos: según las circunstancias electorales, oscilaba de la derecha rabiosa al centro, hasta un difuso matiz de izquierda. Generalmente gobernó sólo, pero llegó a formar coaliciones con varios partidos, entre ellos el socialista, el comunista y, caprichos de la historia, el Republicano Italiano, PRI. Sí, PRI. Una especie de pacto entre el PAN, el PRI y el Partido de la Revolución Democrática de Jesús Ortega de esa nación. Sus pactos cortesanos fueron históricos. La oligarquía local, el gobierno estadunidense y la mafia –que hacía el trabajo sucio: financiaba carreras de demócratas-cristianos o asesinaba a comunistas, sindicalistas y otras personas incómodas para el sistema y los intereses particulares de las elites– siempre los apoyaron con un fin específico: evitar a cualquier costo el ascenso de los comunistas al gobierno. Era la época de la Guerra Fría, justo cuando asesinan turbiamente a Aldo Moro, el gran ideólogo cristiano que había sido primer ministro y que preparaba el compromesso storico con el eurocomunista Enrico Berlinguer, el cual, por supuesto, fue abortado. ¿Sería exagerado compararlos con los pactos de 1988, 2006 o el de Bucareli de 2009, el de Calderón y Enrique Peña Nieto, entre otros, negociados entre el PRI y el PAN en contra de Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador y los perredistas del Estado de México? En la década de 1990 se desploman los cristianos demócratas y, con ellos, el sistema político italiano, cuando Giulio Andreotti, 20 veces ministro, siete veces primer ministro y senador vitalicio, fue acusado por corrupción, asesinato y asociación delictuosa con la mafia, entre otros cargos, proceso que alcanzó a otros eminentes políticos mafiosos, como Bettino Craxi, exprimer ministro socialista (1983-1987) que huyó hacia Túnez, y mafiosos socios de los políticos. Era el poder político piramidal italiano dentro y fuera de la ley al mismo tiempo a quien Giovanni Falcone, en el gran juicio de la mafia, se encargó de aplicarle la Constitución y las leyes, aunque al final pagó caro su osadía. En 1992 fue despedazado, con su esposa y sus escoltas, con 1 mil kilogramos de explosivos.



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