10 de febrero de 2010

El Dalai Lama y Obama: encuentro entre dos Premios Nóbel de la mentira [Voltaire]

El Dalai Lama y Obama: encuentro entre dos Premios N�bel de la mentira [Voltaire]:

El Dalai Lama y Obama: encuentro entre dos Premios Nóbel de la mentira
por Domenico Losurdo *

Atrás ha quedado el tiempo en que Obama hablaba de un G2 (USA-China) para dirigir el mundo. En pocos días, la administración Obama ha multiplicado las provocaciones antichinas: venta de armas a Taiwán, anuncio de una inminente ciberguerra contra Pekín por parte del director nacional de inteligencia y anuncio de una visita del jefe de los separatistas tibetanos a la Casa Blanca. El profesor Domenico Losurdo analiza la intención estadounidense de desmantelar China.




8 DE FEBRERO DE 2010

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EE.UU.: administración Obama


Ver también: Los servicios secretos estadounidenses implicados entre la China y el Tibet

La extraña cobertura informativa occidental sobre el Tíbet y China

Ya es oficial. El presidente Obama recibirá próximamente al Dalai Lama en la Casa Blanca. Era inevitable el encuentro entre estas dos almas gemelas. Con 20 años de intervalo (1989 y 2009), los dos obtuvieron el Premio Nóbel de la Paz, y los dos lo obtuvieron ad maiorem Dei gloriam [1], o, para ser más exactos, para la mayor gloria de la «nación elegida» de Dios. 1980 fue el año en que Estados Unidos, después de haber ganado la guerra fría, se preparaba para desmantelar la Unión Soviética, Yugoslavia y –al menos eso creían en Washington– también China.

En tales circunstancias, la corona de campeón de la paz no podía ser otorgada a otro que no fuera aquel monje intrigante que, respaldado y financiado desde hacia ya 30 años por la CIA, podía ayudar a arrebatarle a China la cuarta parte de su territorio (el Gran Tibet). En 2009, la situación había cambiado de forma radical. Los dirigentes de Pekín habían logrado evitar la tragedia que se estaba cocinando para China.

En vez de volver a las terribles décadas de la China oprimida, humillada y condenada en masa a morir de hambre, de la «China crucificada» que mencionan los historiadores, este país –cuya población es la quinta parte de la población mundial– había registrado un prodigioso desarrollo, mientras que se hacían cada vez más evidentes el descrédito y la decadencia de la superpotencia que en 1989 creyó tener el mundo en sus manos. En las condiciones de 2009, el Premio Nóbel de la Paz coronaba a aquel que, gracias a su habilidad oratoria y a su capacidad para presentarse a sí mismo como un hombre nuevo que venía “de abajo”, estaba llamado redorar en algo el imperialismo estadounidense.



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