5 de enero de 2010

JUDITH TORREA - "Ocho historias juarenses" por Judith Torrea / Fotografias: J. Guadalupe Perez

Letras Libres - "Ocho historias juarenses" por Judith Torrea / Fotograf�as: J. Guadalupe P�rez:


Más allá de las portadas de los diarios y de las páginas amarillas de muchas revistas, Ciudad Juárez entraña altas cuotas de horror pero también de altruismo y resistencia ciudadana. La periodista española Judith Torrea reconstruye el escenario de esa ciudad fronteriza a través de la historia de ocho personas.
REGRESO A CIUDAD JUÁREZ

–Te puedo ofrecer mis guardias de seguridad para cruzar. Son de toda confianza.

Con toda normalidad, una desconocida me acaba de brindar parte de su vida. No sé cómo reaccionar: si agradecérselo para después declinar su invitación o tomar su gesto como un presagio de lo que será mi regreso a Ciudad Juárez.

–Es muy peligroso –razona–, y tú eres periodista, mujer, joven, extranjera. Hace poco mataron a un periodista. Matan a quince, veinte en un día.

Me encuentro en el aeropuerto de El Paso, Tejas, y pretendo cruzar uno de los puentes que unen y separan a las dos ciudades fronterizas, como lo hice, por primera vez, hace once años. Ese puente, el de Santa Fe –que une y separa todos los matices de la vida–, me fascina. Incluso me gusta ese cerro entre el desierto, pelado y pintado de blanco, que revela un mensaje: “Lee la Biblia. Es la verdad.”

Mi plan para cruzar ya está en marcha. Me llevarán dos guardaespaldas que regresarán con sus familias después de su jornada laboral. Son algunos de los que arriesgan la vida por Guadalupe de la Vega, esposa de uno de los empresarios más ricos de Juárez.

El instinto me dice que puedo confiar en esta señora de cabello rubio platino, con porte de actriz clásica al estilo de Ingrid Bergman o Lauren Bacall, que posee una hechizante elegancia que quizá se ha acentuado a sus setenta años confesados.

Guadalupe de la Vega me abre las puertas de su casa en El Paso, su refugio en Estados Unidos, antes de que yo parta rumbo al lado mexicano. Los chiles rellenos que me ofrece, la relación de complicidad con su cocinera y los guardaespaldas me hacen sentir, desde ya, cerca de Juárez.

–Un día nos amenazaron con cortar nuestras cabezas. Desde ese momento dormimos en El Paso. Mi esposo dice que vivimos exiliados al otro lado del puente.

Su hogar de toda una vida está en Ciudad Juárez, solitario y custodiado por guardias.

Como miles de juarenses que tienen posibilidades de hacerlo, los De la Vega se han comprado una casa en El Paso, la tercera ciudad más segura de Estados Unidos, y que no ha experimentado la recesión inmobiliaria gracias a la huida de sus vecinos. Otro mundo, a unos minutos de Juárez, la ciudad más violenta de México. Con estas personas, emigran los restaurantes que pueden permitírselo, ya que en México están desiertos, tanto de juarenses como de estadounidenses. Pocos se atreven a jugarse la vida por una carne asada.

¡Es un Honor Estar con Obrador!

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