Detrás de la Noticia Ricardo Rocha 02 de octubre de 2006 |
Me asombra la suma de voces que están pidiendo la intervención de la PFP y hasta el Ejército en Oaxaca. Y no hablo sólo de los interesados -actores políticos, legisladores y dirigentes de partidos- sino incluso de quienes no tienen absolutamente nada que ver con Oaxaca pero ya quieren ver sangre: "para que aprendan a respetar las leyes" o "para que aprendan", así, a secas.
Y yo me pregunto qué más tienen que aprender los excluidos, los marginados, los dejados de la mano de Dios y apergollados por la mano de un gobierno que los ha reprimido y encarcelado. Como si esta rebelión hubiera surgido de la nada. Como si no existieran en estos meses, años y décadas recientes miles de casos de corrupción, injusticia, abusos, torturas, enriquecimiento ilícito y exacerbación de la miseria. Al grado que esta tierra tan rica como llena de pobres expulsa a miles cada año hasta Los Ángeles, Chicago -o de jornaleros a Sinaloa, ya de perdida- o donde haya eso que llaman sobrevivencia.
Claro que desde la perspectiva de un buen restaurante de Mazaryk y con un gran vino en los entresijos el aplastamiento suena tan atractivo como la transmisión en vivo de la invasión a Irak. Ya lo del número tolerable de muertos cuesta un poquito más de trabajo: "Sería ideal que no fueran más de 100 para que no sea una cifra tan abultada", me dicen; "ya 200 ó 300 la cosa se pondría muy complicada" y "pasando los 500 es que algo salió mal y sería un escándalo". Y así por el estilo.
Se ha esparcido la especie de que es imprescindible darles un buen escarmiento a los alzados oaxaqueños para que no den ejemplo a otros estados en donde la población o buena parte de ella quisiera remover a sus gobernadores. Como si en todas las entidades ocurriera exactamente lo mismo y las condiciones fueran idénticas. Se asegura, en otra escala, que la caída de Ulises Ruiz sería una señal para alentar una asonada a nivel nacional en contra de Felipe Calderón, lo cual es de una desproporción absoluta que pone en entredicho al propio presidente electo.
Con la misma miopía se establecen falacias nutridas en la discriminación y la ignorancia: que "se trata de unos cuantos" y otra vez "indios, vagos, alborotadores, manipulados, oportunistas pagados por alguien o por algunos que necesariamente han de estar detrás".
Para esta visión clasista, resulta imposible admitir que se haya gestado un gran movimiento popular de rechazo a la administración de Ulises Ruiz exigiendo su renuncia. Algo que comenzó con un paro magisterial por la homologación de salarios y que al ser reprimido generó una ola de indignación ciudadana y una suma de adhesiones para conformar ese enjambre de organizaciones sociales que es la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca.
Ahora el escenario está al límite: están tomadas la plaza y el centro histórico; hay por lo menos 200 barricadas en puntos estratégicos de la ciudad; hay tal vez miles de bombas molotov listas para ser usadas y las alertas rojas por la posible llegada de la PFP han desatado movilizaciones de "ríos humanos" desde las colonias populares para reforzar las posiciones de la APPO, según una estrujante crónica de EL UNIVERSAL.
Ante tal grado de descomposición amenazante cada quien ha jugado su juego: el gobierno federal a estirar o acortar a conveniencia los tiempos del conflicto; Ulises Ruiz y el PRI a aprovechar las negociaciones PRI-PAN en el Congreso para conseguir el apoyo del presidente Fox. Y el Senado, por los mismos motivos, a zafarse de su responsabilidad para investigar a fondo y declarar si procede la desaparición de unos poderes que en los hechos ya están desaparecidos. Total, el conflicto visto como sumas y restas de costos y beneficios políticos, y no con el propósito de evitar la sangre y los muertos. Ahora, la apuesta es a un pacto el miércoles en Gobernación. Una mesa en la que todas las vías de solución deberán estar contempladas sin prejuicios ni condicionamientos. Una última esperanza para la razón.
Hoy, por lo pronto, hay quienes recordamos el 2 de octubre. Porque no se olvida. Los de Oaxaca traen a cuestas su 14 de junio y sus propios muertos que tampoco se olvidan. Aun así hay quienes claman por el aplastamiento. Sin haber aprendido la lección de hace 38 años.
ddn_rocha@hotmail.com
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