10 de octubre de 2006

RICARDO MONREAL ÁVILA: EL MURO DEL APARTHEID

NOTA ORIGINAL MILENIO DIARIO

La gran muralla China empezó a construirse en el año 208 a.C. para detener las invasiones de las tribus bárbaras de Mongolia y Manchuria. Originalmente tenía una extensión de mil kilómetros en el extremo este de China, pero como las invasiones nunca se detuvieron —sólo se fueron desplazando—, la muralla se extendió también en el tiempo y en el espacio hasta alcanzar la longitud de 6 mil 300 kilómetros y mil años de construcción.

La edificación cesó en el año 1368 por una poderosa razón. La Dinastía Qing, también conocida como Dinastía Manchú, formada precisamente por los manchurianos a quienes el muro pretendió detener, llegó al poder. Los perseguidos de ayer eran los gobernantes de hoy y eso le quitó al muro su razón de ser.

Los mil años de construcción de la muralla marcaron simultáneamente el auge y la caída del imperio chino. El muro encerró a China en sí misma y la apartó del resto de Asia. Surgió esa nación de contrastes que desde entonces es. Hacia dentro del muro había una poderosa agricultura, un desarrollo tecnológico precoz (pólvora, tinta, papel, brújula, relojes astronómicos y fundiciones de hierro), una rígida estructura estatal y un ejército cada vez más demandante de recursos de todo tipo para su sostenimiento. Hacia fuera, en el entorno inmediato, estaban ciertamente las tribus manchurianas, pero en el entorno mediato, surgieron otros imperios. De manera destacada, el imperio romano (27 a.C.-305 d.C.) y el imperio otomano (1299-1922), que en cierta medida fueron testigos y beneficiarios del retroceso del imperio oriental.

El militarismo chino, dentro del cual se ubica la edificación de la muralla, parece marcar el origen de ese descenso. Como lo observó Paul Kennedy en el caso de las potencias contemporáneas, el factor de decadencia de un imperio parece estar presente desde el siglo XII: “El alto costo de mantener la supremacía militar precipita a muchas naciones a su decadencia. Las grandes potencias en crisis reaccionan gastando más en defensa y se debilitan desviando recursos productivos” (Auge y caída de las grandes potencias).

La semana pasada el Congreso norteamericano aprobó con una significativa mayoría de votos la construcción de lo que vendría a ser el segundo muro más largo en la historia, después de la muralla china. Mil 126 kilómetros de una doble valla de concreto, acero, alambre, lámparas y cámaras de televisión en diversos tramos de los casi 3 mil 200 kilómetros de frontera entre México y Estados Unidos con el fin de detener a quienes se considera las nuevas tribus bárbaras: los migrantes indocumentados hispanos y los terroristas islámicos.

La construcción de ese muro marca, para todo fin práctico, el nacimiento de una era: el apartheid americano. El muro apartará a Estados Unidos del resto del continente y, en cierta medida, del resto del mundo; mientras lo que se conoce como “las Américas” quedará dividida en dos bloques: la América anglosajona y la América hispana; la América de la prosperidad y la América del rezago; la América integrada y la América segregada; justo en una época en que el resto del mundo va en sentido contrario, hacia la cooperación, la integración y la globalización de los continentes, sin descuidar seguridad y libertad.

El muro de hoy, como la gran muralla ayer, tendrá a la larga más efectos no deseados que los expresamente buscados. La migración no se detendrá, se desplazará por túneles o hacia las áreas abiertas, y tras ella se irá alargando la valla hasta el sellamiento total. Esto podría encerrar más a Estados Unidos en sí mismo y distanciarlo del curso de un mundo abierto, mientras ve surgir otras potencias. Es el fenómeno que desde el año pasado advirtió el Informe 2005 del Indice Mundial de Globalización (A.T. Kearney y Foreign Policy), cuando habla del “esquizofrénico Estados Unidos”, donde por un lado registra notables avances en áreas sensibles de la globalización (crecimiento estratósferico de internautas y servidores, por ejemplo), pero, por otra parte, se rezaga en indicadores como comercio internacional, inversión extranjera directa y tratados internacionales mientras su déficit fiscal crece por la carga militar.

De este lado de la frontera, en cambio, el muro será el símbolo del fracaso de las políticas exterior, económica y de seguridad pública del gobierno del presidente Fox. La impericia diplomática, el desempleo y el crimen organizado en la frontera se cobrarán caro. Son los pretextos idóneos para levantar este muro del apartheid americano. Precioso legado para todos los mexicanos.

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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