NOTA ORIGINAL MILENIO DIARIO
Con el afán de querer corregir una aparente errata, ayer acabó hablándose aquí de “bonos totales” en lugar de “bonos dotales”. Aunque al programa Word y al corrector les salte tan inusual adjetivo, dicho término es el plural de dotal (“perteneciente o relativo al o a la dote”, según el tumbaburros). Así, con toda su posible rareza, “dotales” se les llamó, hace diez años, a los seguros de vida que el gobernador de Jalisco, Alberto Cárdenas, y algunos de sus colaboradores contrataron en dólares y con cargo al erario, y que, una vez concluido el sexenio, se convirtieron para los asegurados en una gorda “vaquita”, o vacota, sumados los “bonos por fin de administración” (equivalentes a tres meses de sueldo), con los que el mismo góber premió a sus diligentes y sacrificados colaboradores (lástima por “el mejor procurador de la historia de Jalisco”, Jorge López Vergara, que por haberse ido de legislador no pudo completar el sexenio y se privó de tan fileteable re$).
Pero “dotales” o “totales”, los seguros, gratificaciones, propinas, sobresueldos..., repartidos entre la alta burocracia, acabaron por convertirse en uno de los deportes favoritos del panismo en el poder. El reparto de los “¡malditos bonos!” –esquizofrénicamente, así los calificó, a toro pasado, su primer y principal promotor, el guzmanense Bebeto– ha seguido siendo practicado, con gran provecho (para los practicantes, claro está) y cinismo por parte de autoridades estatales, municipales, legislativas, judiciales. Al gobernador Francisco Ramírez Acuña, por ejemplo, no le han faltado pretextos para repartirlos entre su gabinete: lo mismo puede ser un ciclón como el que azotó, hace tres años, a Puerto Vallarta y sus alrededores y el cual habría hecho trabajar horas extras a sus principales colaboradores, que el sacrosanto día del burócrata, cuando mientras a la infantería burocrática se le obsequia una quincena que puede alcanzar para una canasta básica, el gobernador y sus mariscales se hacen merecedores de otra que equivale al sueldo anual de la cola burocrática.
Pero Gerardo Octavio Solís Gómez, secretario de Gobierno, dice que nadie tendría que disgustarse con el alegre reparto de bonos entre la alta burocracia, por estar “dentro de la ley” (como si el problema fuera de legalidad y no de moralidad): los bonos están “contemplados en el artículo segundo transitorio” de la Ley de Servidores Públicos, por lo cual “les será [léase nos será] respetada esta prestación a los funcionarios que ya contaban con ella”. O, como diría el ranchero, ya lo caido, caido.
COMENTARIO: Además de los bonos, no se olvide que a nivel nacional Fox se la ha pasado viajando por el mundo a costa de nuestros impuestos y en el Caso de Jalisco, el gobernador ha pasado más del 11% de su tiempo en el cargo viajando en el extranjero. Esa es la verdadera cara de los gobernantes panistas, que además de viajar con cargo al erario, destruyen con sus estupideces en el extranjero en instantes el prestigio que a la diplomacia mexicana le costó décadas construir, prestigio que fue de los pocos logros del régimen priísta.
Con el afán de querer corregir una aparente errata, ayer acabó hablándose aquí de “bonos totales” en lugar de “bonos dotales”. Aunque al programa Word y al corrector les salte tan inusual adjetivo, dicho término es el plural de dotal (“perteneciente o relativo al o a la dote”, según el tumbaburros). Así, con toda su posible rareza, “dotales” se les llamó, hace diez años, a los seguros de vida que el gobernador de Jalisco, Alberto Cárdenas, y algunos de sus colaboradores contrataron en dólares y con cargo al erario, y que, una vez concluido el sexenio, se convirtieron para los asegurados en una gorda “vaquita”, o vacota, sumados los “bonos por fin de administración” (equivalentes a tres meses de sueldo), con los que el mismo góber premió a sus diligentes y sacrificados colaboradores (lástima por “el mejor procurador de la historia de Jalisco”, Jorge López Vergara, que por haberse ido de legislador no pudo completar el sexenio y se privó de tan fileteable re$).
Pero “dotales” o “totales”, los seguros, gratificaciones, propinas, sobresueldos..., repartidos entre la alta burocracia, acabaron por convertirse en uno de los deportes favoritos del panismo en el poder. El reparto de los “¡malditos bonos!” –esquizofrénicamente, así los calificó, a toro pasado, su primer y principal promotor, el guzmanense Bebeto– ha seguido siendo practicado, con gran provecho (para los practicantes, claro está) y cinismo por parte de autoridades estatales, municipales, legislativas, judiciales. Al gobernador Francisco Ramírez Acuña, por ejemplo, no le han faltado pretextos para repartirlos entre su gabinete: lo mismo puede ser un ciclón como el que azotó, hace tres años, a Puerto Vallarta y sus alrededores y el cual habría hecho trabajar horas extras a sus principales colaboradores, que el sacrosanto día del burócrata, cuando mientras a la infantería burocrática se le obsequia una quincena que puede alcanzar para una canasta básica, el gobernador y sus mariscales se hacen merecedores de otra que equivale al sueldo anual de la cola burocrática.
Pero Gerardo Octavio Solís Gómez, secretario de Gobierno, dice que nadie tendría que disgustarse con el alegre reparto de bonos entre la alta burocracia, por estar “dentro de la ley” (como si el problema fuera de legalidad y no de moralidad): los bonos están “contemplados en el artículo segundo transitorio” de la Ley de Servidores Públicos, por lo cual “les será [léase nos será] respetada esta prestación a los funcionarios que ya contaban con ella”. O, como diría el ranchero, ya lo caido, caido.
COMENTARIO: Además de los bonos, no se olvide que a nivel nacional Fox se la ha pasado viajando por el mundo a costa de nuestros impuestos y en el Caso de Jalisco, el gobernador ha pasado más del 11% de su tiempo en el cargo viajando en el extranjero. Esa es la verdadera cara de los gobernantes panistas, que además de viajar con cargo al erario, destruyen con sus estupideces en el extranjero en instantes el prestigio que a la diplomacia mexicana le costó décadas construir, prestigio que fue de los pocos logros del régimen priísta.
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