NOTA ORIGINAL PÚBLICO MILENIO
El PRI de la comarca cometió un pecado político capital y, lo que es el colmo, lo cometió contra sus propios intereses. Según un grupo de militantes, integrado ex profeso para evaluar el mal desempeño del tricolor durante las pasadas elecciones, así como para encontrar las causas específicas que le acarrearon el mayor descalabro electoral de su historia, la conclusión, además de pesimista, difícilmente podría ser más vergonzante: ¡el PRI hizo trampa contra sí mismo! El mayor pasivo del sistema predemocrático mexicano (el famoso “ogro filantrópico” del que habla Octavio Paz, el PRI-Gobierno que armara Plutarco Elías Calles hace cerca de ochenta años y que funcionó más o menos bien durante más de 70) era el de la invalidación, escamoteo y hasta burla del voto ciudadano. Lo común entonces era que “el partido en el gobierno” hiciera trampa a sus contendientes (los partidos de oposición), de tal suerte que a éstos les correspondía un solo rol en la comedia política mexicana: el del eterno perdedor.
Pero con la llegada (¡tarde, pero sin sueño!) del “sufragio efectivo” en 1996, cuando el gobierno deja de organizar y calificar las elecciones, función que desde entonces cumple el IFE y sus equivalentes locales (organismos ciudadanos y apartidistas, en los que todos los partidos políticos cuentan con un representante), el PRI quedó a la intemperie ciudadana y algunos priistas o enloquecieron, o han querido pasarse de listos. En Jalisco, en particular, la larga temporada de vacas flacas ha sobrepasado ya, con creces, los siete años bíblicos, pues desde 1995 otro ocupa su lugar. Y en el mediano plazo, no se ve cómo vaya a cambiar el paisaje político de la comarca. Sobre todo ahora que el PRI quedó reducido a su mínima expresión, tanto por el severo revés electoral como por las malas artes y la guerra intestinas, las cuales acaban de sacar a relucir la Comisión para el Análisis de la Jornada Electoral del propio PRI.
Entre otras, se mencionan las siguientes taras: venta e imposición de candidaturas, marginación de militantes, promoción de advenedizos, alteración de encuestas, robo de urnas en los procesos internos, dirigencia partidista omisa y parcial, anomalías en el manejo de recursos... Ante tan desolador informe para el priismo doméstico, su dirigente estatal, Javier Galván, acepta la severa autocrítica, mientras que los otros implicados prefieren no dar la cara y mandar a equis vocero a que diga que la ropa sucia se lava en casa, como si un partido político no fuera de interés público, sino otra versión de la cosa nostra.
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El PRI de la comarca cometió un pecado político capital y, lo que es el colmo, lo cometió contra sus propios intereses. Según un grupo de militantes, integrado ex profeso para evaluar el mal desempeño del tricolor durante las pasadas elecciones, así como para encontrar las causas específicas que le acarrearon el mayor descalabro electoral de su historia, la conclusión, además de pesimista, difícilmente podría ser más vergonzante: ¡el PRI hizo trampa contra sí mismo! El mayor pasivo del sistema predemocrático mexicano (el famoso “ogro filantrópico” del que habla Octavio Paz, el PRI-Gobierno que armara Plutarco Elías Calles hace cerca de ochenta años y que funcionó más o menos bien durante más de 70) era el de la invalidación, escamoteo y hasta burla del voto ciudadano. Lo común entonces era que “el partido en el gobierno” hiciera trampa a sus contendientes (los partidos de oposición), de tal suerte que a éstos les correspondía un solo rol en la comedia política mexicana: el del eterno perdedor.
Pero con la llegada (¡tarde, pero sin sueño!) del “sufragio efectivo” en 1996, cuando el gobierno deja de organizar y calificar las elecciones, función que desde entonces cumple el IFE y sus equivalentes locales (organismos ciudadanos y apartidistas, en los que todos los partidos políticos cuentan con un representante), el PRI quedó a la intemperie ciudadana y algunos priistas o enloquecieron, o han querido pasarse de listos. En Jalisco, en particular, la larga temporada de vacas flacas ha sobrepasado ya, con creces, los siete años bíblicos, pues desde 1995 otro ocupa su lugar. Y en el mediano plazo, no se ve cómo vaya a cambiar el paisaje político de la comarca. Sobre todo ahora que el PRI quedó reducido a su mínima expresión, tanto por el severo revés electoral como por las malas artes y la guerra intestinas, las cuales acaban de sacar a relucir la Comisión para el Análisis de la Jornada Electoral del propio PRI.
Entre otras, se mencionan las siguientes taras: venta e imposición de candidaturas, marginación de militantes, promoción de advenedizos, alteración de encuestas, robo de urnas en los procesos internos, dirigencia partidista omisa y parcial, anomalías en el manejo de recursos... Ante tan desolador informe para el priismo doméstico, su dirigente estatal, Javier Galván, acepta la severa autocrítica, mientras que los otros implicados prefieren no dar la cara y mandar a equis vocero a que diga que la ropa sucia se lava en casa, como si un partido político no fuera de interés público, sino otra versión de la cosa nostra.
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