Y más desperdicio de dinero público en el Jalisco panista
NOTA ORIGINAL PÚBLICO MILENIO
La semana pasada, Jacobo Finkelman, de la Organización Mundial de la Salud, hizo un anuncio que pinta a quienes nos gobiernan como especialistas en hacer las cosas al revés. El también representante en México de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) habló de algo que incumbe a los tapatíos: ahora mismo, la OPS está realizando una serie de “estudios de impacto ambiental y a la salud”, en las cuencas de los ríos Santiago y Verde, particularmente en el sitio de Arcediano, donde, como es se sabe, el gobierno del estado pretende construir una represa que, en el mediano plazo, abastecería de agua, supuestamente potable, a la zona metropolitana de Guadalajara. Lo singular del caso es que mientras dichos estudios -de cuyo resultado debiera depender la hechura o no del referido embalse- apenas se están realizando, el proyecto de Arcediano ya está en marcha.
¿Y si cuando la OPS dé su dictamen sobre los niveles de contaminación de Arcediano, resultara que éstos son tan altos que constituirían un alto riesgo para la salud de los tapatíos? ¿Se cancelaría el proyecto, perdiéndose también los millones y millones de pesos que ya se llevan gastados? ¿Se buscaría en otro sitio la pretendida fuente alterna que garantice, de aquí a 25 o 30 años, el agua potable que requerirá la capital jalisciense? Por lo que parece, estas preguntas tendrá responderlas la próxima administración estatal, pues los primeros resultados de los estudios no se tendrán antes de enero del año entrante, y los definitivos, más tarde todavía, cuando de seguro Francisco Ramírez Acuña ya no será gobernador, ni Enrique Dau, director de la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento. (Según el propio Finkelman, los resultados de los estudios “sí podrían reorientar” el proyecto de Arcediano.)
¿Cuál era la necesidad de comenzar con una obra antes de ver sus pros y sus contras, máxime cuando, como en el presente caso, lo que está en juego es nada menos que la salud de los millones de hombres y mujeres que viven en el área conurbada de Guadalajara? ¿Por qué no se encargaron antes, oportunamente, estos estudios? ¿Por qué nuestros diputados, de ésta y de la anterior Legislatura, le aprobaron un crédito de miles de millones de pesos al gobierno del estado, cuando éste no contaba con los indispensables estudios sanitarios y de impacto ambiental, que apenas ahora se están haciendo? Tal vez porque la racionalidad no es el fuerte de nuestras autoridades, o porque vivimos en una sede del mundo al revés, donde los adictos a poner la carreta delante de los bueyes son legión.
NOTA ORIGINAL PÚBLICO MILENIO
La semana pasada, Jacobo Finkelman, de la Organización Mundial de la Salud, hizo un anuncio que pinta a quienes nos gobiernan como especialistas en hacer las cosas al revés. El también representante en México de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) habló de algo que incumbe a los tapatíos: ahora mismo, la OPS está realizando una serie de “estudios de impacto ambiental y a la salud”, en las cuencas de los ríos Santiago y Verde, particularmente en el sitio de Arcediano, donde, como es se sabe, el gobierno del estado pretende construir una represa que, en el mediano plazo, abastecería de agua, supuestamente potable, a la zona metropolitana de Guadalajara. Lo singular del caso es que mientras dichos estudios -de cuyo resultado debiera depender la hechura o no del referido embalse- apenas se están realizando, el proyecto de Arcediano ya está en marcha.
¿Y si cuando la OPS dé su dictamen sobre los niveles de contaminación de Arcediano, resultara que éstos son tan altos que constituirían un alto riesgo para la salud de los tapatíos? ¿Se cancelaría el proyecto, perdiéndose también los millones y millones de pesos que ya se llevan gastados? ¿Se buscaría en otro sitio la pretendida fuente alterna que garantice, de aquí a 25 o 30 años, el agua potable que requerirá la capital jalisciense? Por lo que parece, estas preguntas tendrá responderlas la próxima administración estatal, pues los primeros resultados de los estudios no se tendrán antes de enero del año entrante, y los definitivos, más tarde todavía, cuando de seguro Francisco Ramírez Acuña ya no será gobernador, ni Enrique Dau, director de la Comisión Estatal de Agua y Saneamiento. (Según el propio Finkelman, los resultados de los estudios “sí podrían reorientar” el proyecto de Arcediano.)
¿Cuál era la necesidad de comenzar con una obra antes de ver sus pros y sus contras, máxime cuando, como en el presente caso, lo que está en juego es nada menos que la salud de los millones de hombres y mujeres que viven en el área conurbada de Guadalajara? ¿Por qué no se encargaron antes, oportunamente, estos estudios? ¿Por qué nuestros diputados, de ésta y de la anterior Legislatura, le aprobaron un crédito de miles de millones de pesos al gobierno del estado, cuando éste no contaba con los indispensables estudios sanitarios y de impacto ambiental, que apenas ahora se están haciendo? Tal vez porque la racionalidad no es el fuerte de nuestras autoridades, o porque vivimos en una sede del mundo al revés, donde los adictos a poner la carreta delante de los bueyes son legión.
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