NOTA ORIGINAL MILENIO DIARIO
Nadie va al cine con el propósito de ver sólo una escena de un largometraje. Se paga el boleto para ver la película completa. Hacemos valoraciones sobre el arte, el guión, las actuaciones, la fotografía, la dirección, la música. En nuestro país parece que nadie quiere ver la película completa, y tampoco existe donde proyectar el film que todos queremos ver.
La escena que ve la presidencia de la república está congelada. En ella se muestra un romance idílico. La frase “todo está bien” define el episodio, pero el evento en que se inserta podría llamarse: en las fronteras de la ingobernabilidad. Lo que no aparece en el episodio, son: los crímenes del narcoterrorismo; la descomposición social, política y económica en Oaxaca; el estancamiento del empleo, la incesante migración y la pérdida de competitividad nacional; la intervención ilegal del presidente en el proceso electoral; la porosidad de las aduanas; la sospecha que existe sobre la familia Sahagún.
Los partidos políticos ven la escena en blanco y negro. Cada uno cree ser el portador de la gran visión del país. Sin embargo, el PRD se mueve en la contradicción y la esquizofrenia, el PRI en la omisión y la pepena política y el PAN en la reacción; por su parte el verde repite su vocación servil y utilitarista. Alternativa y PANAL están por jugar sus cartas, mientras Convergencia es un parásito político. El presidente electo no ha podido copar los espacios dejados a raíz de que se levantaron los plantones en el Distrito Federal. Tampoco ha logrado estructurar un discurso que convenza de que su “rebase por la izquierda” tiene viabilidad. Adicionalmente, Calderón tiene en Manuel Espino a un lastre, tiene la presión de conformar un gabinete ejemplar, mientras algunos cuervos acechan desde sus palacios de gobierno.
Los medios masivos simplemente no quieren ver la película. Se tapan los ojos con las manos y de vez en cuando abren los dedos. Por la rendija de su ojo la realidad se ve difusa y su tarea luce confusa. Los medios viven permanentemente en el episodio. Lo crean, lo adjetivan, lo priorizan a su antojo. Bien puede tronar el país y ellos elegirán mostrar por enésima vez el saldo del huracán Laine, la opinión del “amigo del amigo” de uno de los insólitos náufragos del pacífico, o las frases idiotas de algún político.
Para los medios no existe nada qué debatir sobre democracia, para ellos las instituciones son un traje a la medida de su calidad informativa, para ellos los mexicanos tampoco requerimos ángulos diversos y frescos para entender nuestra realidad social y política. Televisa parece operar en función de cuidar su escena: la ley televisa. Pareciera que está esperando con paciencia el día en que tenga que cobrarle la factura a Felipe Calderón, en caso de que en el mes de diciembre los magistrados le den revés a la ley, hoy en controversia. El evento donde se inscribe la operación de los medios masivos se llama simulación, camuflaje y verdades a medias.
Está claro que en México existe un buen guión y pésimos actores. Pero habemos millones que pagamos por ver la película completa y exigimos pasar del episodio al evento.
Nadie va al cine con el propósito de ver sólo una escena de un largometraje. Se paga el boleto para ver la película completa. Hacemos valoraciones sobre el arte, el guión, las actuaciones, la fotografía, la dirección, la música. En nuestro país parece que nadie quiere ver la película completa, y tampoco existe donde proyectar el film que todos queremos ver.
La escena que ve la presidencia de la república está congelada. En ella se muestra un romance idílico. La frase “todo está bien” define el episodio, pero el evento en que se inserta podría llamarse: en las fronteras de la ingobernabilidad. Lo que no aparece en el episodio, son: los crímenes del narcoterrorismo; la descomposición social, política y económica en Oaxaca; el estancamiento del empleo, la incesante migración y la pérdida de competitividad nacional; la intervención ilegal del presidente en el proceso electoral; la porosidad de las aduanas; la sospecha que existe sobre la familia Sahagún.
Los partidos políticos ven la escena en blanco y negro. Cada uno cree ser el portador de la gran visión del país. Sin embargo, el PRD se mueve en la contradicción y la esquizofrenia, el PRI en la omisión y la pepena política y el PAN en la reacción; por su parte el verde repite su vocación servil y utilitarista. Alternativa y PANAL están por jugar sus cartas, mientras Convergencia es un parásito político. El presidente electo no ha podido copar los espacios dejados a raíz de que se levantaron los plantones en el Distrito Federal. Tampoco ha logrado estructurar un discurso que convenza de que su “rebase por la izquierda” tiene viabilidad. Adicionalmente, Calderón tiene en Manuel Espino a un lastre, tiene la presión de conformar un gabinete ejemplar, mientras algunos cuervos acechan desde sus palacios de gobierno.
Los medios masivos simplemente no quieren ver la película. Se tapan los ojos con las manos y de vez en cuando abren los dedos. Por la rendija de su ojo la realidad se ve difusa y su tarea luce confusa. Los medios viven permanentemente en el episodio. Lo crean, lo adjetivan, lo priorizan a su antojo. Bien puede tronar el país y ellos elegirán mostrar por enésima vez el saldo del huracán Laine, la opinión del “amigo del amigo” de uno de los insólitos náufragos del pacífico, o las frases idiotas de algún político.
Para los medios no existe nada qué debatir sobre democracia, para ellos las instituciones son un traje a la medida de su calidad informativa, para ellos los mexicanos tampoco requerimos ángulos diversos y frescos para entender nuestra realidad social y política. Televisa parece operar en función de cuidar su escena: la ley televisa. Pareciera que está esperando con paciencia el día en que tenga que cobrarle la factura a Felipe Calderón, en caso de que en el mes de diciembre los magistrados le den revés a la ley, hoy en controversia. El evento donde se inscribe la operación de los medios masivos se llama simulación, camuflaje y verdades a medias.
Está claro que en México existe un buen guión y pésimos actores. Pero habemos millones que pagamos por ver la película completa y exigimos pasar del episodio al evento.
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