21 de septiembre de 2006

UN PAIS DOS PRESIDENTES

TRAIDO DE PROGRESO SEMANAL:

Un país, dos presidentes



¿Quién ganó realmente las elecciones mexicanas de 2006?



Por Álvaro F. Fernández



A fines de este año, cuando el Presidente Vicente Fox deba entregar el poder, México tendrá dos presidentes. Y en esta coyuntura abundan las preguntas, pero la mayor parte de la evidencia apunta al robo de otra presidencia al estilo de lo que sucedió en la Florida en 2000. El reparto de personajes es inquietantemente parecido.



El 6 de septiembre de 2006 Felipe Calderón fue proclamado presidente por el más alto tribunal eleccionario del país, el Tribunal Federal Electoral (IFE). El sábado 16 de septiembre, Día de la Independencia Mexicana, durante una Convención Nacional Democrática en la cual se inscribieron y participaron 1 025 724 delegados, una muchedumbre de cerca de medio millón de personas se congregó en el Zócalo, la histórica plaza de la Ciudad de México situada frente al palacio presidencial, y rechazó la decisión del IFE y prefirió declarar presidente a Manuel López Obrador (conocido por AMLO).



Tuve la suerte de ser testigo de este histórico fin de semana en Ciudad México. Mi impresión al marcharme: un México divido políticamente. Cualquier perspectiva de una rápida solución: negra.



AMLO tomará posesión primero, en la fecha del 20 de noviembre escogida por la muchedumbre en el Zócalo. Ese día los electores serán citados nuevamente a la plaza pública para el juramento. Calderón ocupará la presidencia casi dos semanas después, el 1 de diciembre.



¿Y por qué pienso yo que se robaron estas elecciones?



Primero, mientras hablaba con muchos que estuvieron implicados en las elecciones me venía a la mente la Florida 2000 --con demasiada frecuencia. Urnas mal manejadas, votos de AMLO contados para Calderón, un diluvio de dinero usado ilegalmente para confundir al elector, irregularidades en los colegios electorales y tantas otras cosas que me recordaron de aquella tenebrosa elección presidencial del 2000 en la Florida.



Pero dos nombres bien conocidos –uno el de una corporación, el otro de un operativo político--me convencieron de que algo sospechoso –y podrido-- había ocurrido en perjuicio de los más de 100 millones de mexicanos que viven en ese país. Los nombres son Choice Point y Dick Morris.



Permítanme comenzar con Dick Morris. Republicano que se hizo famoso como asesor del demócrata Bill Clinton, Morris se destaca en el negocio de la política sucia. Escribió un libro que tiene el titulo de El nuevo príncipe --una especie de guía maquiavélica para ganar elecciones. En México, los spots de TV que calumniaban a AMLO estaban a la orden del día --todos producidos por Morris. Y el dinero utilizado para insertarlos en las emisoras mexicanas, cuestionable desde el punto de vista legal --las compañías no pueden decidir financiar a candidatos en las elecciones mexicanas sin seguir reglas establecidas, al igual que en Estados Unidos.



Sin embargo, lo que terminó por convencerme fue la participación de Choice Point en las elecciones presidenciales mexicanas. Fue contratada, sin que mediara una licitación, para que limpiara la lista de electores mexicanos.



Permítanme volver atrás y explicar. Por si usted no lo sabía, Choice Point es una compañía de bases de datos cuyo negocio consiste en mantener registros de personas y acerca de ellas. Adquirió una triste notoriedad en 2000, cuando se le concedió sin licitación un contrato de $4 millones de dólares por la entonces Secretaria de Estado de la Florida Katherine Harris, a fin de que identificara a delincuentes que se habían inscrito ilegalmente para votar en la Florida. El resultado fue de 94 000 personas “purgadas” de las listas electorales. Según Greg Palast en su libro La mejor democracia que se puede comprar, publicado en 2004, “menos de 3 000 tenían antecedentes penales verificables… Las decenas de miles de ciudadanos “purgados” tenían algo en común además de su inocencia: la lista, mayoritariamente, estaba conformada por afro-norteamericanos e hispanos, electores abrumadoramente a favor de los demócratas”.



Es interesante saber que el libro presenta otro negocio sin licitación de $67 millones con el Departamento de Justicia del entonces Fiscal General John Ashcroft, en el que Choice Point suministró perfiles de ciudadanos en media docena de países --entre los cuales estaba México.



Pero hay más para sembrar la duda en cualquier cerebro pensante. Y citaré de un artículo escrito en 2003 por Alberto Aziz Nassif, del periódico conservador de México El Universal, donde escribe: “Una de las pocas instituciones publicas de prestigio de México es el Instinto Federal Electoral (IFE)… Desafortunadamente, el (reciente) proceso de selección de nuevos miembros estuvo viciado de origen, ya que los partidos políticos –algunos más que otros—se negaron a mantener la independencia de este árbitro…



“Los criterios para seleccionar a los nuevos miembros se basaron en su filiación partidaria, simpatías, vínculos y compadrazgo… Solo hay que comparar la lista propuesta que ‘ganó’ con la propuesta del PRD (el partido de AMLO) para ver el contraste…



“La actual situación es terrible. La junta electoral no tiene autonomía… Nos enfrentamos a la posibilidad de regresar a las elecciones de legitimidad cuestionable”.



Recuerden, esto fue escrito en 2003.



Seguiré de cerca a México durante los próximos meses. Lo que está sucediendo es una rebelión de gente de todos los sectores de la población que se niegan a vivir bajo una falsa democracia. Su respuesta ha sido dinámica: democracia en acción tomando las calles –pacíficamente--, exigiendo que se le devuelva lo que ha sido robado. ¡Viva!, les digo.



En el proceso, y por medio de sus acciones, ya impidieron que el Presidente Fox pronunciara su discurso del Estado de la Nación; miles de seguidores y electores de AMLO interrumpieron la vida de Ciudad México al erigir una ciudad de tiendas de campaña frente al palacio presidencial durante más de 40 días y 40 noches; y por primera vez en un siglo el presidente no ofreció el grito de independencia a las 11 p.m. en el histórico Zócalo que había sido ocupado por la gente de AMLO.



Acciones futuras de esta creciente rebelión producirán otros actos de desobediencia civil pacífica. Entre ellas hay un plan para impedir que Calderón haga su juramento de toma de posesión el 1 de diciembre.



Mi corazón está con el pueblo de México. Aquellos cuyos votos probablemente han sido robados. Debo decir que admiro la valentía y tenacidad del campo de AMLO. Si Al Gore no se hubiera rendido tan fácilmente, me pregunto, ¿cuál hubiera sido la reacción del pueblo norteamericano?



En cuanto a los que califican a López Obrador de mal perdedor que solo trata de hacer daño a su país y sus instituciones, digo que se burlen y condenen de quienes se roban elecciones.



Finalmente, y en aras de la comparación, ¿no es interesante que la elección presidencial de 2000 haya sido decidida finalmente por el Tribunal Supremo, el máximo tribunal de la nación? En 2006, pero ahora en México, un cuestionado IFE, el más alto tribunal electoral del país, también termina por decidir una elección presidencial.



Me pregunto: ¿podría ser esta una tendencia que se aleja de la democracia electoral, en que los tribunales deciden el resultado de las elecciones, aún las que son robadas?

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