Cada cierto tiempo, el asunto de los viajes al extranjero irrumpe en escándalo político, se suspenden los viajes (por un tiempo, claro está), la crítica amaina, regresan los viajes, se abusa de ellos, y vuelven a irrumpir en escándalo. Hace dos años, en este mismo espacio escribí (déjà vu) que el problema de los viajes era de forma, no de fondo (“Los viajes y las jaladas del gobernador”, Público, 2 de octubre de 2004). El argumento de entonces sigue siendo válido: los viajes son necesarios, pero se manejan de forma tan desaseada, que resultan socialmente condenables y políticamente escandalosos.
Evaluar un viaje al extranjero por los resultados concretos e inmediatos que reporta (que si se vendieron sólo dos containers de tequila o un camión de aguacate) es tan simplista como evaluar el aprendizaje de un alumno por el número de planas llenas que entrega y no por los conocimientos adquiridos. En una economía globalizada, las giras al extranjero son instrumentos clave de gobierno para promover la inversión, y el intercambio cultural, tecnológico y educativo. Pretender que una gira se pague a sí misma no es el punto: bastaría con que se vendieran productos por lo que cuesta el viaje o que lo pagara algún empresario para finiquitar la discusión. No se trata de eso. El asunto de las giras es mucho más estratégico y de largo plazo: se trata es de insertar a Jalisco (y a Guadalajara) en un entorno mundial cada vez más competitivo donde los recursos son también cada vez más escasos.
El que no busca no encuentra, reza el refrán. Nadie va a hacerle su chamba al gobierno sino la hace por sí mismo. El caso de Kodak, trasnacional instalada en la ciudad desde hace tiempo, es ilustrativo de una época que ya pasó, cuando los inversionistas tenía que hacer antesala con las autoridades para invertir; ahora es al revés: las autoridades tienen que convencer a los inversionistas. Lo que no capte Jalisco lo ganará otra región, ni siquiera vecina, sino quizá de otro país; competimos con Sonora y Nuevo León, es cierto, pero también con regiones como Rosario, Argentina y Minas Gerais, Brasil.
Pero aún en términos de resultados “en caliente”, hay casos qué destacar, como el del Programa 3 por 1 de la Sedesol, donde por cada peso que ponen los migrantes, el gobierno federal pone uno, el estatal otro, y el ayuntamiento otro más. En este programa, Jalisco ha logrado una inversión récord nacional de 1,344 mdp en lo que va del sexenio, resultado, en buena medida, de las intensas giras a Estados Unidos. No se puede decir lo mismo de otros viajes, que no han tenido ni el mismo alcance ni la misma claridad.
Esto no significa, por tanto, que los viajes deban estar exentos de toda evaluación. Por el contrario, no sólo deben ser evaluados, sino regulados y fiscalizados. Regulados para que existan procedimientos y estándares de giras al exterior (cuándo se justifica la primera clase y cuándo no; qué paga el gobierno y qué no cubren los viáticos) y rigurosamente fiscalizados, para que se sancionen los abusos que tanto irritan a la opinión pública (taxis estratosféricos, costosas llamadas particulares de larga distancia, cenas con langosta y caviar o, el colmo, compras personales en prestigiosas tiendas de almacén).
Evaluar las giras como instrumentos de política pública para evitar el bochornoso papel de tener que justificar los viajes sólo porque son “positivos para el desarrollo”, así, en abstracto. Es necesario evitar viajes improvisados (diputados echándose volados para ver quién se saca la rifa asiática), inútiles (regidores extraviados en China) o clandestinos (regidoras incógnitas en Francia), y eso sólo se logrará evaluando, regulando y fiscalizando las giras al extranjero. No hacerlo seguirá sembrando más sospechas en la sociedad que inversiones futuras en la región.
APOSTILLA. A un año de labores, el ITEI es ya considerado –según Transparencia mexicana y el IFAI–como uno de los organismos garantes del derecho de acceso a la información pública más avanzados del país; no obstante, los diputados están a punto de reformar la legislación en la materia; ojalá lo hagan con responsabilidad, pues el país tiene la mirada puesta en el congreso local del estado.
Evaluar un viaje al extranjero por los resultados concretos e inmediatos que reporta (que si se vendieron sólo dos containers de tequila o un camión de aguacate) es tan simplista como evaluar el aprendizaje de un alumno por el número de planas llenas que entrega y no por los conocimientos adquiridos. En una economía globalizada, las giras al extranjero son instrumentos clave de gobierno para promover la inversión, y el intercambio cultural, tecnológico y educativo. Pretender que una gira se pague a sí misma no es el punto: bastaría con que se vendieran productos por lo que cuesta el viaje o que lo pagara algún empresario para finiquitar la discusión. No se trata de eso. El asunto de las giras es mucho más estratégico y de largo plazo: se trata es de insertar a Jalisco (y a Guadalajara) en un entorno mundial cada vez más competitivo donde los recursos son también cada vez más escasos.
El que no busca no encuentra, reza el refrán. Nadie va a hacerle su chamba al gobierno sino la hace por sí mismo. El caso de Kodak, trasnacional instalada en la ciudad desde hace tiempo, es ilustrativo de una época que ya pasó, cuando los inversionistas tenía que hacer antesala con las autoridades para invertir; ahora es al revés: las autoridades tienen que convencer a los inversionistas. Lo que no capte Jalisco lo ganará otra región, ni siquiera vecina, sino quizá de otro país; competimos con Sonora y Nuevo León, es cierto, pero también con regiones como Rosario, Argentina y Minas Gerais, Brasil.
Pero aún en términos de resultados “en caliente”, hay casos qué destacar, como el del Programa 3 por 1 de la Sedesol, donde por cada peso que ponen los migrantes, el gobierno federal pone uno, el estatal otro, y el ayuntamiento otro más. En este programa, Jalisco ha logrado una inversión récord nacional de 1,344 mdp en lo que va del sexenio, resultado, en buena medida, de las intensas giras a Estados Unidos. No se puede decir lo mismo de otros viajes, que no han tenido ni el mismo alcance ni la misma claridad.
Esto no significa, por tanto, que los viajes deban estar exentos de toda evaluación. Por el contrario, no sólo deben ser evaluados, sino regulados y fiscalizados. Regulados para que existan procedimientos y estándares de giras al exterior (cuándo se justifica la primera clase y cuándo no; qué paga el gobierno y qué no cubren los viáticos) y rigurosamente fiscalizados, para que se sancionen los abusos que tanto irritan a la opinión pública (taxis estratosféricos, costosas llamadas particulares de larga distancia, cenas con langosta y caviar o, el colmo, compras personales en prestigiosas tiendas de almacén).
Evaluar las giras como instrumentos de política pública para evitar el bochornoso papel de tener que justificar los viajes sólo porque son “positivos para el desarrollo”, así, en abstracto. Es necesario evitar viajes improvisados (diputados echándose volados para ver quién se saca la rifa asiática), inútiles (regidores extraviados en China) o clandestinos (regidoras incógnitas en Francia), y eso sólo se logrará evaluando, regulando y fiscalizando las giras al extranjero. No hacerlo seguirá sembrando más sospechas en la sociedad que inversiones futuras en la región.
APOSTILLA. A un año de labores, el ITEI es ya considerado –según Transparencia mexicana y el IFAI–como uno de los organismos garantes del derecho de acceso a la información pública más avanzados del país; no obstante, los diputados están a punto de reformar la legislación en la materia; ojalá lo hagan con responsabilidad, pues el país tiene la mirada puesta en el congreso local del estado.
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