Por: Alejandro Calvillo - enero 7 de 2014 - 0:00
Calvillo en Sinembargo, LOS ESPECIALISTAS - Sin comentarios
El 9 de enero de 2011, dos meses antes del asesinato de su hijo, Javier Sicilia escribía en el Semanal de La Jornada un texto titulado “Epifanía” en reflexión al significado, al simbolismo, del Día de Reyes, que debería llamarse más bien el Día de los Magos ya que Mateo en su evangelio se refirió a ellos como Magos, nunca como Reyes.
Contrasta en extremo el significado profundo de esta festividad en la cosmovisión cristiana con lo que representa este día en la sociedad de consumo. En la antigua tradición cristiana, de la cual abreva Sicilia, como en muchas de las antiguas tradiciones, los textos sagrados, las tradiciones, trasmiten sabiduría. Sicilia, como Lanza del Vasto, uno de sus maestros, parte del ecumenismo, sabiendo que la sabiduría está inmersa en diversas tradiciones. Podemos asegurar, junto con René Guénon y Frithjof Schun, entre otros, que existe un conjunto universal de valores comunes a todas las culturas tradicionales, a todas las religiones, y que se ha dado en llamar “Filosofía Perenne”. En la tradición hindú existe un término para referirse a ello “Sanatana Dharma” y que significa “verdad o norma eterna e inmutable”.
En la sociedad materialista, en la sociedad de consumo donde la avaricia es el vicio privado convertido en virtud pública, los valores se transfiguran y pierden sentido. En esta dirección, Sicilia reflexionaba así sobre la natividad:
“En medio de los festejos difundidos a lo largo de los siglos por la Iglesia, pero anunciados hoy por las cadenas comerciales y estimulados por el consumo; en medio de la atmósfera de violencia que se ha recrudecido en los últimos tres años y de las manifestaciones de poder de una sociedad técnica, el acontecimiento expuesto ha quedado oscurecido en su sustancia. El niño de Belén, el Dios hecho carne y contingencia –ese niño desnudo, envuelto en pañales, pobre, que nació fuera de su casa, en una gruta, y, por lo mismo, no tiene siquiera en ese momento lo que tiene el hijo de un pastor el día de su nacimiento– es lo contrario de cualquier poder, de cualquier violencia, de cualquier consumo, de cualquier manifestación de apoteosis; lo contrario de nuestra sociedad. Si realmente quisiéramos comprenderlo y entrar en lo profundo de su epifanía sería necesario tomar las vías de la humildad y trastocar el orden de nuestros sentimientos, invertir la escala de nuestros valores y el sentido de nuestro amor; sería necesario renunciar, empobrecerse hasta la humilde sabiduría que habitaba en el corazón de los magos y los pastores, esa sabiduría, tan ajena a nosotros, que llamamos contemplación y olvido de sí”.
Lanza del Vasto, inspirador de Sicilia, italiano de origen, poeta y músico, discípulo cristiano de Gandhi, promotor de la no violencia, fundador de las comunidades ecuménicas del Arca en Europa y guía de muchas luchas contra la reclusión de los argelinos, la defensa de la tierra en el sur de Francia contra proyectos militares, contra el peligro de la investigación y el armamento nuclear, interpretaba de la siguiente manera el sentido de los Magos:
¿Quiénes son los Magos? ¿Qué significa magia? La magia es el poder de la autoridad. Creo que ésta es una definición correcta. Es el poder del saber de vida: autoridad es palabra que proviene de auctor, de augere, que significa aumentar, hacer crecer. Tiene autoridad el que hace crecer lo que custodia. Tiene autoridad el que hace germinar las simientes a su alrededor. Todos los hombres poseen una semilla de vida espiritual muy escondida; casi siempre se pudre o se seca porque quien la lleva la ignora, porque quien la lleva se ocupa de todo, salvo de esa semilla: y con todo lo que hace, con todo lo que desea, con toda codicia logra sofocar esa semilla. Tiene autoridad el que consigue revelar esa simiente a quien la lleva, y de tal modo le ayuda a fecundarla, a hacerla crecer. Mago, rnaestro de Magia es el sabio poderoso. El concepto mismo de Magia es difícil de admitir en este siglo, que es el siglo de la separación. La magia es el poder espiritual no separado. En ella, poder y saber son una sola cosa; pensar y obrar son una sola cosa; conocer y vivir son una sola cosa: para nosotros, todas esas cosas son distintas y opuestas, se desarrollan en personas diferentes, se manifiestan en corrientes contrarias. Tenemos una ciencia que ignora la vida, que rechaza y niega el espíritu. La magia es una ciencia que conoce y favorece la vida y afirma el poder del espíritu. Nuestra ciencia es un conocimiento de la superficie y de la forma de las cosas, y de las relaciones exteriores de los cuerpos y de los objetos separados y sometidos a la ley de la oposición. Lo que está separado puede reunirse en el ámbito abstracto por medio de leyes, las leyes mecánicas. Las únicas leyes que conoce el intelecto son las leyes de las cosas que, empujándose unas a otras, se definen por oposición. Dondequiera que las cosas se presentan como unidas y fundidas, el intelecto y la ciencia no penetran. Sólo penetra en ellas por medio del análisis, o sea desintegrando, disociando, separando: en suma, matando. Por eso nuestra ciencia puede definirse como una ciencia de muerte y una ciencia que lleva a la muerte; desarrolla un poder considerable de disyunción y destrucción. Y todas las obras de paz y de intensa producción se encaminan directamente a la guerra y prolongan la guerra en la paz y la destrucción de la vida, la vida natural y animal, y la destrucción aún más encarnizada de la secreta y espiritual. Pero no es ésta la ciencia que los antiguos sabios conocieron. La ciencia interior que empieza por el conocimiento del hombre, por el conocimiento de lo que existe de esencial en el hombre: no su máquina visible, pero sí la escondida simiente.
Estas son tan sólo algunas de las reflexiones de Lanza de Vasto sobre los Magos capturadas por una de sus discípulas en el libro Comentarios de los Evangelios que afortunadamente puede encontrarse en versión electrónica en internet junto con otros de sus escritos. Lanza del Vasto recurría a su conocimiento profundo de otras tradiciones, incluso, anteriores al cristianismo, para poder explicar el significado de los evangelios. Aunque su tradición era la cristiana reconocía la sabiduría presente en los escritos de Lao Tze, de Budha, de Mahoma, de las diversas tradiciones. Su ecumenismo se basaba en ese conocimiento, en el descubrir la sabiduría en las cosmovisiones, encontrándolas entre sí, no oponiéndolas.
En estas tradiciones existe algo en común que forma parte de la llamada “Filosofía Perenne”, del llamado “Sanatana Dharma” en la India, de ese conjunto de valores comunes a todos los pueblos, culturas y religiones tradicionales y/o antiguas: considerar que el materialismo, la avaricia y la usura son vicios contrarios a los valores fundamentales, vicios que son la regla en nuestra sociedad y que encuentran uno de sus mayores expresiones en el consumismo de estas festividades.
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