Sobre Israel como invitado especial en la FIL de Guadalajara
Como cada año, la prestigiosa Feria Internacional del Libro de
Guadalajara designa a un país como invitado especial. Este año está
dedicada a la producción editorial y cultural de Israel. Los abajo
firmantes queremos destacar la necesidad de tener muy presente la
historia del Estado de Israel y el hecho de que su creación provocó
una tragedia: la del pueblo palestino, condenado al exilio. Y también
deseamos que se tenga muy presente lo ocurrido con ese pueblo desde
entonces y hasta hoy.
La creación del Estado de Israel comenzó en 1948, tras la resolución
181 de las Naciones Unidas, que decidió la partición de Palestina
–entonces estaba bajo el Mandato británico- en dos estados: uno judío
y otro árabe. Ciertos sectores judíos de izquierda al interior del
sionismo se opusieron a la partición de la tierra y propusieron para
la región un modelo alternativo al del estado nacional. Sin embargo,
la política del sionismo, como movimiento nacional eurocéntrico, hizo
que el nuevo Estado de Israel, desde que se instaló en territorio
palestino, optara por el enfrentamiento con la población local
mayoritaria, y no por una política de coexistencia con los pobladores
nativos. Las consignas políticas de trabajo y producción hebreos
expresan con contundencia el pensamiento de separación (e incluso de
limpieza étnica, como demuestran algunos nuevos historiadores
israelíes) que han mantenido y siguen manteniendo los diversos
gobiernos de Israel, sin importar su filiación política, de
centro-derecha, extrema derecha o laborista. Ninguno de los gobiernos
ha abandonado la política de ocupación ilegal de territorios palestinos.
Hay un punto nodal que no puede ignorarse: el Estado de Israel es de
carácter étnico y confesional. No es un estado de ciudadanos, es un
estado para un sector exclusivo de ciudadanos, los judíos. En este
sentido, puede verse como un estado judío fundamentalista, aunque
viste un ropaje de formalidad democrática occidental.
Para las personas que viven en Israel, en este momento coyuntural, la
existencia pacífica depende de una decisión moral y política
insoslayable: la de abandonar la concepción colonial y expansionista
de la ideología sionista. Una decisión así tendría que llevar a la
retirada del ejército de los territorios palestinos, a hacer que el
medio millón de colonos judíos de Cisjordania abandonen este
territorio (y si quieren permanecer allí, que acepten vivir bajo un
gobierno palestino), y al cese inmediato de la construcción de miles
de viviendas para colonos judíos en los territorios ocupados de Palestina.
El Estado de Israel dice abogar por la paz con el pueblo palestino. Se
pregunta uno por qué no empieza por el reconocimiento y el apoyo a la
concreción del Estado Palestino, en lugar de seguir alimentando
permanentemente esta especie de pax romana: se mantienen los
territorios bajo mandato israelí, incautando terrenos palestinos; se
rodean de muros que aíslan y que cortan la posibilidad de una
continuidad territorial palestina así como de una vida digna para
ambos pueblos. Israel no sufre ningún peligro real, posible, actual de
eliminación física (como ya afirmó en 1972 el General israelí
Matityahu Peled).
Lamentablemente los gobiernos israelíes –y sobre todo la
administración actual, encabezada por Netanyahu- no han mostrado una
intención creíble de solucionar el problema colonial y por lo tanto
cambiar de rumbo. Los 45 años de ocupación militar por el Estado de
Israel han enfrentado a dos poblaciones heterogéneas que habían
demostrado sobradamente su capacidad de convivir en paz, trabajando en
una misma tierra amada. El yugo colonial ha ido alimentando el
legítimo deseo de liberación del pueblo palestino. Lo que desearíamos
muchos es una política de entendimiento real, no desde el uso de la
fuerza militar ni desde las argucias diplomáticas, sino a partir de la
moral, la ética y la justicia, que el pueblo judío supo legar al mundo
en voz de sus profetas.
Lejos de las contradicciones de la Realpolitik, la paz real, en el
marco de dos estados independientes y autónomos (o de un estado
binacional), está en manos de los ciudadanos, que en diversas ONG’s
luchan diariamente, convencidos de que la relación entre moral y
política es necesaria. Entre éstos se encuentran pensadores,
escritores y creadores en diversas áreas culturales cuyas voces la FIL
no podrá hacer escuchar porque no estarían dispuestos a representar a
la política colonialista y segregacionista oficial del Estado de
Israel (tal como hizo el poeta Aharon Shabtai al declinar la
invitación al Salón del Libro de París cuando Israel fue el país invitado).
Ante esta realidad, consideramos indispensable que México reconozca la
existencia de los dos estados, y solicitamos que se realicen en este
año mesas redondas sobre el tema de Israel – Palestina, conformadas
por personas que expresen puntos de vista diferentes. Esto ayudará a
dar conocer al país invitado de manera plural. Y desde la misma
perspectiva pluralista, solicitamos, que próximamente el país invitado
por la FIL sea el de Palestina, con la presencia de escritores,
cineastas, músicos y pintores.
Margit Frenk, Juan Gelman, Hugo Gutierrez Vega, , Eduardo Mosches,
Héctor Díaz Polanco, Aline Pettersson, Luis Tovar, Francesca Gargallo,
Pedro Miguel, Marcos Límenes, Nestor Braunstein, Silvana Rabinovich,
Octavio Rodríguez Araujo, Pilar Calveiro, Mauricio Schoijet, Horacio
Cerutti, Saúl Ibargoyen, Teresa Guitián, Claudio Albertani, Jessica Beckerman,
(para agregar su firma visita:
https://www.facebook.com/ adopta.unninomuerto?ref=ts& fref=ts )
Como cada año, la prestigiosa Feria Internacional del Libro de
Guadalajara designa a un país como invitado especial. Este año está
dedicada a la producción editorial y cultural de Israel. Los abajo
firmantes queremos destacar la necesidad de tener muy presente la
historia del Estado de Israel y el hecho de que su creación provocó
una tragedia: la del pueblo palestino, condenado al exilio. Y también
deseamos que se tenga muy presente lo ocurrido con ese pueblo desde
entonces y hasta hoy.
La creación del Estado de Israel comenzó en 1948, tras la resolución
181 de las Naciones Unidas, que decidió la partición de Palestina
–entonces estaba bajo el Mandato británico- en dos estados: uno judío
y otro árabe. Ciertos sectores judíos de izquierda al interior del
sionismo se opusieron a la partición de la tierra y propusieron para
la región un modelo alternativo al del estado nacional. Sin embargo,
la política del sionismo, como movimiento nacional eurocéntrico, hizo
que el nuevo Estado de Israel, desde que se instaló en territorio
palestino, optara por el enfrentamiento con la población local
mayoritaria, y no por una política de coexistencia con los pobladores
nativos. Las consignas políticas de trabajo y producción hebreos
expresan con contundencia el pensamiento de separación (e incluso de
limpieza étnica, como demuestran algunos nuevos historiadores
israelíes) que han mantenido y siguen manteniendo los diversos
gobiernos de Israel, sin importar su filiación política, de
centro-derecha, extrema derecha o laborista. Ninguno de los gobiernos
ha abandonado la política de ocupación ilegal de territorios palestinos.
Hay un punto nodal que no puede ignorarse: el Estado de Israel es de
carácter étnico y confesional. No es un estado de ciudadanos, es un
estado para un sector exclusivo de ciudadanos, los judíos. En este
sentido, puede verse como un estado judío fundamentalista, aunque
viste un ropaje de formalidad democrática occidental.
Para las personas que viven en Israel, en este momento coyuntural, la
existencia pacífica depende de una decisión moral y política
insoslayable: la de abandonar la concepción colonial y expansionista
de la ideología sionista. Una decisión así tendría que llevar a la
retirada del ejército de los territorios palestinos, a hacer que el
medio millón de colonos judíos de Cisjordania abandonen este
territorio (y si quieren permanecer allí, que acepten vivir bajo un
gobierno palestino), y al cese inmediato de la construcción de miles
de viviendas para colonos judíos en los territorios ocupados de Palestina.
El Estado de Israel dice abogar por la paz con el pueblo palestino. Se
pregunta uno por qué no empieza por el reconocimiento y el apoyo a la
concreción del Estado Palestino, en lugar de seguir alimentando
permanentemente esta especie de pax romana: se mantienen los
territorios bajo mandato israelí, incautando terrenos palestinos; se
rodean de muros que aíslan y que cortan la posibilidad de una
continuidad territorial palestina así como de una vida digna para
ambos pueblos. Israel no sufre ningún peligro real, posible, actual de
eliminación física (como ya afirmó en 1972 el General israelí
Matityahu Peled).
Lamentablemente los gobiernos israelíes –y sobre todo la
administración actual, encabezada por Netanyahu- no han mostrado una
intención creíble de solucionar el problema colonial y por lo tanto
cambiar de rumbo. Los 45 años de ocupación militar por el Estado de
Israel han enfrentado a dos poblaciones heterogéneas que habían
demostrado sobradamente su capacidad de convivir en paz, trabajando en
una misma tierra amada. El yugo colonial ha ido alimentando el
legítimo deseo de liberación del pueblo palestino. Lo que desearíamos
muchos es una política de entendimiento real, no desde el uso de la
fuerza militar ni desde las argucias diplomáticas, sino a partir de la
moral, la ética y la justicia, que el pueblo judío supo legar al mundo
en voz de sus profetas.
Lejos de las contradicciones de la Realpolitik, la paz real, en el
marco de dos estados independientes y autónomos (o de un estado
binacional), está en manos de los ciudadanos, que en diversas ONG’s
luchan diariamente, convencidos de que la relación entre moral y
política es necesaria. Entre éstos se encuentran pensadores,
escritores y creadores en diversas áreas culturales cuyas voces la FIL
no podrá hacer escuchar porque no estarían dispuestos a representar a
la política colonialista y segregacionista oficial del Estado de
Israel (tal como hizo el poeta Aharon Shabtai al declinar la
invitación al Salón del Libro de París cuando Israel fue el país invitado).
Ante esta realidad, consideramos indispensable que México reconozca la
existencia de los dos estados, y solicitamos que se realicen en este
año mesas redondas sobre el tema de Israel – Palestina, conformadas
por personas que expresen puntos de vista diferentes. Esto ayudará a
dar conocer al país invitado de manera plural. Y desde la misma
perspectiva pluralista, solicitamos, que próximamente el país invitado
por la FIL sea el de Palestina, con la presencia de escritores,
cineastas, músicos y pintores.
Margit Frenk, Juan Gelman, Hugo Gutierrez Vega, , Eduardo Mosches,
Héctor Díaz Polanco, Aline Pettersson, Luis Tovar, Francesca Gargallo,
Pedro Miguel, Marcos Límenes, Nestor Braunstein, Silvana Rabinovich,
Octavio Rodríguez Araujo, Pilar Calveiro, Mauricio Schoijet, Horacio
Cerutti, Saúl Ibargoyen, Teresa Guitián, Claudio Albertani, Jessica Beckerman,
(para agregar su firma visita:
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