JESUSA CERVANTES
13 DE SEPTIEMBRE DE 2013
ANÁLISIS
La Policía Federal desaloja a los maestros de la CNTE del Zócalo.
Foto: Hugo Cruz.
MÉXICO, DF, (apro).- Los vehículos los compró Felipe Calderón y, al igual que el costoso avión presidencial, todo ello heredó a Enrique Peña Nieto: se trata de las tanquetas con agua a presión para disuadir, replegar y “encapsular” a manifestantes que este viernes 13 estrenó el gobierno peñista.
Después de que el gobierno de Peña Nieto –dirigido en su política represora por el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda– engañara –y no una sino dos veces, sólo que en la segunda fue tan evidente que ni los medios pudieron callar– y azuzara la satanización mediática durante dos semanas consecutivas contra la disidencia magisterial, accionó el botón de la refriega.
Los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) llegaron a la capital el 19 de agosto y desde entonces “tomaron” la plaza pública más representativa del país, la Plaza de la Constitución, el Zócalo, para desde ahí denunciar el engaño del gobierno en torno a la mal llamada “reforma educativa”.
Desde ahí los maestros evidenciaron las marrullerías de Luis Miranda quien, mientras les extendía la mano para dialogar, con la otra preparaba un desalojo justificado con “infiltrados”.
A partir de las diez de la mañana de este día, maestros de la CNTE empezaron su operación hormiga en retirada; lentamente fueron abandonando el campamento del Zócalo, pero desde el gobierno se siguió presionando. El ultimátum de dos horas, que acabó a las cuatro de la tarde de este viernes, fue el campanazo para el arranque de la refriega.
Por la radio, un reportero de MVS describía cómo un maestro, que emprendía la retirada, fue interceptado por la Policía Federal (PF) para luego ser molido a golpes; o cómo estos mismos uniformados intentaron allanar una escuela de avenida Chapultepec porque ahí supuestamente se habían refugiado los “revoltosos” o “vándalos”, como les encanta a los panistas calificar a los docentes.
En varios puntos cercanos al centro histórico, maestros y grupos de anarquistas se enfrentaron con granaderos o la PF, pero al final, según los programas radiales, “fue un operativo limpio” en el que en diez minutos “se recuperó el Zócalo”. Todo para que Peña Nieto festeje no sé qué, desde el balcón presidencial este 15 de septiembre.
Pero el “limpio operativo” del que tanto se jactan las autoridades no fue sino una muestra más de la ausencia de operación política, de la ausencia de un hombre de Estado que ante la inconformidad sepa escuchar, o de un hombre de Estado que no impone sino consulta.
La noche del miércoles pasado preguntaba a un avezado político si los asesinatos, el primero de un diputado local de Oaxaca y maestro integrante de la sección 22 de esa entidad, así como la de otro legislador local en Michoacán, no eran eventos aislados y tenían que ver con el inicio de la represión contra el movimiento magisterial.
Aislado, fue la respuesta, mera coincidencia que fuera maestro el diputado asesinado.
Menos mal, le dije, pensé que ya había iniciado la represión. “Todavía no”, atajó.
Efectivamente, el mensaje estaba dado y la represión abierta arrancó este viernes 13 de septiembre. Con todo contra la sección 22 de la CNTE, a la vez que en Guerrero se detenía a dos dirigentes de la combativa CETEG que puso de cabeza al estado durante abril y mayo por movilizarse en contra de la reforma educativa.
La estrategia de Luis Miranda, el mismo hombre que maquinó los enfrentamientos de Atenco cuando Peña Nieto era gobernador del Estado de México, ahora se centra en Oaxaca y su sección 22. En sus líderes principales, descabezarlos, como ya se evidenció en Guerrero.
Reduce o acaba con la combativa sección 22 en Oaxaca y finiquitará el movimiento magisterial disidente, parece ser el pensamiento que desde Gobernación se materializa con la actuación en las calles de las fuerzas policiacas federales.
La sección 22 ya había acordado abandonar el Zócalo, y desde las diez de la mañana diversos grupos de maestros empezaron la retirada, públicamente lo habían anunciado, entonces, ¿por qué cuando quedaban algunos profesores en la plaza central ingresó la Policía Federal? ¿Por qué ir a buscar y enfrentar a los docentes, quienes ya se encontraban en las calles aledañas rumbo al monumento a la Revolución?
¿De quién fue la orden para ir a perseguirlos, si de cualquier manera el Zócalo ya empezaba a vaciarse? ¿De quién también fue la orden de infiltrar a los “anarquistas” para que se enfrentaran con las fuerzas públicas? El guión parece repetirse.
Si los gobiernos federal y local habían aguardado 25 días para que los mentores abandonaran el Zócalo, ¿por qué no esperar unas horas más? Resulta extraño, pareciera que las policías buscaban provocar, enfrentar y ya no sólo amedrentar e intimidar a los maestros.
La lucha magisterial puede no gustar a muchos, y efectivamente ten más de una ocasión trastornó la vida de los capitalinos, de quienes tranquilamente y con sus propias luchas internas y problemas económicos sobreviven el día a día, pero también es cierto que en toda lucha por una mejor educación, un mejor gobierno y una mejor vida, hay afectaciones.
Unos cuantos días de afectación no se comparan con años de sumisión que, a final de cuentas, es el saldo que encierra la reforma educativa: hacer hombres para producir, no para pensar y ser libres.
El gobierno de Peña Nieto ha demostrado que lo suyo es la imposición. Así fue su llegada al poder mediante la manipulación de las carencias económicas, así lo evidenció con su famoso Pacto por México, mediante el cual borró de tajo al Poder Legislativo, imponiéndose el poder metaconstitucional e ilegal del presidente.
Y así ha sido en realidad con todo el conflicto magisterial. Desde que éste inició, producto de la imposición de una ley, el gobierno ha sido el único que decide, aunque ante los medios de comunicación juegue a establecer “mesas de diálogo”.
Un gobierno que exhibe en su primer informe tanquetas de agua a presión, que deja avanzar los movimientos ante la falta de respuesta y atención a sus demandas, un país que tiene grupos de autodefensa, que enfrenta tomas de carreteras por gente harta de tanta burla, un gobierno que saca a las calles a cientos de elementos de la Policía Federal no es un país democrático, es un país sordo que sólo ayuda a prender fuego en la pradera.
Se puede recuperar el Zócalo, pero ningún zócalo debiera estar tomado, porque debe entender el gobierno que no sólo es un conflicto magisterial. Se pueden sacar las tanquetas a las calles y hacer gala de poder, pero ningún país digno debe ni tendría necesidad de hacerlo si escucha a su pueblo. Se puede tener una noche de gala el 15 de septiembre, pero no será buen augurio hacerlo de forma amurallada y resguardado por cientos de elementos de la PF y, de paso, del Ejército.
Lo ocurrido hoy sólo mostró ausencia de hombre de Estado y presencia de mano dura, impositiva y traicionera… se avecinan más nubarrones.
Y la lección para los inconformes, al final de este viernes 13, es que en la era peñista ya no se reprime, ahora “se encapsula”.
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx
En Twitter: @jesusaproceso
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