Juan Alfonso Fernández González
Las recientes revelaciones sobre el programa PRISM [1] de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de los Estados Unidos, y la operación Tempora [2] de la Dirección de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ) del Reino Unido para realizar espionaje a las comunicaciones internacionales con la colaboración de las empresas que brindan los servicios más populares de internet han sido recibidas con preocupación por millones de personas en todo el mundo que utilizan estos servicios.
Sin embargo, para muchos esta noticia no es más que una confirmación de algo ya ampliamente conocido, por lo que su importancia no radica en su novedad sino en que ha traído a la luz pública el debate sobre el endeble marco legal en el que se basa la operación y los servicios de internet.
Pero antes de adentrarnos en las posibles consecuencias de estas revelaciones comencemos repasando lo que ya es sabido:
El gobierno de los Estados Unidos espía las comunicaciones mundiales.
En 1960 fueron develadas por primera vez las actividades de espionaje a las comunicaciones mundiales que realizaba la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), creada 8 años antes mediante una orden ejecutiva secreta del Presidente de los Estados Unidos. [3]
Posteriormente, en 1977, surgió la red global de espionaje ECHELON operada por la NSA de conjunto con entidades de otros 4 países angloparlantes: Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda. [4]
fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2013/06/24/internet-espionaje-y-extraterritorialidad/
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