Cuando yo uso una palabra – dijo Humpty-Dumpty en tono burlón – significa justamente lo que yo quiero que signifique: ni más ni menos…
El problema – dijo Alicia – es si usted puede hacer que una palabra tenga tantos significados…
No – dijo Humpty-Dumpty – el problema es quién es el que manda. Eso es todo. (tomado de: Alicia a través del espejo de Lewis Carroll.
Por: Patricia Barba Ávila
Desde tiempos inmemoriales, la historia nos da cuenta del sinnúmero de ocasiones en las que quien o quienes detentan el poder no solo han armado escenarios que sirvan para inculpar y destruir a sus enemigos, sino que, además, han diseñado “leyes” para intentar legitimar crímenes contra la humanidad y justificarlos como “necesarios” para la paz y el progreso.
Desde el Imperio Romano, pasando por el Medioevo, el Renacimiento y la era moderna, las élites gobernantes han empleado el poder para la construcción de culpables a los que se desea eliminar: desde Nerón y el incendio de la ciudad, que le sirvió tanto para destruir a los cristianos como para reconstruir Roma de acuerdo con su enfermiza noción de grandeza, pasando por la explosión del buque Maine provocada por el propio gobierno norteamericano en aguas cubanas para justificar la Enmienda Platt y la injerencia en la política y economía de la isla caribeña en 1898, hasta las masacres cometidas por mercenarios y los “Cascos Azules” de la ONU en la antigua Yugoslavia, que sirvieron para que un tribunal ad hoc inculpara y juzgara al Presidente serbio Slovodan Molosevic y, como ansiado corolario, para que el cartel financiero internacional a través de su brazo armado, la OTAN, tomara el control de esa estratégica región.
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