14 de octubre de 2012
PEMEX, REPSOL, EL NACIONALISMO Y EL BIENESTAR DE LOS PUEBLOS por Patricia Barba Ávila
"Nuestra disculpa a los accionistas de PEMEX Internacional por las palabras de Pachi Vázquez..." dijo Alberto Núñez Feijóo, actual presidente de la Junta de Galicia.
Pregunta: ¿a cuáles accionistas se refería Feijóo, porque de acuerdo con la archi-violada Constitución Mexicana (Art. 27) los dueños de PEMEX somos los ciudadanos...o no?
Repsol se indigna por la expropiación de YPF que decretó el gobierno argentino...
...la pregunta es obligada: ¿tanto PEMEX como REPSOL garantizan bienestar de los pueblos mexicano y español?
Por: Patricia Barba Ávila
Dice el Art. 27 de la Constitución Mexicana: "Pertenecen a la nación las tierras, aguas y recursos naturales comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, ya sea debajo o encima de la tierra. Corresponde a la Nación el dominio directo de todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas...".
En el espíritu del Constituyente de 1917, se asume que "la Nación" la integramos los habitantes del territorio mexicano y, por lo tanto, la propiedad de PEMEX es de los aproximadamente 110 millones de ciudadanos mexicanos que actualmente viven en la República. En otras palabras, el marco constitucional contiene postulados que garantizarían el bienestar de la sociedad mediante el buen manejo de los recursos que son suyos; sin embargo, salvo el breve período de 6 años de la administración del Gral. Lázaro Cárdenas del Río, protagonista de la nacionalización del petróleo que dio lugar a PEMEX, las pingües ganancias por la venta de los millones de barriles del crudo jamás han servido para asegurar el progreso y justicia social para todos. Lejos de eso, las carretonadas de dólares que ingresan van a parar, en un porcentaje enorme, a la Secretaría de Hacienda que a su vez las destina al pago de una deuda contraída con la banca transnacional producto de corruptelas y latrocinios de la élite política jamás preocupada por respetar la Carta Magna.
Desde la inserción de Salinas de Gortari --con todo y doctorado harvardiano-- en el gobierno de Miguel De la Madrid, el proceso de "chatarrización" de Petróleos Mexicanos ha sido ininterrumpido. Hay que recordar que Salinas decretó su fragmentación en cuatro empresas, iniciándose un proceso de debilitamiento brutal de la paraestatal. Con Zedillo y sus Pidiregas, se continuó con singular entusiasmo y eficacia, al desmantelamiento de todo el sector, incluyendo la Petroquímica Secundaria, otro motor poderosísimo de la economía nacional. La historia nos dice que empresas como Fertimex fueron destruidas para favorecer los intereses de las empresas extranjeras productoras de fertilizantes, afectando enormemente a los productores nacionales que se han visto obligados a importar estos insumos. Pero este no ha sido todo el daño hecho a Pemex y a la economía de sus dueños por ley constitucional. Tenemos la nula inversión en PEMEX tanto para la exploración y explotación como para el procesamiento del petróleo. No se ha construido una sola refinería para brindar a los mexicanos gasolina de buena calidad y a precios razonables. Para tener una dimensión precisa de lo que esto significa, aquí va este dato: con una producción de más de 3 millones de barriles diarios, México sólo cuenta con 6 refinerías, mientras que Japón con una producción de alrededor de 132,000 barriles por día, tiene 28 refinerías!
El proceso de enajenación de nuestros recursos petrolíferos ha sido ininterrumpido, sin importar si el gobernante en turno es del PRI o de la oposiciòn (SIC) panista. En 2008 se llevaron a cabo foros en el Congreso donde el gobierno calderonista intentó convencernos de las bondades de la privatización de PEMEX. Como recordaremos, esto generó un amplio movimiento nacionalista encabezado por Andrés Manuel López Obrador. Ahora, después de la elección fraudulenta del 2012 en la que Peña Nieto, teniendo detrás a Salinas y el Grupo Atlacomulco, está por ser "coronado" como el Presidente del país, está cocinándose otra iniciativa "preferente": la reforma energética, con la que se intenta la total enajenación de "nuestro" (SIC) petróleo. Justamente a eso va a Europa: a garantizar, entre otras "medidas para beneficio de los mexicanos" (SIC), la entrega inicua de los recursos nacionales al codicioso cartel financiero internacional.
Como si el modelito hubiese sido diseñado para imponerse en los países con "democracias" representativas --no de los pueblos, sino de los intereses de los poderes fácticos-- en España ocurre algo similar con Repsol --de la que, por cierto, PEMEX es accionista-- y que en abril del año en curso pegó el grito en el cielo por la decisión del gobierno argentino de expropiar los Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Los verdaderos dueños de Repsol --que ciertamente no son los sufridos y vapuleados españoles-- exigieron una indemnización arbitraria y abusiva que el país suramericano ha rechazado con toda justificación. Pero aquí es obligado preguntar: ¿acaso las multimillonarias ganancias de esta empresa han servido para garantizar bienestar a los millones de españoles que hoy padecen las infames recetas del Fondo Monetario Internacional? Por supuesto que no. Hoy, el pueblo español que ha oscilado entre gobernantes "socialistas" y "conservadores" (PSOE y PP) sin que la política económica haya variado un ápice, ha salido a las calles para protestar por el creciente desempleo y empobrecimiento que como "premio" les entrega el Sr. Rajoy por su ovejuna sumisión a los mandatos fondomonearistas de la Zona Euro. Parecido destino ha sufrido Grecia e Italia va por el mismo camino.
Ciertamente, este comportamiento de los grandes consorcios que se han apropiado de todo lo que alguna vez fue patrimonio de los pueblos, nos hace repensar el concepto de "nacionalismo" y redefinirlo como una postura humanista y cívica tendiente a garantizar el bienestar de las grandes mayorías mediante la utilización racional y con enfoque social de las riquezas de cada país. No es casual que los proyectos proclives a lograr el progreso equilibrado y sustentable de las sociedades, rechacen con toda contundencia la privatización de lo que es público, bajo el insostenible argumento de que "bajo la tutela de la iniciativa privada, todo funciona mejor". La experiencia de millones de ciudadanos que padecen el abuso de los monopolios y corporaciones, es prueba irrefutable de lo contrario. Las masivas manifestaciones que han venido ocurriendo en varias naciones azotadas por el neoliberalismo, constatan que la codicia e inmoralidad de los mega-consorcios transnacionales sólo produce inenarrable sufrimiento y muerte de los incontables millones para beneficio del 1%.
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