- De todos los minerales, el más vital el términos alimenticios es el sodio, que consumimos básicamente en forma de cloruro sódico: sal de mesa. Lo cual es irónico, si tenemos en cuenta que los dos elementos que la componen (el cloro y el sodio) son extremadamente peligrosos y mortales. Por ejemplo, si echamos un trozo de sodio puro en agua, explotará con la suficiente fuerza como para matarnos. Y el cloro era el ingrediente activo de los gases venenosos de la Primera Guerra Mundial; y bueno, quien nade mucho en una piscina, también habrá notado el escozor del cloro en los ojos.
- La sal sí es extremadamente nociva si la consumimos en exceso. La dosis necesaria diaria es de 200 miligramos, pero ingerimos de media 60 veces más. Y es que muchos alimentos preparados llevan sal, incluso los que parece que solo llevan azúcar, como los cereales para el desayuno, las sopas preparadas o los helados. Sí, aunque suene raro, los cereales para el desayuno contienen más sal que los cacahuetes salados.
- La sal que hay en el mar podría cubrir la superficie de tierra del planeta con un espesor de 166 metros, el equivalente aproximado a un edificio de 40 plantas.
- El apetito por la sal es un instinto ancestral muy importante para la supervivencia: la capacidad de compensar rápidamente las necesidades de sodio del organismo lamiendo una solución con alto contenido en sal puede resultar crucial en muchas circunstancias. Un equipo de investigadores del Centro Médico de la Universidad de Duke y de la Universidad de Melbourne, según publican en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), ha constatado que las drogas adictivas como la cocaína o la heroína activan las mismas células nerviosas y conexiones cerebrales.
- En el pasado, la sal era un elemento escaso y muy importante para conservar alimentos. Hasta el punto de que, en la Edad Media, caravanas de hasta 40.000 camellos (una hilera de 115 km) transportaban sal desde Tombuctú, a través del Sáhara, hacia los mercados del Mediterráneo. Tal y como explica Bill Bryson en su libro En casa:
Se han librado guerras por la posesión de la sal y se ha traficado con esclavos por ella. La sal, por lo tanto, ha provocado mucho sufrimiento. Pero eso no es nada en comparación con las penurias, el derramamiento de sangre y la avaricia asesina que se asocian con diversos manjares insignificantes que no necesitamos para nada y sin los que podríamos vivir perfectamente. Me refiero a los complementos de la sal en el mundo de los condimentos: las especias. Nadie moriría sin ellas, pero muchos han muerto por ellas.
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