8 de octubre de 2012

ESO DIGO YO… Nancy Azpilcueta


ESO DIGO YO…

Nancy Azpilcueta   
[]  

    Diferentes en la vida, los hombres son semejantes en la muerte.

Lao Tse
 

Nunca he celebrado la muerte de nadie, menos si ocurre en circunstancias violentas. Por más deleznable que haya sido el propietario de esa vida arrancada, jamás he festejado a costa del dolor de otros. No lo hice con la muerte de Augusto Pinochet, ni con Bin Ladden ni con Kadhaffi ni con nadie más,  ¿por qué habría de ser diferente con el artero asesinato de José Eduardo Moreira Rodríguez?, el hijo del ex gobernador coahuilense que de por sí, desde su destierro metafórico de la política y enredado en su propia historia, ya está sufriendo desde hace casi un año los efectos de haberse excedido en el uso del poder. 

El jueves 4 a la mañana –al día siguiente del crimen- alguien cercano me señalaba que debía  sentirme satisfecha porque Humberto Moreira Valdés empezó a pagar lasdeudas personales que forjó a lo largo de su carrera política; que dejó muchos heridos en el trayecto a los cargos públicos que ocupó durante años,  que quienes dirigimos y mantenemos a flote  Razones de SER somos parte de esa lista dedamnificados (lo que es absolutamente cierto) y que “la justicia divina” existe y, tanto esa persona, como muchos otros que lo expresan en voz baja y -claro, entre amigos- (porque  decirlo en público sería “mal visto”, sería políticamente incorrecto y además, un claro signo de impertinencia o de imprudencia o de ambas…) y puede que tengan razón, pero en lo personal no me alegro del hecho, eso que quede bien claro. 

Y es que detrás del asesinato de José Eduardo Moreira Rodríguez las autoridades hoy todas volcadas al caso, tienen  mucho por investigar y desde nuestro lugar hay  mucho por analizar detenida y fríamente, partiendo por supuesto del hecho que en sí mismo, el asesinato fue un claro mensaje para el padre de la víctima, el ex gobernador coahuilense y ex líder nacional del PRI.

 

 

¿Cuántos padres, madres, esposas, hermanas y hermanos de víctimas de la guerra contra el crimen organizado habrá en México sintiendo lo mismo que siente hoyHumberto Moreira?… Miles. 

Algunos se han organizado, siguiendo la lucha de otro padre que perdió a su hijo, y con su muerte, murieron también sus  ganas de crear y llegar a la sensibilidad de quienes fueron sus lectores: “El mundo ya no es digno de la palabra, es mi último poema, no puedo escribir más poesía... la poesía ya no existe en mi”, decía el escritor y periodista Javier Sicilia, en medio de su dolor, el poeta  hoy sigue preguntándose  –igual que Humberto Moreira- ¿Por qué sesgar la vida de su hijo?, un joven  de apenas 24 años. Un muchacho que igual que José Eduardo Moreiratenía sueños y proyectos; un joven que igual que el hijo del ex mandatario estatal de Coahuila fue encontrado muerto en un auto, en Cuernavaca, Morelos, el 28 de marzo de 2011,  junto con los cuerpos de seis personas más, todos con visibles signos de tortura; un joven sobre cuyo cuerpo también el crimen organizado dejó un mensaje… 

Es el mismo dolor, dos padres que pierden en muy similares circunstancias a sus hijos, pero no es la misma justicia la que se aplica para ambos, porque Javier Sicilia junto con muchos otros padres de familia, todavía no encuentra justicia; pese a eso, lo poco que ha logrado el poeta no es tampoco la misma justicia la que se ejerce para quienes no llevan apellidos como Moreira o Sicilia u otros más, y esto es realmente lo lamentable en un México devastado por el sufrimiento de familias que diariamente pierden a más de sus integrantes.

Los bebés y niños pequeños que han muerto en esta desenfrenada guerra sin cuartel ni códigos; las mujeres embarazadas que han sido víctimas de oscuras venganzas, los miles de inocentes abatidos y que son calificados como “daños colaterales” pero son simplemente Pérez o González, no tendrán la justicia que, en medio del dolor y enpleno funeral exigió Humberto Moreira, acompañado en todo momento pormiembros de la elite política y empresarial, a quien el presidente Felipe Calderón le externó su compromiso de aplicar los recursos del estado para encontrar a los responsables y todo eso que ya sabemos que está ocurriendo rápidamente, demasiado rápido, para mi gusto.

Los diez muertos en el ataque de un comando armado en un funeral que se celebraba en un cementerio privado de Torreón, Coahuila, hace apenas un par de semanas,  no tuvieron -ni tendrán- la misma rapidez en la aplicación de la justicia por sus muertes, por una sencilla razón: son víctimas pobres, no tienen poder, tampoco tienen influencias ante nadie. 

Son simplemente víctimas de la impunidad la corrupción y la ineficiencia. Son una estadística más.

Evidentemente puedo seguir trasladando de la realidad reciente de México, y sobre todo, de Coahuila ejemplos de pérdidas humanas, sufrimiento y desesperación pero está más que claro que el rasero no se aplica por igual, y eso es lo que debe cambiarse y exigir que se ejerza todo el poder y la acción de la justicia por igual.

 

 

“Familia por familia” es en esencia el mensaje que dejaron –personalizado y dirigido al padre de José Eduardo Moreira- los autores materiales del crimen. El significado es muy amplio en una familia donde se acostumbra el nepotismo. El propio José Eduardo  -coordinador de Programas Sociales de la Secretaría de Desarrollo Social en el gobierno que encabeza su tío- era uno de los privilegiados de esa práctica tan arraigada en los Moreira, una familia que empezó a disfrutar las mieles del podercuando Humberto Moreira fue electo alcalde de Saltillo, allá por el año 2003, y desde entonces a la fecha, no han dejado de obtener los beneficios de los recursos e influencias con que los cobija el Estado.

Familia por familia, en el lenguaje mafioso, significa que los autores intelectuales y materiales tuvieron una baja ocasionada por el bando al que pertenece la víctima ¿por qué de eso no se habla? ¿Por qué se destaca la rapidez en las investigaciones y la presentación de 39 policías municipales que estaban de turno la noche del asesinato? ¿Por qué se busca con urgencia aclarar el crimen con todo el peso del Estado?... Esas respuestas sólo las podrá emitir en su momento –y pongo en duda que lo haga- el ex gobernador, pero sobre todo, las exhibirán las investigaciones de algún medio de comunicación comprometido con la verdad, que seguramente no será del estado de Coahuila, donde el miedo y los compromisos publicitarios se confunden en la madeja de la desinformación y las verdades a medias.

El mandatario en funciones, Rubén Moreira Valdez –tío directo de José Eduardo- por su parte se llamó a silencio y encierro, dando por sentada con el vacío la versión deldistanciamiento entre los hermanos Humberto y Rubén, pero eso sí, se mantiene al frente de la coordinación del trabajo del gabinete de seguridad del Estado y de las acciones conjuntas que desarrollan todas las fuerzas del orden comprometidas en las averiguaciones previas, indagatorias y declaraciones, más las posibles líneas de investigación; pero sin aparecer públicamente.

Los más entendidos del caso aseguran que el silencio en Rubén Moreira es sinónimo de prudencia, porque desde su dolor de viuda, Lucero Davis –esposa de José Eduardo Moreira- a través de su cuenta de Twiter y sin que nadie haya desmentido la autenticidad de los mensajes, responsabiliza del crimen a Rubén Moreira y le exige lo que han hecho miles de coahuilenses anteriormente: que renuncie.
 


Años atrás, en esta misma columna destaqué parte de la personalidad de Humberto Moreira: Vengativo, rencoroso, incapaz de pasar por alto la deslealtad o traición de algún cercano; enemigo poderoso cuando se lo propone, y lo afirmé en su momento  porque, en las muchas conversaciones tanto formales como informales que en su momento mantuve con el ex gobernador, siempre dejó claros tales puntos como parte de su perfil, con palabras y con hechos concretos.

Por eso no dudo que sí, se van a utilizarlos hilos del poder que aún le queda para poner en práctica lo que sea necesario y evitar que la muerte de su hijo mayor quede impune. 

Pero no lo veo exigiendo justicia a pie, sudoroso, sin dinero –o con muy poco-  como los miles de padres que hacen antesala desde hace meses (incluso años) en alguna oficina pública para solicitar avances de las investigaciones de la muerte de un chico al que previamente se etiquetó con la frase “seguro andaba en algo raro”,criminalizando a la víctima. José Eduardo no tuvo que pasar por tan penosa situación, de él se destacó que hacía deporte, que no fumaba, que era buen padre,  no se hizo al menos públicamente, aunque en el imaginario colectivo y eso sí, en voz muy baja, se manejen toda clase de hipótesis.

Lo cierto ahora, que Humberto Moreira declaraba al término de la misa de cuerpo presente de su hijo mayor que “Mi hijo es una muerte más de esta guerra”; y sí, puede que también él tenga razón, sólo que, desde el momento en que aparecieronvarias mantas dirigidas a su persona en Ciudad Acuña –donde ocurrieron los hechos- y en Saltillo, Coahuila, claro está que los responsables pasaron una factura cuyo monto sólo lo conoce Humberto, y tal vez desde su silencio, el propio Rubén Moreira esté contribuyendo a la respuesta.
A futuro, no visualizo a Humberto Moreira sumándose a los padres de familia que integran Fuundec, la Fuerzas Unidas por nuestros desaparecidos en Coahuila, que hace apenas unas cuantas semanas se plantaron en las afueras de la iglesia donde bautizaban a la más pequeña de las dos hijas de su actual matrimonio, porque la mayoría de las mil 835 desapariciones de personas en Coahuila, ocurrieron durante el mandato de Humberto Moreira, hace años y ellos aún no tienen una sola respuesta. Ahora, quienes integran Fuundec piden –y con justísima razón- que las autoridades otorguen un trato igualitario en las investigaciones a “los nadie, los sin poder”.Tampoco concibo ver a Humberto Moreira sumándose al Movimiento por la Paz y la Justicia con Dignidad que encabeza Javier Sicilia, a quien también le arrancaron impunemente un hijo, la palabra y la esperanza….
El dolor de ambos padres, como el dolor de miles que sufren desde el anonimato son tan iguales, pero a la vez tan distintos…
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