Y no es para menos lo que tenemos en puerta, para empezar, una "reforma laboral" que atenta contra los derechos conquistados por los trabajadores; una mentira envuelta en argumentos de "competitividad y modernidad" que en realidad pretende privilegiar a los patrones en vez de beneficiar a los trabajadores.
La aprobación al vapor de esta "reforma" tal vez llegue a generar más empleos, sí, pero sin contrato ni prestaciones. Reducir el horario a cuatro horas de trabajo, a 7 y pico pesos la hora, implica necesariamente menos percepción económica para quienes logren colocarse en un subempleo.
No es así como la gente va resolver los graves problemas que enfrenta por el alto costo de la vida. No es así como se va a reactivar la economía interna ni a mitigar el sufrimiento de la gente que carece hasta de lo indispensable. No es así como se van a combatir las causas de la inseguridad y de la violencia. Esto lo entienden muy bien los jóvenes que encabezan las protestas contra la continuidad de un régimen que no ha querido anteponer el interés general a los intereses particulares o de grupo, porque no se trata de protestar por protestar, existen razones de sobra para movilizarse y crear conciencia.
Está programado que en menos de 20 días se apruebe esta "reforma", tiempo insuficiente para analizar las 500 iniciativas que se encuentran en los archivos de la Cámara en materia laboral.
Antes de levantar el dedo por consigna, los representantes populares tienen la obligación de hacer un análisis serio sobre los efectos y las consecuencias de legalizar la extinción de los derechos laborales consagrados en la Constitución.
No debería tomarse a la ligera el crecimiento de la protesta social, hoy encabezada principalmente por jóvenes que cuentan con información y recursos tecnológicos suficientes para contrarrestar la protección que los medios de comunicación intentan brindar a políticos y funcionarios que traicionan al pueblo.
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