4 de agosto de 2012

Toma Lindavista #YoSoy132 Para Recuperar Cine Mexicano


CUANDO LAS SALAS DE CINE SE CONVIRTIERON EN TEMPLOS...

El cine Lindavista abrió sus puertas en 1942. Fue pensado como un espacio dedicado
al entretenimiento popular a través de la exhibición de cine mexicano. Durante
muchos años el Cine Lindavista albergó espectadores ansiosos de historias propias.
En 2002 el gobierno foxista entregó en comodato el Cine Lindavista a la iglesia
católica para que fungiera como santuario de Juan Diego. Este cine formaba parte de
un conjunto de 19 salas de cine que quedaron a cargo de Fideliq, fideicomiso de la
Secretaría de Hacienda y Crédito Público cuya función era venderlas y asegurarse de
que los ingresos fueran utilizados por el Estado. Los cineastas mexicanos pidieron
que estos ingresos se canalizaran en beneficio del cine nacional de calidad, como era
natural.



Y la decisión de negarlo a la cultura y a la cinematografía no fue casual, el cine se
encuentra en vecindad con la Basílica de Guadalupe. Fue un acto completamente
discrecional, que atiende intereses políticos y económicos particulares y además
violatorio de la ley ya que el artículo tercero de la Ley de Asociaciones Religiosas y
Culto Público establece que el Estado mexicano "no puede ejercer ningún tipo de
preferencia o privilegio a favor de religión alguna." Cabe mencionar que otras iglesias
pagan renta para utilizar los cines como templos. O sea, no está todo perdido.
Esta toma simbólica del cine Lindavista es una invitación a la reflexión de lo que
significa que se le arrebaten espacios al cine mexicano en favor de intereses políticos-
económicos.
El día de hoy esta acción pretende dirigir nuestras miradas hacia la aplicación de un
nuevo impuesto conocido como el VPF y las funestas repercusiones que tendrá sobre
el cine mexicano.
El impuesto VPF que tendrán que pagar los productores mexicanos por exhibir
sus películas en las salas de las cadenas de comerciales como Cinépolis, Cinemex,
Cinemark, etc. (que es el mismo para las películas extranjeras) le arrebata a la
cinematografía nacional una vez más un espacio de exhibición. Resulta incluso másoneroso para una producción el impuesto VPF que las copias en 35mm para una
exhibición del mismo tamaño.
Con este impuesto, se pretende que los productores financien la digitalización de
las salas de cine, lo cual es adecuado en un contexto de una mejor distribución del
ingreso en taquilla, como sucede en Estados Unidos. Pero en México la distribución de
la taquilla es completamente injusta para las producciones nacionales. El exhibidor
acapara el 65% de la taquilla, el distribuidor se queda con un 15% a un 25%, y al
productor le dejan un 10% a 20% de la taquilla.
Ahora, además de la pésima repartición de la taquilla, el productor mexicano tendrá
que pagar a la exhibidora un impuesto para que ésta última pueda financiar el cambio
de su tecnología de los proyectores de 35mm a los proyectores digitales.
Si los productores mexicanos no sólo no reciben ingresos de las películas que
producen sino que ni siquiera recuperan su inversión, el cine mexicano no podrá
fortalecerse como industria. Sabemos que el cine puede ser una grandísima fuente
de empleos e ingresos (somos el quinto mercado consumidor de cine del mundo)
pero la competencia desleal, las barreras de entrada a las ventanas comerciales de
exhibición y la nula voluntad política por poner de pie a este sector siguen frenando
las oportunidades de crecimiento.
Es momento de levantar la voz, de poner un freno al constante pisoteo de la cultura
mexicana, de unir fuerzas para no permitir la incorporación de un modelo mal
copiado.
Es hora de recuperar nuestro cine y devolverlo a la cultura popular.

MXDF4AGOSTO2012
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WALDO MUSSINA

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