Criminales prefieren que el albergue de Ixtepec siga abierto, dice
Gobiernos priístas propalaron imagen negativa de centroamericanos, señala
Insiste en que no aceptará un puesto burocrático en la Iglesia
Moysés Zúñiga Santiago/Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 24 de julio de 2012, p. 32
Martes 24 de julio de 2012, p. 32
Ixtepec, Oax., 23 de julio. “Dos integrantes del cártel de Los Zetas me
dijeron aquí, dentro del albergue: ‘¿crees que no te podemos matar? No
lo hacemos porque si te matamos cierran el albergue y entonces ya los
migrantes van andar por todos lados, los vamos a andar buscando por
todos lados. Preferimos que estén aquí”’, comenta en entrevista el
sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, responsable del albergue Hermanos
en el Camino.
Aquí es diferente que en Lechería (punto de paso de indocumentados en el estado de México). Uno de los que nos traen en salsa es el narcotráfico. Nosotros no tenemos nada contra él, porque no somos policías. Yo no soy policía; no me pusieron para perseguir el narcotráfico. Son ellos los que se han metido en el camino de los migrantes y he tenido que intervenir, agrega.
Dice que el precio de la criminalización de los migrantes ha sido muy
alto, aunque el ayuntamiento local perredista ha cambiado de actitud.
Recuerda que los gobiernos priístas propalaron en los medios una imagen
muy malade los indocumentados; cualquier error que cometen los centroamericanos que están de paso en el refugio
tiene un costo muy alto.
La semana pasada, tres guatemaltecos que ingresaron al albergue
saltando por patios y azoteas de viviendas contiguas fueron detenidos
por policías de Ixtepec y deportados.
Le roban computadora
Luego de haber viajado por Europa durante un mes y
regresado a México el 9 de junio, tras haber recibido seis amenazas de
muerte, el coordinador de la Pastoral Social de Movilidad Humana de la
diócesis de Tehuantepec, Oaxaca, y fundador del refugio para migrantes
Hermanos en el Camino, regresó a México para descansar y el 12 de julio
volvió a Ixtepec para continuar con la defensa de los indocumentados.
El día que regresó a esta localidad oaxaqueña, como señal del terreno
que está pisando y a pesar de estar resguardado por policías,
desconocidos le robaron su computadora portátil.
Creyeron que iban a encontrar en ella información para demoler mi autoridad moral, pero no van a encontrar más que las cartas de Jesús. Ojalá les aproveche, subraya Solalinde Guerra. Menciona que la información más importante la tiene en 60 libretas que están en un lugar seguro en la ciudad de México.
La opinión generalizada entre la población de Ixtepec sobre el padre
Alejandro Solalinde es positiva, aunque algunos no saben mucho de su
labor ni conocen el albergue. Únicamente lo cuestionan porque no oficia
misa.
En noviembre dejará la coordinación de la pastoral de la
diócesis de Tehuantepec. Al respecto, señala que no aceptará ningún
trabajo de oficina ni burocrático, sino continuará su misón, que es su
dignidad más grande.
Explica que el protocolo de seguridad del albergue fue diseñado por
la Organización de Naciones Unidas y que tanto él como los miembros de
su equipo de trabajo cuentan con medidas cautelares.
Fuera y dentro del refugio hay guardias armados con rifles de asalto.
Hay una barda perimetral construida con recursos de la Iglesia y
cámaras de video. Aún se trabaja en la iluminación de las vías del tren
conocido como La Bestia.
“Este albergue lo abrí como un espacio de libertad. No tiene chiste
que sólo se convierta en un comedor. Aquí deben tener su casa, la casa
de los migrantes, pero ahora la seguridad es necesaria, porque si no se
meterían los maras, Los Zetas, quien fuera, y ese tipo de cosas no las podríamos controlar si no es en coordinación con las autoridades”, expone.
Asegura que el comportamiento de los migrantes en el albergue
es bueno; participan en las labores de limpieza y cocina, algunos limpian la vías del tren, otros participan en la construcción de bardas y dormitorios. Un equipo femenino atiende la llegada del tren.
Ellas, continúa, registran en una base de datos con fotografías a las
personas que pernoctarán en el refugio para tener un registro de los
que pasan. Así se hace en el resto de albergues en la ruta hacia el
norte de mexico. Mujeres se separan de hombres; algunas embarazadas
deciden quedarse hasta parir.
La alegría de no ser indispensable
Soy intransigente para que los policías respeten a los migrantes. Pero también es cierto que todavía estamos en peligro; por esa razón necesitamos de los policías. Diría que nuestro albergue es hoy más seguro porque es el único lugar donde los policías conviven y están al tanto, plantea Solalinde.
Después de estar en Europa,
me di cuenta de que necesitaba descansar. Mis nervios estaban destrozados. Descansé, me reconfortó la oración. Es muy difícil, es la cruz, pero no hay seguimiento a Jesús sin la cruz, comparte.
Mientras estuve fuera el albergue funcionó muy bien. El equipo de voluntarios y Médicos sin Fronteras se encargaron. Ahí me di cuenta de que no soy necesario y eso me da mucha alegría, concluye.
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