Alberto Buitre*
Estoy seguro que estas son las últimas elecciones posibles. El país de más de 60 mil muertos (Washington estima que son más de 100 mil) más 30 mil desaparecidos y 120 mil desplazados, no aguantan más de la fallida “guerra contra el narcotráfico”. Tampoco de la imposición del modelo capitalista que expone en su sistema político electoral a su mejor arma de dominación. El fraude está listo. Será el 1 de julio uno de esos días que marcarán la historia patria. Sólo el voto masivo podrá romper la imposición de Enrique Peña Nieto y darle cierta amnistía en las manos de Andrés Manuel López Obrador; y después, a enfilarse; porque aunque gane AMLO, el Plan Mérida y los estragos del Tratado de Libre Comercio, no pararán. ¿Cuál futuro? Para México, la respuesta luce incierta.
Si la oligarquía mexicana logra imponer al PRI en la Presidencia, México se desbordará en rebeldía desde el Golfo hasta el Pacífico. Los llamados “polvorines” o “archipiélagos de indignación” que recorren el territorio, explotaran. El sexenio estará marcado por el incendio. La revuelta popular, la desobediencia civil y la transformación violenta estarán se legitimarán en la boca de las y los mexicanos. Nadie parece dispuesto a soportar otro fraude electoral. Y si pasa, entonces se sabrá que la vía del voto está cancelada.
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