29 de mayo de 2012

Demian Bichir, nominado al Oscar, y la política mexicana #MarchaYoSoyNiniQueSeRespeta



México vivió una alegría colectiva al enterarse que un compatriota, Demian Bichir, se encontraba entre los nominados a llevarse la estatuilla dorada en la ceremonia de los Premios de la Academia.
Ver a uno de nuestros mejores actores caminar la mítica alfombra roja colocó en la misma sintonía a los mexicanos que mirábamos: se convirtió, involuntariamente, en un símbolo nacional, un producto "made in Mexico" del cual podíamos sentirnos orgullosos, aunque todo quedara en la nominación.
Al volver a México, una emblemática imagen circuló en los medios: un Demian Bichir posando, sonriente y afeitado, junto a Andrés Manuel López Obrador, un candidato presidencial. La foto no es producto de una feliz casualidad en la que el actor y el político se cruzaron tras las bambalinas de un teatro. La política jamás a funcionado por azar, ya que éste es el enemigo jurado de aquella, destruye discursos, agrieta propuestas, revela contradicciones y regala ridículos.
No se pone en tela de juicio la convicción política del actor, ni su derecho a manifestarla, pero sí somos testigos, una vez más, de cómo los políticos necesitan este tipo de apapachos con los "héroes del pueblo" para ver qué se les embarra.
Este, sin embargo, no es el caso más grave: Políticos como Enrique Peña Nieto y César Nava han usado y abusado este recurso, al grado de vivir romances de telenovela con celebridades que los llevan muy convenientemente de la sección política de un periódico a las revistas de chismes sobre el mundo del espectáculo.
Es mundo, ciertamente, es un escenario, y el espíritu de Nerón habita las almas de cada uno de nuestros políticos.


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