Por Norberto Amaya Aquino.
Ciudad de México, D.F., miércoles 25, abril 2012.- Cuando observas las escenas de cientos de hombres y mujeres provenientes del sur o en el centro y el norte de México, jalando de la mano a sus niños o cargándolos en sus rebozos o como pueden, algunos con la certeza de llegar un lugar seguro y otros con la incertidumbre de que no saben a donde van a pasar la noche o si habrá que comer al día siguiente. Pero piensas también que sucede con los niños que van trepados en "La Bestia" (el ferrocarril que va del sur al centro del país) inseguros, expuestos a los cambios de la naturaleza, a las posibilidades de perder la vida o caer y sufrir daños físicos irreparables, sin agua o alimentos ,rumbo a un futuro impredecible.
Eso también sucede con los niños del campo, quienes en las comunidades, rancherías o municipios rurales viven al día y sus padres están a la espera de que las instituciones vinculadas al campo entreguen la ayuda necesaria; otros realizan las actividades propias de un trabajador agropecuario a corta edad, sufriendo los embates de la naturaleza, como lo huracanes, la sequía o las heladas, todo depende de la región y ; otros más esperan con ansia la llegada del padre que emigro por necesidad al norte del continente o preguntan con ingenuidad si ya llegó el envio de dinero, necesario para garantizar la subsistencia y tienen en sus ojos el brillo de poder alcanzar un futuro mejor, de que no están solos.
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