6 de marzo de 2012

OMONDRA: Chepinochet

Chepinochet:



Gran revuelo ha causado la reciente revelación de un artículo que escribió Josefina Vázquez Mota en 1998 en el que intenta penosamente de... Bueno, es tan pésima escritora que cuesta trabajo saber que quiere decir.

Quizá por esa falta de habilidad de literaria se ha desatado una furiosa guerra en medios sociales en donde sus detractores aseguran que es una pinochetista consumada y sus pocos defensores aseveran que en realidad no dice nada. Es decir, hoy por hoy en el Internet la reputación de Josefina fluctúa entre fascista y afásica.

Sin embargo, más allá de lo inmediato, el texto es interesante por varias cosas. Vamos una por una:

1.- Es quizá el único texto que existe donde la señora toma una posición personal. No es es muy claro, su inclinación natural es a la indefinición. Tiene una tendencia consuetudinaria a ser completamente vaga y vacua en sus apreciaciones, quizá como acto reflejo de alguien que ha buscando colarse entre los "poderosos" sin que le den un manotazo en el camino. Sin embargo en 1998, antes de que entrara al remolino político, tuvo este asomo definitorio que conspicuamente revela algo de su pensamiento.
2.- Con mucho trabajo y de forma serpentina la señora trata de halagar a la dictadura de Pinochet. Da muchas vueltas pero desliza ese "la historia se está encargando de dar a cada quien su tributo y responsabilidad" que intenta iluminar a su lector sobre lo que ella ha descubierto: la dictadura de Pinochet tuvo un fin que justificó a sus medios.


Para soltar este bombazo, párrafos antes ya había aclarado que la brutalidad de Pinochet se empequeñecía ante la de los dictadores argentinos y sus 20 mil desaparecidos. Irónico resulta que 8 años después estaría formando parte de un gobierno que ha provocado muchos más muertos y desaparecidos que todas las dictaduras sudamericanas juntas.

En conjunto Josefina se siente incómoda criticando la dictadura per se. Lo hace como cumpliendo el requisito de no aparecer tan desnudamente autoritaria en público. Por ello es que sus intentos de echarle flores acaban en tan penoso retruécano. Pero al final, esa es quizá su intención principal: justificar y hasta halagar a la dictadura de Pinochet.

3.- Lo que Josefina alaba abiertamente y de forma directa de Pinochet es que "[l]a economía chilena fue dejada en manos de un grupo de expertos..." y que "sus políticas públicas estuvieron apegadas en general a los principios de una economía de mercado". Es decir, lo que ella ve como "la correcta aplicación de principios y políticas económicas".

Aquí Josefina se muestra en toda su extensión como una neoliberal consumada. Para empezar, ve a la economía un tema que no debe debatirse en los parlamentos e incluir a todos los sectores que participan en ella, sino algo que deben decidir sin interferencia algunos banqueros, sus mayores clientes y los funcionarios hacendarios que desde el gobierno cuidan de sus intereses.

En esta corta visión, tan característica del neoliberalismo, la estabilidad económica se limita a aquello que resulte conveniente para los inversionistas financieros. Por ello se insiste desde la retórica neoliberal en acabar con los derechos laborales, por ejemplo. Porque la estabilidad laboral -lo que para los millones significa al fin y al cabo su propia estabilidad económica- nada tiene que ver con las necesidades de los intereses financieros.

En una economía conducida por "expertos", la seguridad y estabilidad laboral es tan desechable como la gente misma. En una economía conducida democráticamente, la estabilidad en el ingreso de las familias, vinculada claramente a la estabilidad laboral, es uno de los principales objetivos.

Josefina no se cuestiona nada, ni la dictadura, ni los saldos en desigualdad del liberalismo, ni el fracaso de dicha doctrina expresado en las múltiples crisis latinoamericanas. A ella le han dicho que eso es lo correcto y simplemente lo asume como una verdad irrefutable. Al fin y acabo, siendo obediente y bienmandada es como en México se llega muy alto. Quien mejor que ella para constatarlo.

Para acabar este artículo, resulta imposible no contrastar el pensamiento y personalidad de Josefina contra sus aspiraciones presidenciales actuales. Se delinea como una persona sumisa y por ello incapaz de expresar sus ideas con claridad, temerosa siempre de pisar callos incorrectos, pero feliz de repetir irreflexivamente el credo neoliberal, posiblemente esperanzada en que ello le reditúe créditos con "los de arriba".

Para ella quizá el presidente debe ser tan solo una especie de humilde y dócil gerente de aquellos a quien ella ve como los dueños del país. El papel del ejecutivo no es velar por la economía de todos, sino ponerla en manos de los expertos, de quienes saben que hacer con el dinero, y dejar que el presidente se limite a decir los discursos justificatorios, sin cuestionar jamás los medios, porque el fin último, lo correcto, sea lo que sea, es lo que cuenta. Haiga sido como haiga sido.

En 2012 ella se dispone a ocupar la silla del gerente y a obedecer a pie juntillas a sus patrones. Se ofrece así como una alternativa viable a Peña, servidor de los mismos intereses pero cuya estrella se apaga día a día ante su incapacidad para aparecer honrosamente diciendo los buenos días si no lo tiene en el guión, lo ensaya previamente, se lo dictan con el apuntador y luego le editan el video.

Para Josefina y su jefazo Calderón lo que importa es que los señores, sus patrones, estén contentos y sigan haciendo negociazos al amparo del gobierno, sin que en las decisiones económicas se entrometa la prole con sus odiosas demandas de mejores salarios y mayores oportunidades. Por ello desde el gobierno la elección se nos presenta como una contienda entre neoliberalismo con faldas y neoliberalismo con copete.

Solo falta que México despierte y tanto Josefina como Peña seguramente acabarán de lo mismo a lo que hoy le tiran, de gerentes de la oligarquía, aunque afortunadamente despachando en un escritorio distinto al de los Pinos.


#AMLO2012

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