Reforma | 18-03-2012 | 08:55
Distrito Federal— A 74 años de la expropiación petrolera, los candidatos a la Presidencia de los tres principales partidos políticos exponen qué planes implementarían en la paraestatal en caso de llegar a Los Pinos en diciembre.
Petróleo, propuesta para vivir en paz.- Andrés Manuel López Obrador
Como fruto de la Revolución Mexicana, se estableció en el Artículo 27 de la Constitución el dominio de la Nación de los recursos naturales, entre ellos, "el petróleo y todos los carburos de hidrógeno, sólidos, líquidos o gaseosos".
Este principio rector se hizo valer en 1938, cuando el Gral. Lázaro Cárdenas Del Río tomó la decisión, patriota y visionaria, de expropiar el petróleo en beneficio del pueblo y del país.
Sin embargo, después de este hecho histórico y hasta nuestros días, se ha mantenido latente la gran tentación y el riesgo de volver a entregar los recursos energéticos a particulares nacionales y extranjeros.
Por eso, con toda claridad, sostengo que durante nuestro gobierno se cumplirá lo que establece el Artículo 27 Constitucional en materia de petróleo.
¿Cuáles son nuestros argumentos? En primer término, creo sinceramente que si se privatiza la industria petrolera, se alejaría la posibilidad de desarrollar al país. Las empresas, sobre todo pequeñas y medianas, quedarían a expensas de monopolios y condenadas a pagar precios exagerados por los energéticos.
Además, nos oponemos a la privatización del petróleo porque queremos vivir en paz. Si se entrega la renta petrolera a particulares, no habría suficiente presupuesto. Las empresas petroleras privadas no pagarían impuestos por 640 mil millones de pesos, como lo hace actualmente Pemex. Por ejemplo, según datos de la Bolsa Mexicana de Valores, las 10 más grandes corporaciones empresariales obtuvieron en 2010 en conjunto ingresos equivalentes a los de Pemex (1.3 billones de pesos) y sólo contribuyeron al erario con 40 mil millones de pesos, es decir, 15 veces menos que lo aportado por Pemex.
En consecuencia, si se opta por la privatización, no se tendrían recursos para garantizar el desarrollo ni el bienestar de los mexicanos. Y semejante irresponsabilidad no se le ocurriría a nadie que tenga un poco de luz en la frente.
No olvidemos que desde la expropiación hasta nuestros días, el petróleo ha sido un instrumento de paz y de estabilidad política.
¿Cuál es puntualmente nuestra propuesta? 1. Manejar de manera integral al sector energético, para utilizar, en forma eslabonada, toda la cadena de valor (exploración, producción, refinación, petroquímica, gas, electricidad y energías renovables).
2. Explotar el petróleo y el gas con criterios de sustentabilidad y de preservación del medio ambiente. No dominará la euforia por vender mayores volúmenes de crudo al extranjero con el agotamiento prematuro de los yacimientos y la quema de gas a la atmósfera.
3. Dar prioridad a la inversión en exploración para mantener estables las reservas probadas con una tasa de reposición de cien por ciento.
4. Construir cinco refinerías: en Tula, Hidalgo; Salamanca, Guanajuato; Salina Cruz, Oaxaca; Dos Bocas, Tabasco, y en Atasta, Campeche, con el propósito de generar empleos y dejar de importar 500 mil barriles diarios de gasolinas y diesel, que representan 51 por ciento del consumo actual, con una erogación de más de 27 mil millones de dólares anuales.
5. Reducir el precio de las gasolinas, el diesel, el gas en beneficio de los consumidores y del sector industrial.
6. Fortalecer a la industria petroquímica para frenar su deterioro y la acelerada y creciente dependencia del mercado exterior.
7. Otorgar preferencia a las empresas nacionales en las compras y en los bienes y servicios que contrate Pemex.
8. Destinar recursos suficientes para la investigación y el desarrollo tecnológico del sector energético.
9. Impulsar un programa nacional de transición energética para disminuir la dependencia de combustibles fósiles y de recursos no renovables. Se cuidará la herencia de las futuras generaciones.
10. Limpiar a Pemex de corrupción y de esta forma financiar gran parte de la inversión que demanda la industria petrolera.
No se otorgarán jugosos contratos por acuerdos políticos y corrupción. Tal es el caso de proyectos como los de la Cuenca de Burgos o de Chicontepec, donde no se ha logrado producir más gas ni más petróleo, pero sí se ha causado un grave daño al patrimonio nacional.
En suma, la propuesta es administrar a Pemex con honestidad y eficiencia y convertir al sector energético en palanca del desarrollo nacional.
México, potencia energética.- Enrique Peña Nieto
Hoy hace 74 años, el Presidente Lázaro Cárdenas del Río ordenó la expropiación de la industria petrolera del país. Este acontecimiento, fundamental en nuestra historia, sentó las bases para el desarrollo económico y social del México moderno.
El General Cárdenas no sólo tuvo gran claridad acerca del objetivo último de dicha medida -el bienestar de los mexicanos y el desarrollo del país-, sino también tuvo la visión y el coraje para tomar las mejores decisiones que dictaban el contexto nacional e internacional de su tiempo.
Hoy, después de décadas en las que el sector energético en general y Pemex en particular han sido el motor del desarrollo nacional y han financiado la construcción de escuelas, universidades, hospitales, carreteras y grandes presas, por mencionar algunos ejemplos, el sector enfrenta grandes retos cuya atención es impostergable.
La producción de petróleo y nuestras reservas de crudo registran una tendencia de franco declive. Al mismo tiempo, se han incrementado sustancialmente las importaciones de gasolina, generando una significativa presión sobre las finanzas públicas.
En tan sólo siete años, por ejemplo, después de haber alcanzado el máximo histórico de producción de crudo con 3.83 millones de barriles diarios en 2004, la producción de PEMEX cayó 33%, a 2.55 millones de barriles diarios en 2011. Además, no contamos con el capital ni con la tecnología necesarios para realizar acciones que involucren un elevado riesgo exploratorio como el que se observa en aguas profundas.
En 2012, la realidad es muy distinta a la de 1938. Sin embargo, los mexicanos nos enfrentamos a la misma pregunta: ¿Cuál es la mejor manera de aprovechar nuestros recursos naturales para el beneficio de los mexicanos?
Algunos piensan que la solución sería privatizar la industria petrolera, regresando a la situación que existía antes de 1938. Otros creen que no hay nada que cambiar, aunque el mundo y las necesidades de hoy sean muy distintas a las de hace siete décadas.
No comparto estas posiciones. Estoy convencido de que, para asegurar que la industria petrolera continúe siendo una palanca del desarrollo nacional y México se transforme en una potencia energética, es necesario tomar medidas audaces y despojarnos de ataduras ideológicas. Por ello, he planteado la conveniencia de realizar una reforma energética pragmática que, sin renunciar a la propiedad pública de los hidrocarburos ni a la rectoría y conducción del Estado en la materia, permita a PEMEX beneficiarse de mayores asociaciones con el sector privado.
En particular, me parece fundamental incrementar significativamente los niveles de inversión en exploración y explotación, conforme al potencial petrolero del país, así como en refinación y petroquímica. En este sentido, será necesario realizar las reformas legales correspondientes y analizar esquemas como los contratos de producción compartida o de riesgo, así como las asociaciones público-privadas, las cuales permitirían aprovechar el capital y la tecnología de terceros y crear un entorno de competencia en el sector.
Es importante enfatizar que la reforma energética debe ir de la mano de una reforma hacendaria integral que reduzca nuestra alta dependencia frente a los ingresos petroleros y dote al Estado de un flujo de recursos estable y sostenible para cumplir con sus obligaciones básicas, como garantizar el acceso real a la atención de la salud y a la educación de calidad para todos los mexicanos, invertir en infraestructura moderna que impulse la competitividad del país y generar las condiciones para la creación de empleos dignos.
La reforma hacendaria permitiría además que, en el mediano plazo, Pemex pudiera invertir parte de la renta petrolera en el desarrollo de nuestro enorme potencial en energías renovables, misión ineludible de nuestro tiempo frente a las amenazas del calentamiento global. De esta manera, el propio petróleo contribuiría a financiar un nuevo modelo energético sustentable, capaz de abastecer con insumos "limpios", y a precios competitivos, a la industria, los servicios, el transporte y los hogares mexicanos.
A más de setenta años de distancia de la expropiación petrolera, las circunstancias han cambiado pero el objetivo sigue siendo el mismo: aprovechar el petróleo para mejorar la calidad de vida de los mexicanos de acuerdo a las necesidades de nuestro tiempo. Decidamos de manera seria, responsable y visionaria la mejor forma de hacerlo, como lo hizo en su tiempo y circunstancia el General Lázaro Cárdenas.
Crecimiento y prosperidad.- Josefina Vázquez Mota
En este 74 aniversario de la expropiación petrolera de 1938, nos encontramos con una industria fundamental para el desarrollo que, sin embargo, tiene un impacto mucho menor en el crecimiento de nuestra economía del que es posible y necesario. Es imperativo construir una agenda de transformación para la industria que goce del apoyo amplio de la sociedad y de las fuerzas políticas.
La agenda prioritaria de México es el crecimiento económico elevado y sostenido. Un país que crece, consume más energía, lo que nos obliga a contar con un sector energético sólido y moderno. Los hidrocarburos no deben ser sólo instrumento de recaudación, sino que deben ser estímulo a la inversión.
En la actualidad, la industria aporta aproximadamente 35 por ciento de los recursos públicos del país, 15 por ciento de las exportaciones totales nacionales, y una plataforma de producción del orden de los 2.6 millones de barriles diarios de petróleo, nivel que representa una disminución de aproximadamente 700 mil barriles respecto a 2004.
En el futuro, el petróleo tendrá que extraerse de yacimientos de alta complejidad y elevado costo, lo que requerirá de un gran esfuerzo que incremente la capacidad de ejecución y de inversión. Deberemos adoptar las mejores prácticas en la administración del riesgo, así como desarrollar y utilizar las tecnologías más avanzadas para la explotación eficaz de los nuevos yacimientos.
Pemex tiene que ser más competitiva y funcionar como una empresa pública moderna. Para lograrlo es indispensable complementar los recursos públicos disponibles con bonos ciudadanos y bursatilizando un porcentaje minoritario de acciones de la empresa.
El propósito es que la empresa tenga capacidad de hacer valer su rol estratégico dentro de un marco económico y legal propicio, con incentivos que permitan su modernización y eficiencia.
Es impostergable fortalecer la exploración y producción de gas natural, insumo básico para la industria y motor estratégico del mercado interno. Para ello se requiere un acelerado crecimiento de la red de gasoductos. La nueva ley de asociaciones público-privadas representa el mejor instrumento para elevar la coinversión en este sector.
Pemex debe transformarse en una empresa con capacidad de planear para el largo plazo. Es impostergable liberar nuestro mercado energético, permitiendo alianzas estratégicas de PEMEX con otras empresas en un entorno de competencia. Las alianzas son clave porque carecemos de la tecnología para explotar el petróleo en aguas profundas y las inmensas reservas de gas de lutitas.
También debemos estimular el desarrollo acelerado de energías renovables como la eólica y la solar por parte de productores independientes. Esto sólo será posible si se alinean correctamente los incentivos en un marco de certeza jurídica a las inversiones.
La petroquímica ofrece un enorme potencial de agregar valor a nuestro petróleo. Tenemos que terminar con los diversos frenos normativos que lo impiden. Además, un cambio de esa naturaleza permitiría competir en biotecnología y nanotecnología, industrias punteras del futuro.
Debemos, en suma, detonar el crecimiento del sector energético elevando la capacidad de inversión de Pemex. El fin último debe ser que ganen los ciudadanos, tener mejores hospitales, carreteras y escuelas con el producto de nuestra riqueza natural, sin afectar los derechos de los trabajadores ni comprometer la soberanía de la Nación. Más inversión, más productividad, más empleos, sin perder recaudación. Creciendo el pastel todos ganamos.
Las experiencias en países como Brasil, Noruega, Canadá y Reino Unido demuestran que con voluntad política es posible concretar reformas que mejoran la calidad de vida de sus sociedades.
Esa es la importancia de dejar atrás frases hechas, la sospecha como argumento, una mirada nostálgica hacia realidades que nunca fueron.
Esa es la importancia de pensar en un gobierno de coalición, donde reformemos las instituciones a partir de una agenda nacional estratégica y un amplio entendimiento entre los partidos y fuerzas sociales, que nos permitan superar las resistencias ideológicas y políticas que han paralizado el avance de México.
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