Debajo de la alta política, están las personas. Más allá de los líderes políticos que se reúnen, los observadores que observan, los especuladores que apuestan en la ruleta están los invisibles. Y entre los invisibles sobresalen ellas, las mujeres.
Si, según la fundación TrustLaw, Afganistán es el país más peligroso del mundo para las mujeres, seguido de la República Democrática de Congo, Somalia es un agujero negro que ni siquiera aparece en las peores estadísticas.
The New York Times publicaba días atrás un trabajo sobre la situación de las mujeres de Mogadiscio, las más invisibles entre los invisibles, donde la ablación, los abusos sexuales y la muerte son de curso legal.
El reportaje habla de la historia de una joven de 17 años. Cuenta cómo fue violada por una banda de milicianos de Al Shabab, el grupo que domina gran parte del país y que asegura hablar en nombre de Dios.
Otros extremistas, los judíos ultraortodoxos de Beit Shemesh, a 30 kilómetros de Jerusalén, se niegan a obedecer las leyes del Estado porque, según ellos, las de Dios están por encima. Hace unos días, algunos de estos radicales atacaron a Naama Margolese, una niña judía de ocho años de camino al colegio, porque no iba vestida correctamente.
Los más extremistas de Beit Shemesh exigen separar hombres y mujeres, porque ellas no puedan ser vistas en público. Es un debate que sigue abierto, aplazado por guerras y por la existencia de un enemigo exterior que evita resolver muchos problemas internos.
Fuente
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#AMLO2012
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