La desesperación agobia a comunidades azotadas por la falta de alimento y agua
Fuente: Norte
Comunidad tarahumara de la sierra de Chihuahua.
Beatriz Corral / Enviada | NorteDigital
Guachochi.- Modesto Nevárez es un hombre de 56 años que habita en la comunidad de Pahuiránachi, ubicada a cuatro horas en carretera de Guachochi, sus carencias son evidentes, pues aunque cuenta con unas tierras, animales y su casa situada debajo de un cerro, el hambre lo agobia día y noche.
Sus dolencias en pies y cabeza se deben a la falta de alimento, ya que tiene que racionar una olla de tres litros llena de pinole hasta un mes, razón por la cuál sólo come un puñado con mucha agua cuando su estómago se lo pide, porción que le debe de aguantar lo mas que pueda porque no hay otra cosa que comer.
Lo peor de su situación es, que esa cantidad de alimento tiene que racionarla entre los integrantes de su casa, conformada por su esposa, hijo, nuera y su nieto de tres meses.
Con un expresión que demuestra su latente preocupación por brindarle algo de comida a los suyos, Modesto nos explica que desde hace tres años levanta poca cosecha (tres o cuatro costales de maíz y otro tanto de frijol) pero fue hasta el año pasado cuando no logró rescatar nada de sus tierras, las cuales lucen llenas de la mata del maíz que no se pudo levantar.
Su terreno completamente seco colinda con la parte trasera y la frontal de su humilde casa construida de adobes y pedazos de madera que se encontró en el monte y la empleó para hacer su puerta, así como las láminas detenidas con piedras que fungen como el techo para impedir que el frío o el calor se cuele más de lo que lo hace con el piso de tierra.
Las condiciones de la sequía son evidentes y se pueden percibir a lo lejos, ya que su hogar lo rodea un gran terreno cubierto de amarillo en señal de la sequía y de la pérdida de las cosechas.
En el exterior se encuentran sus caballos flacos que buscan aunque sea los olotes para alimentarse y su gallinas, que ha tenido que encerrar por más tiempo para evitar que se las roben o se las coman los coyotes.
Las condiciones de pobreza extrema y de carencias se perciben aún más en el interior de su casa, donde sólo hay una chimenea humeada por la leña que instala en el piso para colocar la olla en la que se cosen los frijoles.
En uno de los extremos del jacal existe un espacio destinado a lo que él llama “el tendido de mi cama”, un lugar cerca del fogón que se utiliza para colocar las cobijas que le sirven para no sentir el fresco de la tierra donde se duerme junto a su mujer.
Su esposa afirma no ha podido hacer tortillas desde hace seis meses por la falta del maíz, incluso para poder hacer el tesgüino, bebida que más que alcohólica la consideran sagrada como muestra de agradecimiento a los dioses.
“Pero este año no hemos tenido nada de maíz, mi mujer no ha hecho tortillas y yo pos’ no he podido hacer el tesgüino, por eso esperamos que caiga una nevada para que la tierra agarre humedad y se nos dé la siembra”, manifiesta después de señalar con su dedo la pequeña olla de pinole que tiene, alimento básico pues con él también curan la carne de los animales que llegan a cazar.
“Cuando andamos entre los cerros y vemos coyotes, zorros, conejos, ardillas o venados los atrapamos para comérnoslo, pero tiene mucho tiempo que ya tampoco se ve eso, así que mi familia y yo tenemos hambre”, expresa tras afirmar que en el interior de su casa se cuece un kilo de frijol del que le acaban de regalar en la despensa aportada por los juarenses.
“Con estos alimentos que nos regalaron ahora vamos a poder comer por lo menos unos 20 días son sopa y frijoles, muchas gracias por la ayuda que nos dieron porque nunca antes nos habían dado nada”, dijo.
#AMLO2012
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