9 de enero de 2012

Oficio de tinieblas - Raúl Jiménez Vázquez

Marcha atrás al reloj de la historia

 

Oficio de tinieblas

Raúl Jiménez Vázquez

Se dice que antes del presidente Benito Pablo Juárez García, México era meramente un alboroto de facciones, y que después de él, fue simplemente la Patria. Sin lugar a dudas, este enunciado alcanza su máxima expresión con la edificación del Estado laico al calor de las históricas Leyes de Reforma.
El hondo significado de dicho cuerpo normativo aparece destacado en una epístola que el Benemérito dirigió a su yerno Pedro Santacilia: “Lo más importante que contiene es la independencia absoluta del poder civil y la religión. Para mí estos puntos eran los capitales que debían conquistarse en esta revolución y si logramos el triunfo me quedará la satisfacción de haber hecho el bien a mi país y a la humanidad”.

De las Leyes de Reforma destaca la Ley sobre la libertad de cultos promulgada el 14 de diciembre de 1860. El héroe de Guelatao concedió a este ordenamiento una importancia apreciable en una misiva enviada a su paisano Miguel Castro: “No se puede derogar ni una letra porque sería atentar contra la Reforma, sería desvirtuar la más preciosa conquista de la revolución”.

Se está perfilando un golpe de ariete a esas vigas maestras del laicismo. La visita del papa Benedicto XVI pretende ser aprovechada para lograr en definitiva el reconocimiento constitucional de la ambigua noción de la libertad religiosa -la cual es entendida por las jerarquías eclesiásticas como el derecho natural de expandir sus privilegios terrenales e influir en la vida pública-, en sustitución del recio concepto juarista de la libertad de cultos.

No se trata de un cambio inocuo. En el núcleo de la libertad religiosa subyace el derecho de los padres a educar a sus hijos según su credo religioso y así la derecha podrá exigir que en los planes y programas de estudios de las escuelas públicas se incorporen contenidos religiosos. En tal caso, la educación que imparte el Estado dejará de ser universal, democrática y libre de prejuicios; tendrá un sesgo netamente confesional y con ello se vaciará de contenido la decisión política fundamental de la república laica preconizada por la Cámara de Diputados al votar la adición al artículo 40 de la Ley Fundamental.

El proceso de expansión de la libertad religiosa acarreará el reclamo de la difusión masiva de creencias y liturgias mediante la detentación de concesiones de radio y televisión. Los ministros religiosos podrán ser votados para cargos de elección popular. Las normas emanadas del Estado de derecho podrán ser inobservadas o desacatadas por motivos de objeción de conciencia, aduciendo que atentan contra la libertad religiosa, por ejemplo, en materia de abortos permitidos por la ley.

Así pues, salta a la vista el inminente fortalecimiento de un factor real de poder -un poder fáctico que está en plena competencia con el Estado laico-, cuyo febril apego a lo material y abierto cariz político muy poco, virtualmente nada, tiene que ver con el credo primigenio proclamado por Jesús de Nazaret, el humilde carpintero de Galilea.

Próximos al Día de Reyes -uno de los más hermosos arquetipos jungianos que nutren el inconsciente colectivo-, es oportuno reivindicar y traer al presente, al aquí y hora, esas portentosas raíces espirituales. Artaban, el cuarto Rey Mago, maravilloso cuento del escritor estadounidense Henry Van Dyke, puede ser útil para ese propósito.

La leyenda narra el viaje mágico de los tres Reyes Magos de Oriente venidos desde muy lejos, guiados por una estrella, para llevar regalos a un niño recién nacido en un humilde portal de Belén. También sugiere que había un cuarto Rey Mago, del cual nunca se ha sabido nada, que igualmente vio la luminosa señal e inició el largo y penoso viaje para reunirse con los otros reyes, cargando valiosos regalos.

Los tres Reyes Magos no tuvieron dificultad alguna para llegar a Belén, sin embargo, Artabán sólo tuvo problemas. En primer lugar se encontró a un exiliado hebreo enfermo, abandonado y muriéndose en el desierto; al verlo, hubo de detenerse y lo atendió piadosamente; esta dilación ocasiona que falte a su cita con los otros Reyes Magos y consecuentemente no está presente aquella primera Navidad.

Aún así, él sigue viajando. Poco después entregó uno de los regalos destinado al Niño Jesús a fin de salvar la vida de otra criatura que, de acuerdo con el decreto de Herodes, había sido condenada a morir. Una y otra vez Artabán atiende a los desvalidos, consuela a los oprimidos, conforta a los presos y da de comer a los hambrientos.

El Rey Mago se halla desesperado y cansadísimo. Ha dedicado al viaje treinta y tres años de su vida y al final se encuentra solo en el Gólgota. Ahí descubre que el Hijo de Dios, a quien se dedicó a buscar desde muchos años atrás, ha sido condenado a morir en la cruz. De inmediato echa mano de su última posesión: una perla, que seguramente comprará la libertad de Cristo; pero en el camino encuentra a una mujer que está siendo amenazada de muerte si no paga las deudas de su padre y Artabán ofrece la perla a cambio de la vida de la mujer.

Ahora realmente no le queda nada, todo aquello que tuvo la intención de entregar en adoración lo ha dado al servicio de la humanidad. Para colmar sus tribulaciones, cae sobre él una piedra desprendida de una estructura que está derrumbándose debido al terremoto que acompañó a la crucifixión. Está seguro de que morirá sin ver jamás al Dios encarnado, yace sangrando, moribundo, y en ese momento escucha una voz que dice: “En verdad os digo, todo lo que habéis hecho al más pequeño de mis hermanos, lo habéis hecho conmigo”. Al oír esto Artabán, cuarto Rey Mago, muere feliz sabiendo que sus regalos fueron recibidos por su Señor.

Ojalá que el generoso y conmovedor ejemplo de Artabán sea el marco de referencia del periplo del Sumo Pontífice y no la ceguera y la ambición de quienes quieren conquistar mayores espacios de poder; quienes quieren desaparecer la línea que separa el dogma del saber científico, lo espiritual de lo político, lo privado del espacio público; quienes quieren dar marcha atrás al reloj de la historia, instalar un Estado teocrático y revivir el nefasto oficio de tinieblas.

#AMLO2012

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