Juan Carlos Bonet, actor y productor teatral (Foto: facebook)
Desde hace unos meses oigo y leo repetidamente a quienes pretenden votar nulo. Hay incluso quienes han hecho de ello una bandera. Me detengo y trato de entenderlos, porque a muchos de ellos los respeto y los admiro. Y digo “trato” de entenderlos porque nomás no lo logro. Como muchas otras iniciativas u ocurrencias provenientes de las mesas de café, están basadas en algo legítimo: el hartazgo y la náusea que provocan los políticos y el sistema político mexicano en general.
Pero también, como muchas de dichas ocurrencias no están basadas ni en el conocimiento de la ley ni en el conocimiento del sistema del que proviene el hartazgo y la náusea. Mucho menos se originan en un movimiento articulado y serio ni a ninguna militancia de ninguna idea. Por ello insisto en el término “ocurrencia”. Los mexicanos en los bares y en los cafés arreglamos el mundo en base a eso, a ocurrencias. Por que somos personas poco serias. Todos opinamos de cualquier cosa como si supiéramos de lo que hablamos, y lo peor, con una autoridad y una seguridad que asusta.
Los mexicanos, también, hemos sido siempre profundamente apáticos y desinteresados de lo que sucede a nuestro alrededor. Todo cuanto hacemos es en función solamente del bienestar de nosotros y nuestra familia (en ése orden). La cosa pública nos ha tenido, ancestralmente , sin cuidado. Cuando se habla de política en la mesa, se alaba o se habla mal de un político en función al beneficio que le traerá ala familia. Es decir, que muy rara vez los mexicanos pensamos o actuamos como ciudadanos, o sea, pensando en el bien común.
Es parte de la razón por la cual unos cuantos mexicanos se han apoderado del país, porque todos los demás ni nos dimos cuenta, ni nos importó.
Pues ahora que poco a poco nos empieza a interesar, pues claro, no entendemos nada. Y como, efectivamente, esa clase que se apoderó de todo es tan indecente, tan ladrona, tan cínica, es natural que cuando nos asomamos a mirarla un poquito nos dé tanto asco. De ahí que “Yo no voto por ninguno, son una bola de rateros todos”. Claro, no nos falta razón. Lo que nos falta es entendimiento de cómo funciona esa cosa que tanto asco nos da. De ahí también el altísimo abstencionismo, que en nuestro país llega a niveles que asustan. Parece increíble que al mexicano se le tenga que coaccionar para que tenga una credencial de elector. La mayoría la obtiene porque es la única forma de identificación. Pero en fin.
Es algo muy mexicano el hacerse pendejo. Y la anulación de voto es una versión “light” de ello. O sea, no tomo partido, no me entero, pero me siento muy ufano porque “a esa bola de bandidos los mandé a la chingada”. Estamos tan mal enterados, que si alguien nos dice que si anulamos nuestro voto estamos expresando nuestro descontento. Sí, sólo que es un descontento secreto, por ley, nadie se enterará que mandaste a nadie a la chingada (otro mexicanismo, la cobardía). Somos tan ajenos al estado y a la noción de estado y a la ley que “suponemos” sin saberlo bien a bien, que con el voto nulo, además expresar tu desacuerdo, vas a restarle legitimidad a quien resulte ganador, y que por ello no podrá gobernar o legislar. Nada más falso.
Quien aspire al poder estará feliz de contento de que anules tu voto porque, le será más fácil ganar a quien vaya a la cabeza en las preferencias. O sea, los votos nulos, no cuentan, y quien contiende sólo necesita más votos que los demás, de tal suerte que con un solo voto, aunque haya un millón de nulos, dicho candidato ganará. Sí, es un absurdo, pero así es la ley. Una ley que nos impusieron, sí, pero nos la impusieron porque no participamos… pues ahora nos jodemos.
La alternativa: sí, es legítimo estar harto, y en desacuerdo. Pero como no hicimos nada cuando se votó esa ley, ni cuando estos ladrones se empoderaron, ni cuando nos vendieron espejitos, ni cuando se robaron nuestro patrimonio, ni cuando alentaron los monopolios, entonces la alternativa consiste en derrocar al sistema completo. Pero eso no se logra con cursiladas como emitir un voto en blanco. Se logra saliendo a las calles, exigiendo desde la plaza pública la rendición de cuentas y en su caso la remoción de la autoridad. Se logra si hay consciencia común y pensamiento más allá de nuestro pequeño universo de pequeños privilegios. Entiendo que como nación estamos muy lejos de eso, desgraciadamente.
Mientras más depauperada y rota se encuentra una sociedad, más hacen falta ciudadanos, mayores de edad que tomen partido. Votar nulo no es tomar partido, es hacerse pendejo y encima sentirse bien por ello. Hagámonos de una vez, mayores de edad y dejemos de ser adolescentes quejicas y mamones.
#AMLO2012
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