27 de enero de 2012

Éxodo deja en el abandono a esposas, niños y adultos | Estado | Diario.com.mx

Éxodo deja en el abandono a esposas, niños y adultos | Estado | Diario.com.mx:

Antonio Rebolledo
El Diario/Enviado | 26-01-2012 | 23:45




Dos factores están dejando a mujeres, adultos mayores y niños de la Sierra Tarahumara en el abandono a raíz de la crisis del agua en el surponiente del estado.

Uno se vincula con la sequía, la falta de empleo y el agotamiento de las actividades productivas de autosustentabilidad que este año reventó cualquier posibilidad de autosuficiencia con la cosecha y la crianza de animales. El otro está ligado con el aspecto emocional derivado de la crisis económica y alimentaria, según detectó El Diario en un recorrido por esta región.


El primer factor es la migración de los hombres y las mujeres jóvenes en busca de empleo a las ciudades o a zonas agrícolas de producción tecnificada.

Este éxodo de quienes tienen entre 20 y 35 años, ha dejado a los niños en la Sierra bajo la tutela de abuelos y tíos mayores, quienes hacen “milagros” para darles de comer o para que continúen en la escuela y así conservar la beca estudiantil que les garantiza hasta mil 200 pesos bimestrales, lo que permite adquirir víveres para los menores hasta por 150 pesos semanales. De ahí come prácticamente toda la familia.

Sin embargo, no todos gozan de estas becas, pues cientos de menores de primaria y secundaria se quedan en los albergues de las escuelas donde reciben cobijo y alimentación por parte de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas que, por plantel, entrega hasta dos toneladas de víveres para dotar de desayuno, almuerzo y cena a los estudiantes.

Alberto Orozco vive en una cabaña a la orilla de la carretera Guachochi-Creel, cerca de Cusárare. Ahí, hace unas semanas sus sobrinos le pidieron que cuidara de su hija, una adolescente estudiante de secundaria.

Mariela acude a la escuela del poblado Basahuare, a donde camina varios kilómetros que antes eran acompañados por su padre. Hoy tiene que hacerlo sola porque su tío abuelo, de 74 años, no puede ir con ella. Es invidente y tiene principios de pie diabético.

Alberto y Mariela han encontrado la manera de apoyarse el uno al otro desde septiembre pasado, cuando los padres de la menor partieron rumbo a Chihuahua en busca de empleo. Ahora ella lleva a Alberto al médico, y él le cocina y la resguarda en su cabaña rodeada de una dotación de leña que el padre de Mariela cortó antes de partir.

Alcoholismo, el otro factor

El segundo fenómeno que ha cercenado la figura paterna de las familias rarámuri en los últimos cuatro años es la muerte prematura de los hombres en edad laboral.

En Rocheachi, municipio de Guachochi, Esperanza Palma tuvo que encontrar albergue en una casa prestada por su tío, pues en diciembre pasado tras una temporada de borracheras de su esposo, enemistades y acreedores les incendiaron la casa.

Por la depresión, la debilidad hepática de su cónyuge terminó por matarlo dos semanas después. Aunque no hubo un diagnóstico ni una autopsia, el vómito de sangre, las condiciones en las que falleció y las versiones de sus vecinos indican que la pareja de Esperanza Palma falleció de cirrosis hepática.

Familiares de quienes beben continuamente en la Sierra, señalan que tras el tesgüino –cuando hay maíz–, los hombres recurren al alcohol de baja calidad que en el corto plazo genera problemas hepáticos por la fatal combinación del destilado con jarabes hechos a base de agua.

“Ellos le dicen Tequilare, pero no es tequila, son destilados que embriagan rápidamente, pero no por el gusto, sino por los grados de alcohol que contienen, hasta cuatro veces más que un tesgüino”, expresa Eleazar, un comunero de la región de Baquiriachi.

La ingesta continua de estos destilados que no cuestan más allá de los 14 pesos por la presentación de 600 mililitros, ha generado al mismo tiempo que la depresión se acentúe entre varones que no tienen recursos para sus familias, o un empleo estable aunque sea en milpas ajenas.

La mezcla de ambos fenómenos lo viven a diario Francisco y Guadalupe, una pareja cuya edad supera los 88 años. Ellos radican en la comunidad de Santa Rita, en el municipio de Guachochi.

Ahí, sus seis hijos paulatinamente fueron dejando la comunidad para buscar una mejor calidad de vida. De lo que ellos recuerdan es que uno es profesionista y dos mujeres están casadas cerca de ahí. Los otros tres hijos, menores de 50 años, fallecieron como consecuencia de la ingesta de alcohol.

Esperanza y Francisco viven de lo poco que recogen de la milpa, de las becas para adultos mayores y de la caridad de la comunidad de Santa Rita, donde su vivienda es una de las diez que quedan habitadas. “Ya todos están en Chihuahua”, refiere Francisco.

Hasta hace 36 meses, en esa comunidad había 60 familias. Hoy, la mayoría de los que ahí habitan supera los 55 años de edad.

Este es quizá el daño colateral más severo de la sequía y la hambruna en la Sierra Tarahumara, el abandono en el que adultos mayores, niños y adolescentes se encuentran por la muerte prematura de indígenas en edad laboral, y por la migración de quienes buscan huir de una miseria que no pidieron.


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#AMLO2012

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