Miguel Sacal Smeke, empresario textil, se ha convertido en un fenómeno de la comunicación, esto es a nivel, en cuanto a fama pública pero en sentido negativo, de Carlos Slim Helú. Todos los noticiarios españoles –y europeos- presentan las grotescas imágenes del llamado “gentleman de Polanco” –como las “damas” también de infeliz memoria-, golpeando con alevosía a un “valet parking” de las Torre Altus de la ciudad de México. No queda lugar a dudas de la prepotencia del sujeto... ni la evidencia sobre la diferencia de clases que en Europa, socialmente, no se admite ya salvo en casos específicos de xenofobia. Tal coloca a México como una nación donde pervive una aristocracia simulada, intocable, capaz de humillar y agredir a un “inferior” por negarse a hacer un trabajo que no le correspondía. Y es esto lo que más ha llamado la atención.
Por si fuera poco, la Televisión Española difundió extensamente además, otro vídeo en el que se observa al mismo Sacal, materializada en él la prepotencia que bien sabemos existe de la mano de los ricos y nuevos ricos con pretensiones de superioridad y con adjudicaciones de “influyentes”, enfrentando a un grupo de reporteros, burlándose de ellos y ofendiéndoles:
--También ustedes “me la pelan”... Pasé el día, en Madrid, explicando el sentido de la versátil expresión del bendecido por la diosa fortuna que no teme siquiera a la justicia porque la contrapone con su inmensa fortuna.
Más inexplicable resulta en estos lares tal conducta cuando el duque de Palma, Iñaki Urdangarín, consorte de la Infanta Cristina, hija del Rey Juan Carlos I y quinta en el orden sucesorio de la Corona, ha sido “imputado” –lo que equivale a México a la situación de un “indiciado”-, por encontrarse elementos suficientes de culpabilidad en varios asuntos relacionados con el tráfico de influencias y en disposiciones fraudulentas a través de una fundación fantasma. El monarca debió dedicar su mensaje navideño a insistir que “la justicia es igual para todos”, en clara alusión del caso, ganándose avales similares a los obtenidos en el lejano 23 de febrero de 1981 cuando dio un tremendo portazo a los generales golpistas que ordenaron la toma de las Cortes.
Esto es: en México estamos en un estado de indefensión mayor que en las monarquías europeas cuando un miembro de la corte intocable de los empresarios, con buenas relaciones gubernamentales, se toma atributos que mancillan a la “prole”, la expresión en boga para señalar políticamente –ya lo hizo la hijita de Enrique Peña Nieto-, la distancia intransitable entre privilegiados y depauperados... aunque el voto de unos y otros valga igual, supuestamente, en las urnas.
El daño que Sacal ha inferido a la imagen de México es tanto o más grave que la afrenta al servidor humilde del estacionamiento. Como en aquella deplorable “semana de la influenza” cuando fuimos señalados casi como leprosos y sometidos a todo género de humillaciones sin respuesta de un gobierno rebasado siempre. Fue entonces cuando me pregunté si no sería mejor contar con un personaje al estilo del bravucón Hugo Chávez que, descocado o no, cuando menos defiende como fiera a sus coterráneos, máxime cuando los poderosos del norte pretenden segregarlos. Para infortunio nuestro, hace mucho tiempo que los representantes de nuestra política exterior tiraron por la borda el respeto que se nos tenía en los foros internacionales al ceder soberanía y dignidad a cambio de concretar ofertas muy beneficiosas para los de fuera.
Sacal es el punto negro de la cuestión, un elemento que contrasta, por ejemplo, con la fragilidad de la francesa Florence Cassez, a quien se considera una víctima del sistema penitenciario mexicano –culpable o no, los errores procesales fueron de tal magnitud que debería estar libre aun cuando ello exhibiera al prepotente Genaro García Luna, autor del célebre montaje televisivo que inculpó a la joven mujer gala-. No así Sacal que se permite el lujo de enfrentar a la prensa, incluso a los corresponsales extranjeros, sabedor de que está “muy por encima” de las querellas judiciales. Lo mismo, por citar a algunos, que el intocable “rey de la mezclilla”, José Camel Nacif Borge, o que Germán Larrea Mota-Velasco, presidente del Grupo México y responsable, en primer grado, de las condiciones infrahumanas en las que deben laborar los mineros...
como los enterrados, para siempre, en las minas de Pasta de Conchos cuando, por cierto, el gobernador de Coahuila era Humberto “el desaparecido” Moreira.
Así las cosas, en México, de acuerdo con la opinión ajena, vivimos como en tribus. Una, la superior, está fuera del alcance hasta del propio gobierno que sólo persigue a los desleales dispuestos a torcer el brazo ante otra opción política; otra, la inferior, en estado permanente de indefensión ante el autoritarismo patente –y patológico- de cuantos suponen estar en la cúspide, sea por complicidad, las más de las veces, o compadrazgo. No hemos avanzado un ápice en el falso andar de una democracia simulada que, para colmo, nos cuesta bastante más cara que las monarquías europeas con todo y el oropel de Isabel II de Inglaterra. Por lo menos allí, hay parlamento cuya efectividad contrarresta el boato del “derecho divino de los reyes”.
Debate
Hace algunos años, en España cuando menos, a los mexicanos se nos observaba con simpatía y hasta con reverencia, de acuerdo con el monto de las generosas propinas. Teníamos fama, además, de ser especialmente cálidos en la hora culminante de la seducción. No faltaban quienes llegaban al extremo de portar sombreros de charro para darse su taco sobre La Gran Vía madrileña o llamar la atención en la Plaza de toros de Las Ventas.
Las cosas han cambiado dramáticamente. No hay notas buenas sobre nuestro país en ninguna parte y cuando existe el referente es para contar alguna tragedia mayúscula o divulgar un incidente tan grotesco como la golpiza proporcionada por Sacal. Como si hubiéramos regresado en la historia a la ley de la selva y fuéramos presentados como miembros de una sociedad a la que le hace falta la paternal figura del conquistador para poner el orden, una idea que también acarició, en sus días de gloria, el füerher Adolfo Hitler.
En el nivel de la farándula, por ejemplo, se han dedicado múltiples espacios en televisión y radio españolas a informar sobre la supuesta separación del “simpático” Colate, un aristócrata que no ha dado en su vida un golpe –en ello se diferencia de Sacal- y nuestra Paulina Rubio, aduciendo la molestia de éste por una supuesta infidelidad del primero. Desmentido el rumor, no faltó una comunista del madrileño ABC que pusiera, el pasado miércoles 11, los puntos sobre las íes:
--“Colate es tímido, educado, cariñoso y muy divertido cuando está entre amigos, mientras que Paulina es la clásica diva mexicana que sólo una persona muy enamorada puede aguantar todo el día”. Así nos ven, por desgracia, como consecuencia de la pésima publicidad que priva sobre nuestro país, entre otras cosas, porque nuestro superior gobierno se esmera en abaratar al país promoviendo lo malo y camuflando lo bueno, que es mucho. No, no somos los medios informativos mexicanos los responsables sino las historias que genera la mala administración y la ausencia de visión de una oficialidad ayuna de controles.
La Anécdota
Ya son varios los y las sobrecargos de Aeroméxico que aterrizan en Madrid y Barcelona con sus maletines de mano cargados con drogas. Las denuncias, claro, se han interpuesto con muy escasa atención de la embajada de México sobre un fenómeno que comienza a ser extremadamente sospechoso por cuanto a que es evidente que a las “mulas” –así se denomina a los cargadores de estupefacientes-, siempre las conduce un arriero.
Pese a ello, no se han recrudecido las medidas de seguridad contra los viajeros mexicanos, como sí se hace con los colombianos, entre otros. Pregunté, entonces, a una fuente confidencial del Ministerio del Interior al respecto y me soltó una respuesta que me dejó helado:
--Lo que pasa es que el gobierno y las empresas españolas tienen muchos intereses en México. Y más nos vale dejar las cosas como están...
Al buen entendedor...
loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
APAGA LA TELEVISIÓN, NO PERMITAS QUE ASESINEN TU MENTE, MEJOR LEE UN LIBRO E INFÓRMATE EN LOS MEDIOS ALTERNATIVOS.
#AMLO2012
Por si fuera poco, la Televisión Española difundió extensamente además, otro vídeo en el que se observa al mismo Sacal, materializada en él la prepotencia que bien sabemos existe de la mano de los ricos y nuevos ricos con pretensiones de superioridad y con adjudicaciones de “influyentes”, enfrentando a un grupo de reporteros, burlándose de ellos y ofendiéndoles:
--También ustedes “me la pelan”... Pasé el día, en Madrid, explicando el sentido de la versátil expresión del bendecido por la diosa fortuna que no teme siquiera a la justicia porque la contrapone con su inmensa fortuna.
Más inexplicable resulta en estos lares tal conducta cuando el duque de Palma, Iñaki Urdangarín, consorte de la Infanta Cristina, hija del Rey Juan Carlos I y quinta en el orden sucesorio de la Corona, ha sido “imputado” –lo que equivale a México a la situación de un “indiciado”-, por encontrarse elementos suficientes de culpabilidad en varios asuntos relacionados con el tráfico de influencias y en disposiciones fraudulentas a través de una fundación fantasma. El monarca debió dedicar su mensaje navideño a insistir que “la justicia es igual para todos”, en clara alusión del caso, ganándose avales similares a los obtenidos en el lejano 23 de febrero de 1981 cuando dio un tremendo portazo a los generales golpistas que ordenaron la toma de las Cortes.
Esto es: en México estamos en un estado de indefensión mayor que en las monarquías europeas cuando un miembro de la corte intocable de los empresarios, con buenas relaciones gubernamentales, se toma atributos que mancillan a la “prole”, la expresión en boga para señalar políticamente –ya lo hizo la hijita de Enrique Peña Nieto-, la distancia intransitable entre privilegiados y depauperados... aunque el voto de unos y otros valga igual, supuestamente, en las urnas.
El daño que Sacal ha inferido a la imagen de México es tanto o más grave que la afrenta al servidor humilde del estacionamiento. Como en aquella deplorable “semana de la influenza” cuando fuimos señalados casi como leprosos y sometidos a todo género de humillaciones sin respuesta de un gobierno rebasado siempre. Fue entonces cuando me pregunté si no sería mejor contar con un personaje al estilo del bravucón Hugo Chávez que, descocado o no, cuando menos defiende como fiera a sus coterráneos, máxime cuando los poderosos del norte pretenden segregarlos. Para infortunio nuestro, hace mucho tiempo que los representantes de nuestra política exterior tiraron por la borda el respeto que se nos tenía en los foros internacionales al ceder soberanía y dignidad a cambio de concretar ofertas muy beneficiosas para los de fuera.
Sacal es el punto negro de la cuestión, un elemento que contrasta, por ejemplo, con la fragilidad de la francesa Florence Cassez, a quien se considera una víctima del sistema penitenciario mexicano –culpable o no, los errores procesales fueron de tal magnitud que debería estar libre aun cuando ello exhibiera al prepotente Genaro García Luna, autor del célebre montaje televisivo que inculpó a la joven mujer gala-. No así Sacal que se permite el lujo de enfrentar a la prensa, incluso a los corresponsales extranjeros, sabedor de que está “muy por encima” de las querellas judiciales. Lo mismo, por citar a algunos, que el intocable “rey de la mezclilla”, José Camel Nacif Borge, o que Germán Larrea Mota-Velasco, presidente del Grupo México y responsable, en primer grado, de las condiciones infrahumanas en las que deben laborar los mineros...
como los enterrados, para siempre, en las minas de Pasta de Conchos cuando, por cierto, el gobernador de Coahuila era Humberto “el desaparecido” Moreira.
Así las cosas, en México, de acuerdo con la opinión ajena, vivimos como en tribus. Una, la superior, está fuera del alcance hasta del propio gobierno que sólo persigue a los desleales dispuestos a torcer el brazo ante otra opción política; otra, la inferior, en estado permanente de indefensión ante el autoritarismo patente –y patológico- de cuantos suponen estar en la cúspide, sea por complicidad, las más de las veces, o compadrazgo. No hemos avanzado un ápice en el falso andar de una democracia simulada que, para colmo, nos cuesta bastante más cara que las monarquías europeas con todo y el oropel de Isabel II de Inglaterra. Por lo menos allí, hay parlamento cuya efectividad contrarresta el boato del “derecho divino de los reyes”.
Debate
Hace algunos años, en España cuando menos, a los mexicanos se nos observaba con simpatía y hasta con reverencia, de acuerdo con el monto de las generosas propinas. Teníamos fama, además, de ser especialmente cálidos en la hora culminante de la seducción. No faltaban quienes llegaban al extremo de portar sombreros de charro para darse su taco sobre La Gran Vía madrileña o llamar la atención en la Plaza de toros de Las Ventas.
Las cosas han cambiado dramáticamente. No hay notas buenas sobre nuestro país en ninguna parte y cuando existe el referente es para contar alguna tragedia mayúscula o divulgar un incidente tan grotesco como la golpiza proporcionada por Sacal. Como si hubiéramos regresado en la historia a la ley de la selva y fuéramos presentados como miembros de una sociedad a la que le hace falta la paternal figura del conquistador para poner el orden, una idea que también acarició, en sus días de gloria, el füerher Adolfo Hitler.
En el nivel de la farándula, por ejemplo, se han dedicado múltiples espacios en televisión y radio españolas a informar sobre la supuesta separación del “simpático” Colate, un aristócrata que no ha dado en su vida un golpe –en ello se diferencia de Sacal- y nuestra Paulina Rubio, aduciendo la molestia de éste por una supuesta infidelidad del primero. Desmentido el rumor, no faltó una comunista del madrileño ABC que pusiera, el pasado miércoles 11, los puntos sobre las íes:
--“Colate es tímido, educado, cariñoso y muy divertido cuando está entre amigos, mientras que Paulina es la clásica diva mexicana que sólo una persona muy enamorada puede aguantar todo el día”. Así nos ven, por desgracia, como consecuencia de la pésima publicidad que priva sobre nuestro país, entre otras cosas, porque nuestro superior gobierno se esmera en abaratar al país promoviendo lo malo y camuflando lo bueno, que es mucho. No, no somos los medios informativos mexicanos los responsables sino las historias que genera la mala administración y la ausencia de visión de una oficialidad ayuna de controles.
La Anécdota
Ya son varios los y las sobrecargos de Aeroméxico que aterrizan en Madrid y Barcelona con sus maletines de mano cargados con drogas. Las denuncias, claro, se han interpuesto con muy escasa atención de la embajada de México sobre un fenómeno que comienza a ser extremadamente sospechoso por cuanto a que es evidente que a las “mulas” –así se denomina a los cargadores de estupefacientes-, siempre las conduce un arriero.
Pese a ello, no se han recrudecido las medidas de seguridad contra los viajeros mexicanos, como sí se hace con los colombianos, entre otros. Pregunté, entonces, a una fuente confidencial del Ministerio del Interior al respecto y me soltó una respuesta que me dejó helado:
--Lo que pasa es que el gobierno y las empresas españolas tienen muchos intereses en México. Y más nos vale dejar las cosas como están...
Al buen entendedor...
loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
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