30 de diciembre de 2011

RENEGADO LEGÍTIMO: Ultrasonido testicular

Ultrasonido testicular:

UN ABRAZO MI ESTIMADO AMIGO Y QUE TODO SALGA BIEN ESTE 2012

Todo comenzó hace aproximadamente un año, cuando al sentarme noté una leve molestia en lo que los pudorosos llaman "las partes nobles", y los médicos, con su lenguaje característico llaman la bolsa escrotal. En los huevos, pues. Algo así como si me los hubieran apretado un poco más fuerte de lo "normal" (cada quien sus perversiones, pues).




Lo primero que pensé fue: "no debí ponerme esa trusa talla CH (de CHingaderita), si bien sé que uso M (Mazacuatón)". Todo por la flojera de ir al cuarto de lavado y planchado por ropa limpia; por la mañana iba con prisa así que tomé del fondo de mi cajón una prenda que seguro llevaba años guardada, y cuya última puesta debe haber sido por ahí de 1987. Como pude me acomodé el asunto y la molestia cedió, por lo que pronto olvidé el episodio.

El mismo se repitió aproximadamente un més después, y al mes siguiente, cada vez con un dolor un poquito más intenso, más duradero (sin llegar nunca a ser extremo o incapacitante, pero sí molesto). Luego comenzó a presentarse con más frecuencia, llegando por último a ser algo cotidiano (2-3 veces por semana), razón por la cual, contra todos mis prejuicios anti-burocráticos, decidí acudir a consulta en el IMSS (no es cosa de andar pagando $1000 o $1500 por una consulta con médico particular, por lo menos no hasta no saber exactamente qué tenía). El médico, después de examinarme, emitió una sentencia inapelable: hay que hacer un ultrasonido.

Con la presteza y agilidad (y la mala letra) que caracteriza a muchos doctores, rápidamente el galeno plasmó en una hoja de papel una "orden" para realizar el dichoso estudio, además de recomendarme con cierto especialista muy versado en esos menesteres. Con el dolorcito levemente agudizado ante la perspectiva de pagar una feriesota por el ultrasonido, salí del IMSS.

Nada, que el día señalado llegué puntual a mi cita, sólo para encontrarme con una sala de espera con cerca de 50 "pacientes" (nunca mejor utilizado el término) y una secretaria con cara de aburrida, que cada 10 minutos aproximadamente llamaba en voz alta al siguiente en la lista. Al presentarme con ella su respuesta fue: "tome asiento (¿dónde?) y ahorita lo llamo" (el mexicanísimo ahorita que puede equivaler a 5 minutos o 5 días).

Por fin me llaman. Entro al consultorio. El médico, sin apartar la vista del monitor de su PC, me indica una camilla y me ordena: "bájese los pantalones y su ropa interior, y acuéstese boca arriba". Confieso que nunca imaginé que sería de esta manera. Por lo menos invítame una cheve, cabrón, pienso entre mí... digo, no, nada. Obedezco. Ahí estoy, con las joyas de la familia al aire, acostado boca arriba sobre una camilla fría como la chingada, el frío me quema las nalgas y lo humillante de la situación me quema el honor. El médico deja su computadora y ahora sí me presta atención.. por un segundo. Enciende su aparato de ultrasonido y comienza la "exploración".

¡Asuputamadre! El pinche frío al contacto con la madrinola esa con la que me explora hace que los huevos se me suban casi a la garganta. El doctor me manosea, me magulla, me masajea, me acaricia, me aprieta, me jala, me oprime. Mis pensamientos van del no pares, baby al por ahí no es, pendejo. Cerca de 5 minutos dura el tormento, tan atolondrado quedo al final, que no sé decir si me dolió, o me gustó.

Me subo la ropa, y paso a la silla para escuchar el diagnóstico del galeno: "lo que usted tiene es un varicocele derecho, es decir en el lado derecho del escroto". Silencio sepulcral. Tímidamente, aventuro un: "¿y eso es muy malo?", que le da pie al médico para, con una sonrisa que juro triunfalista, soltar el siguiente rollo médico-filosófico: "mire, ninguna enfermedad es buena, por eso son enfermedades. Ahora, si lo que usted me pregunta es si tiene CÁNCER (pronunciando esta palabra en voz más alta de lo normal, y haciendo una tétrica pausa en las sílabas), pues no, no tiene" (suspiro aliviado). Prosigue: "es una inflamación del conducto seminal, que regularmente no requiere mayor tratamiento y se cura sola. Pero usted pensó que tenía cáncer, ¿no es así?", remata, satisfecho de su propia sabiduría médica, y de mi ignorancia al respecto. Le doy las gracias, salgo, pago mis $350 a la secretaria, y me retiro a casa a investigar en San Google qué es eso del varicocele.

Lo que leo coincide con lo que el médico me dijo. Ya puedo sentirme tranquilo de no tener CÁNCER (pronuncio mentalmente con la misma tétrica pausa). Voy al baño (el asesino siempre regresa a la escena del crimen, así que yo tenía que regresar al escenario de mi dolor original) para descubrir que no tendré cáncer, pero lo que sí tengo son los huevos embadurnados de una cosa viscosa, como gel, que no noté cuando me la puso el doc, y tampoco al ponerme de nuevo los pantalones. ¿Y esto, que parece "Moco de Gorila" (el gel con el que se peina Peña Nieto), cómo me lo quito? "Por lo menos me lo embarraron solamente en mis pates, y no en toda la panza, como a las embarazadas", pienso y me resigno mientras me enjabono en la ducha.

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#AMLO2012

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